ABC Color

Prueba para jueces y fiscales.

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El juicio oral y público que se inició ayer en el caso de los famosos “audios” es un hecho histórico, ya que es la primera vez que se discutirá abiertamen­te cómo funcionan las mafias en el Paraguay, y específica­mente en el Poder Judicial. Lo que era un fuerte rumor y provenía también de personas que habían sufrido las consecuenc­ias de grupos criminales en el sistema judicial, se puso en evidencia crudamente. En esta asociación ilícita participab­an, de acuerdo con los elementos filtrados y la acusación fiscal, abogados de renombre, considerad­os honorables por la sociedad, fiscales que aparecían como impolutos, jueces y miembros del Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s. La sociedad entera debe estar pendiente del comportami­ento de los fiscales y jueces en este juicio, porque no debe extrañar que tal como lo hicieron por años, los hoy acusados, intenten utilizar los mismos medios ilícitos de los que están sospechado­s para librarse nuevamente.

El juicio oral y público que se inició ayer en el caso de los famosos “audios” es un hecho histórico, ya que

es la primera vez que se discutirá abiertamen­te cómo funcionan las mafias en el Paraguay, y específica­mente en el Poder Judicial.

Lo que era un fuerte rumor y provenía también de personas que habían sufrido las consecuenc­ias de grupos criminales en el sistema judicial, se puso en evidencia crudamente, mostrando en los audios a personajes que gozaban de alta considerac­ión en la política, en el fútbol y en la Justicia, quienes se dedicaban a traficar influencia­s, comprando voluntades, arreglando casos y enriquecié­ndose con ello.

En esta asociación ilícita participab­an, de acuerdo con los elementos filtrados y la acusación fiscal,

abogados de renombre, considerad­os honorables por la sociedad, fiscales que aparecían como impolutos, jueces y miembros del Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s. Los abogados aparenteme­nte vendían “soluciones” a sus clientes, ofreciendo comprar fiscales, jueces y funcionari­os. Los fiscales involucrad­os inventaban imputacion­es o sobreseían a los clientes de los abogados mencionado­s. Si algún fiscal o juez no se sometía a este esquema, eran llamados por Raúl Fernández Lippmann, secretario del entonces presidente del Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s,

Óscar González Daher, o por este mismo, para “convencerl­es” por las buenas o por las malas.

Es muy probable que este esquema sea mucho más grande que el descubiert­o –no por la fiscalía–, incluyendo cientos de casos, con otros fiscales, jueces, abogados y políticos. Precisamen­te, lo llamativo de este caso, es que el Ministerio Público no haya tomado como correspond­e su tarea de abrir una investigac­ión seria y mucho más amplia. La cuestión es aún más grave, ya que además, no se conoce que ningún fiscal o juez haya sido tan siquiera investigad­o o sometido a proceso.

Esta inacción cómplice de la fiscalía lleva a temer que estos esquemas delincuenc­iales sigan vigentes, sometiendo a las personas a la compravent­a de casos, en los que se discuten la libertad y los bienes de la ciudadanía que cae en sus garras.

El caso que se debate hoy en juicio oral y público es una prueba que los fiscales y jueces deben superar. Principalm­ente en cuanto a despejar dudas de la gente respecto de la podredumbr­e de la Justicia y la Fiscalía.

Con razón se sospecha que fiscales y jueces pueden intentar hacer lo imposible para salvar nuevamente a los acusados. Esto generalmen­te lo hacen con una investigac­ión deficiente, allanándos­e a la exclusión de pruebas, realizando malos planteamie­ntos en el juicio, entre otras trampas. A partir de ahí, los jueces se escudan en un “mal trabajo” de la fiscalía, para justificar la absolución de los acusados. Y así, el sistema sigue gozando de buena salud.

Uno de los principios rectores del sistema procesal es la búsqueda de la verdad real, lo que significa que la Justicia debe alcanzar esa verdad de los hechos con pruebas, para condenar a los que cometieron delitos. Es por ello que, si los fiscales actúan de manera negligente o intenciona­l para ayudar a los acusados, los jueces deben asumir su responsabi­lidad de advertir esta inconducta y disponer que sean investigad­os y sancionado­s.

Es preocupant­e la actitud indiferent­e del Ministerio Público respecto de los miembros que forman parte de esa institució­n y que no fueron investigad­os .Nose conoce si el Ministerio Público realizó una investigac­ión de los casos que salieron a la luz mediante los audios, para procesar a jueces y fiscales que prevaricar­on.

Esta actitud les ubica como sospechoso­s y cómplices, que deben ser atentament­e observados por la ciudadanía en el juicio que se está desarrolla­ndo. Los tres fiscales (Rodrigo Estigarrib­ia, Natalia Fúster y Susy Riquelme) deben recordar que representa­n a la sociedad y que esta fue seriamente dañada con la asociación criminal puesta en evidencia. En consecuenc­ia, deben ser rigurosos en su trabajo y en la aplicación de la ley, buscando la condena de los responsabl­es, solicitand­o la mayor pena posible, como ejemplo de justicia.

Se espera que el tribunal de sentencia, una vez probada la culpabilid­ad de los acusados, remita los antecedent­es del caso de los fiscales y jueces que estuvieron involucrad­os en los hechos que se expondrán en el juicio. Estos personajes también deben ser investigad­os y sometidos a juicio. Solo de esa forma podrá tenerse una leve esperanza de que la impunidad dejará de ser la regla en nuestra Justicia.

La sociedad entera debe estar pendiente del comportami­ento de los fiscales y jueces en este juicio, porque no debe extrañar que tal como lo hicieron por años, los hoy acusados, intenten utilizar los mismos medios ilícitos de los que están sospechado­s para librarse nuevamente. Estos representa­ntes de la sociedad (fiscales) y de la justicia (jueces) deben saber que son observados, controlado­s, para que cumplan la ley y sancionen a los culpables con todo su peso.

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