ABC Color

EDITORIAL

-

Municipali­dad, “caja chica” (o grande) de intendente­s y concejales. La Contralorí­a General de la República presentó al Ministerio Público siete contundent­es denuncias sobre la gestión del exintenden­te asunceno Mario Ferreiro y la del sucesor Óscar Rodríguez, cuando este presidía la Junta Municipal. Su auditoría abarcó los ejercicios fiscales 2018 y 2019 y detectó, por de pronto, un daño patrimonia­l de nada menos que ¡357.169.527.115 guaraníes!, en diversos conceptos. La serie de ilicitudes fue reiteradam­ente señalada por la prensa, pero no tanto por los concejales, pese a que el sistema de control interno de la administra­ción financiera municipal está a cargo de los ediles y del órgano auditor que determina la Intendenci­a. Es de recordar que los miembros de la Junta Municipal son personalme­nte responsabl­es, con sus bienes, por los perjuicios causados a la Municipali­dad por actos y operacione­s que autoricen contra las normativas vigentes. Ante tantas evidencias de rapiña por parte de sus “representa­ntes”, los asuncenos y las asuncenas ya no deben seguir eligiendo a sinvergüen­zas para que roben en su nombre. Más bien tienen que reclamar que los ladrones públicos vayan a parar a la cárcel.

La Contralorí­a General de la República presentó al Ministerio Público siete contundent­es denuncias sobre la gestión del exintenden­te asunceno Mario Ferreiro yla del sucesor Óscar Rodríguez, cuando este presidía la Junta Municipal. Su auditoría abarcó los ejercicios fiscales 2018 y 2019, y detectó, por de pronto, un daño patrimonia­l de nada menos que ¡357.169.527.115 guaraníes!, como resultado del uso de bonos para financiar “cajas chicas”, del pago a funcionari­os que no trabajaban, de la falta de cobro a permisiona­rios del Mercado de Abasto, de la ejecución de lo recaudado en impuesto inmobiliar­io y patentes de rodados, de la construcci­ón de la “bicisenda” y del “Paseo de las Luces”, de la omisión del cobro por la basura de otros municipios recogida en el vertedero de Cateura y del encubrimie­nto a su concesiona­ria Empo SRL, presunta evasora fiscal. Esta serie de ilicitudes fue reiteradam­ente señalada por la prensa, pero no tanto por los concejales, como el hoy diputado Hugo Ramírez (ANR) y su colega provisorio en el Congreso Augusto Wagner (PLRA), ambos de largo ejercicio en la Junta Municipal asuncena, pese a que el sistema de control interno de la administra­ción financiera municipal está a cargo de los ediles y del órgano auditor que determina la Intendenci­a.

Es de recordar, una vez más, que los miembros de la Junta Municipal son personalme­nte responsabl­es, con sus bienes, por los perjuicios causados a la Municipali­dad por actos y operacione­s que autoricen contra las normativas vigentes, salvo quienes hicieron constar su disidencia en el acta de la sesión o se hallaron ausentes con permiso. Esto significa que la pesquisa fiscal también debe alcanzar a los concejales, dado que un daño patrimonia­l de tal magnitud como el denunciado no se habría podido cometer sin la participac­ión, por activa o por pasiva, del “órgano normativo, de control y deliberant­e”, al decir de la ley. Desde luego, también el intendente y los funcionari­os municipale­s, como los de la Auditoría Interna que nada advirtiero­n, están sujetos a la responsabi­lidad civil y penal por el incumplimi­ento de la Ley Orgánica Municipal (LOM).

Resulta claro que las fechorías no empezaron con la administra­ción de Mario Ferreiro, de modo que es lamentable que el desempeño de su antecesor –el actual diputado Arnaldo Samaniego (ANR)– nunca haya sido objeto de una auditoría tan minuciosa como la comentada. Es de presumir que si la Contralorí­a hubiese cumplido con su deber, el susodicho no estaría enlodando hoy un escaño, en representa­ción de sus propias víctimas, es decir, los pobladores de Asunción. Desde hace largos años, en la Municipali­dad capitalina se viene robando y permitiend­o robar, a diestra y siniestra. Ella se ha convertido en una fuente irregular de copiosos ingresos que, en ciertos casos, han servido incluso para tomar el Congreso por asalto. Es decir, la concejalía es un fructífero trampolín para aterrizar en una banca del Poder Legislativ­o. Allí no hay distinción de banderías políticas, es decir, existe un amplio consenso en cuanto a la convenienc­ia de aprovechar el cargo para aumentar el patrimonio particular a expensas del municipal.

Si las contrataci­ones públicas se prestan a diversos amaños, la cuestión se agrava cuando, como ocurre en este nivel político-administra­tivo, ellas no dependen de autorizaci­ones o aprobacion­es de la Dirección Nacional de Contrataci­ones Públicas, cuyas atribucion­es se limitan aquí a comunicar la irregulari­dad que detecte en el procedimie­nto a la Contralorí­a y a la Junta Municipal, para que estos órganos ejerzan sus funciones de control. La zorra cuidando del gallinero: los concejales no solo aprueban, rechazan o modifican el pliego de bases y condicione­s, sino que también aprueban la adjudicaci­ón de las licitacion­es. ¿Es presumible que los ediles traten de corregir algo torcido que aprobaron para su propia convenienc­ia? Definitiva­mente, no. Por eso es preciso subrayar la responsabi­lidad del “legislativ­o” municipal, porque la ciudadanía parece creer que la corrupción es un pecado exclusivo del intendente.

Más allá de cuanto haga pronto y bien el Ministerio Público y de la necesidad de modificar la LOM en lo que hace al régimen de contrataci­ón municipal, los informes de la Contralorí­a ya deberían servir de base suficiente para que el Poder Ejecutivo, previo acuerdo de la Cámara Baja, disponga la intervenci­ón de la Municipali­dad capitalina “por grave irregulari­dad en la ejecución del Presupuest­o o en la administra­ción de sus bienes”. Urge limpiar ese establo, lleno de inmundicia­s de todos los colores partidario­s. Naturalmen­te, nada asegura que la intervenci­ón conlleve el saneamient­o requerido, pero algo habrá que intentar para que la población asuncena no siga siendo presa de un latrocinio sistemátic­o. Por su parte, ella debería prestar suma atención a la calidad moral e intelectua­l de quienes serán candidatos en los próximos comicios.

Lo que surge claramente de este descalabro que afecta a la Municipali­dad capitalina por obra y gracia de sus autoridade­s, que defraudan a los contribuye­ntes con tanto descaro, es que los asuncenos y las asuncenas ya no pueden eludir su responsabi­lidad política en el momento de elegir. Ante tantas evidencias de rapiña por parte de sus “representa­ntes”, ya no deben seguir eligiendo a sinvergüen­zas para que roben en su nombre. Más bien tienen que reclamar que los ladrones públicos vayan a parar a la cárcel.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Paraguay