Por nuestros abuelos
El momento más temido por todos, desde el inicio de esta pandemia del covid-19, llegó a nuestro país. Y es que estamos a días de que los sistemas de salud colapsen y no haya disponibilidad de camas para los que requieran internación. La cantidad de fallecidos, lejos de bajar, sigue aumentando diariamente y los contagios comunitarios se elevan en forma exponencial. Y eso que el resultado de los análisis se entrega con diez a catorce días de atraso. Desde el Ministerio de Salud Pública nos piden que actuemos como si fuera que todos estemos con un diagnóstico positivo. Extremar los cuidados y cumplir a rajatabla con los protocolos sanitarios, como el lavado de manos, distanciamiento social y uso de tapabocas. Y más que nada salir lo menos posible de las casas. Ya sabemos que las autoridades sanitarias no cumplieron, no se prepararon a pesar del tiempo y del dinero que se les entregó, para enfrentar este momento. Ahora solo dependemos de la conciencia ciudadana. El problema es que la ciudadanía está cansada y se niega a seguir encerrada. Sin tener en cuenta que esa irresponsabilidad hace que nuestros adultos mayores estén pagando las consecuencias. La mayor cantidad de fallecidos se sitúa en el rango de la tercera edad. Es por ello que se requiere un último esfuerzo por parte de la ciudadanía, esta vez por las personas que más amamos. Además de aquellos parientes y amigos que sufren enfermedades crónicas y son más vulnerables a este virus. Nadie está exento, nadie es inmortal, también hay jóvenes que mueren. El virus ataca los pulmones: el cuerpo pierde la capacidad de obtener oxígeno, lo que hace que otros órganos comiencen a fallar, de ahí su peligrosidad. La gente está agotada, física y mentalmente, por ello es necesario hacer este esfuerzo de quedarse en casa y valorar a la familia, para que muy pronto vuelvan los encuentros y el largo abrazo a padres y abuelos que tanta falta hace.