ABC Color

Merecido homenaje a Stroessner

- Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

La Mesa de Memoria Histórica recordó con un merecido acto el cumpleaños de Stroessner, el pasado martes. Fue un acto digno del homenajead­o. Se extendió sobre la mesa la memoria de Acaray’mi, uno de los casos que retratan la barbarie de una larga y corrupta dictadura. Estuvieron en el encuentro algunas de las víctimas de la masacre ocurrida en Caaguazú en la madrugada del 8 de marzo de 1980.

Ese día, unos 30 campesinos de la colonia Acaray’mi, Alto Paraná, hartos de sufrir los atropellos a sus derechos de trabajar la tierra que el entonces Instituto de Bienestar Rural (IBR) les había concedido, decidieron llegar a Asunción para presentar sus reclamos. Abordaron un ómnibus de la empresa “Caaguazú”, cuyo conductor, más adelante, recibió de la Comisión de Combate al Contraband­o la orden de detenerse. El chofer fue apercibido por los campesinos que no se detuviera en la creencia de que serían apresados. Hubo disparos de un arma de fuego y algunos kilómetros más los colonos abandonaro­n el ómnibus en una parte boscosa, la que al amanecer fue inundada por los militares junto con los matones de la seccional colorada de Caaguazú.

Este intento de protesta de los colonos se saldó, esa misma mañana, con 20 asesinatos. Los cuerpos de diez de las víctimas nunca fueron encontrado­s. Los prisionero­s, incluyendo a dos niñas, pasaron largos años en la cárcel de Tacumbú y en la del Buen Pastor. Esta represión formaba parte de las ejercidas contra las Ligas Agrarias que la dictadura buscaba exterminar. Y lo consiguió con torturas, asesinatos, desaparici­ones como los de Jejuí, Misiones, Caaguazú, Paraguarí, etc.

Me tocó de cerca vivir la tragedia de Acaray’mi. Desde hacía unos días me encontraba en la entonces ciudad Presidente Stroessner para unos reportajes. El día 7, junto con un joven y dinámico sacerdote español de la parroquia de Presidente Franco, estuve en la colonia Laura, cercana a la colonia Acaray’mi cuyos pobladores, desde hacía tiempo, venían quejándose del trato inmiserico­rde que les daba la esposa de un general. Decía la mujer que la propiedad le pertenecía porque había hecho un trueque de sus tierras en San Bernardino con el IBR por las de Acaray’mi.

El único documento que exhibía era una solicitud de permuta. Nunca el IBR hizo el traspaso. Con frecuencia enviaba soldados armados en procura de desalojar por la fuerza a los colonos. Estos tenían en su contra, para las aspiracion­es de la supuesta propietari­a, que muchos de ellos habían venido del departamen­to de Misiones y activado en las Ligas Agrarias, organizaci­ón terribleme­nte castigada por la dictadura cuatro años antes en el operativo conocido como la Pascua Dolorosa, de 1976.

El día 8 de marzo, como a las cinco de la mañana, me llama una persona por teléfono en la agencia de ABC Color, donde dormía. Me cuenta que se asaltó un ómnibus por unas treinta personas que luego se ocultaron en el monte. Salí a la disparada por tratarse, entonces, de un hecho inédito. Seguí la pista indicada por el testigo. En la Delegación de Gobierno (hoy Gobernació­n) de Coronel Oviedo me hice de más datos. En Caaguazú me crucé con vehículos militares repletos de soldados. Detrás, vehículos de civiles. Eran los seccionale­ros que tendrían una “destacada” actuación en el asesinato de 20 colonos y en la delación para cazar a los “enemigo del gobierno”. En pocos días, totalizaro­n 76 las personas apresadas en distintas localidade­s. En la lista figura la detención de un bebé de siete meses, hijo de Faustina Centurión Armoa.

Una de las que dieron su testimonio el martes último fue Apolonia Flores, que tenía 12 años. En la balacera fue herida y luego pasó largo tiempo en el Buen Pastor, al igual que otra nena de 8 años, ambas acompañant­es de sus padres.

Está bien, entonces, que se recordara la “fecha feliz” con el retrato de la dictadura colgado en la memoria histórica.

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