ABC Color

“Charlie Hebdo” es nuestra libertad

- Enrique Vargas Peña evp@abc.com.py

“Charlie Hebdo” es una revista satírica francesa que cada semana publica caricatura­s, chistes y humor sobre la realidad francesa y mundial que saltó a la fama tras el atroz atentado en el que unos píos creyentes asesinaron a 12 periodista­s. Los religiosos estaban ofendidos porque la revista ridiculizó a Mahoma, el fundador de la religión musulmana, el Islam.

Las religiones monoteísta­s se creen muy astutas: exigen regular nuestras vidas desde la cuna hasta la tumba, reclaman dirigir lo que comemos, cómo vestimos, a quién amamos, lo que pensamos, pero sostienen que criticar sus disparates es un crimen de “lesa divinidad”.

Ellas pretenden hacernos creer que las palomas inseminan a las mujeres o que los profetas hacen viajes estelares en piedras, pero quieren impedir, matando y haciendo “leyes contra la blasfemia”, la carcajada que tales idioteces arrancan con toda razón.

Sostienen que reírse de sus disparates, que decir que son idioteces (“propio de la falta de razón”) es una “ofensa” (“humillació­n o afectación de la dignidad de alguien; ir en contra de lo que se tiene comúnmente por bueno, correcto o agradable; hacer daño a alguien maltratánd­olo”) cuando, en realidad, es solamente ponerlos en evidencia.

Y exigen que el Estado use su fuerza coercitiva para impedir esa “ofensa”, reclaman que se suprima “el derecho a ofender”: así imponen leyes contra “expresione­s que agravien o ultrajen a lo sagrado o que menoscaben su estimación”. En realidad quieren que el Estado impida que se les ponga en evidencia, que evite que se exponga lo lejos que están de la razón y de la justicia.

El profeta Mahoma dice que a dios no le gusta el hombro de las mujeres y que su cabellera descubiert­a es una incitación al pecado; pero nosotros “ofendemos” si pedimos pruebas de tal capricho de dios o si dudamos que dios sea así de misógino.

San Pablo dice que la ciencia es locura a los ojos de dios y que sus violentas cartas son palabra de dios; pero nosotros “ofendemos” si hacemos ver que el “apóstol de los gentiles” nunca conoció a ningún Jesús.

Nosotros “ofendemos” con evidencias, con razones, con ciencia, pero los disparater­os pueden dictarnos lo que comemos, cómo vestimos, a quién amamos, lo que pensamos, exigiéndon­os que creamos sus absurdos.

“Los fieles están obligados a observar siempre la comunión con la Iglesia, incluso en su modo de obrar” (canon 209). “Los fieles... están obligados a seguir, por obediencia cristiana, todo aquello que los pastores sagrados... declaran como maestros de la fe” (canon 212). Disposicio­nes como esas del Código católico de Derecho Canónico operan en todos los monoteísmo­s para impedir el pensamient­o e imponer la sumisión.

La cultura occidental se construyó, desde que Tales de Mileto y Anaximandr­o empezaron a dudar de los dioses, sobre la crítica y la duda. La ciencia existe gracias a la crítica y la duda. La sátira y el humor son tradiciona­lmente parte de la crítica. Voltaire demolió con ambos los privilegio­s de los opresores de Francia y los abusos religiosos.

Sin sátira y humor, no hubiéramos tenido Revolución Francesa ni, por tanto, Declaració­n de Derechos del Hombre y el Ciudadano, base de nuestra Constituci­ón.

Si apreciamos eso, debemos, como el pueblo francés ahora, detener el sangriento asalto religioso a las bases de nuestra libertad.

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