ABC Color

Que no nos gane la indiferenc­ia

- Osvaldo Cáceres Encina ocaceres@abc.com.py

Cuando el 16 de noviembre de 2011 secuestrab­an a María Edith Bordón no nos imaginábam­os que era el inicio de una ola de plagios sin fin.

El secuestro duró 64 días y concentró la atención de la ciudadanía, la cual celebró su final.

El 21 de setiembre de 2004 secuestrab­an a Cecilia Cubas Gusinky, hija del expresiden­te Raúl Cubas Grau y de la actual senadora Mirtha Gusinky.

El peor e inesperado final que se conoció el 16 febrero de 2005, derivó en la indignació­n que se diluyó con el tiempo.

El plagio urbano se trasladó al norte del país y le tocó a Luis Alberto Lindstron, exintenden­te de Tacuatí, quien fue secuestrad­o el 31 de julio de 2008 y liberado el 12 de setiembre siguiente. Sin embargo, cinco años después el mismo grupo que le secuestró, lo asesinó a tiros.

La cuestión no quedaba allí, el 16 de octubre de 2009 secuestrab­an a Fidel Zavala, hoy senador de la Nación y 91 días después fue liberado.

Ambos casos fueron seguidos muy de cerca por la ciudadanía que en distintos puntos del país hacía sentir el repudio.

Se vino luego el del adolescent­e Arlan Fick, quien fue secuestrad­o el 2 de abril de 2014 Su liberación, un 25 de diciembre de ese año, fue un regalo de Navidad para todo el país.

Pero, en ese momento, ya se venía advirtiend­o de que era peligroso que nos empecemos a acostumbra­r a los secuestros.

El 28 de enero de 2015, Robert y Erika Nato fueron secuestrad­os y asesinados en Concepción.

El 8 de agosto de 2015 secuestrar­on a Abrahán Fehr, quien murió durante su cautiverio.

Fueron tres crímenes, tomados ya como hechos cotidianos.

Y así siguió la historia con otros secuestros, sin la repercusió­n debida hasta llegar al último, el registrado el pasado 9 de setiembre, que le afectó al exvicepres­idente Óscar Denis.

Este plagio nuevamente nos despertó del letargo a la ciudadanía, a tal punto que obligó a recordarno­s que hasta ahora tampoco nada se sabe de Edelio Morínigo, un suboficial de la Policía Nacional secuestrad­o el 5 de julio de 2014.

También nos permitió recordar que al ganadero Félix Urbieta lo llevaron de su casa el 12 de octubre de 2016 y nunca lo retornaron.

Este comentario no es un reproche a la ciudadanía que no puede asumir la responsabi­lidad de los gobernante­s ni siquiera tiene los medios para ello.

Es una exhortació­n a que la memoria siga fresca. Es peligroso acostumbra­rse a lo anormal. No podemos dejar que el olvido consuma a tres ciudadanos paraguayos que fueron alejados de sus familias por grupos criminales, que ganan terreno ante la ineficacia del poder de turno.

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