No ser estúpido
Mt 25,1-13
Durante tres domingos consecutivos vamos a reflexionar sobre el capítulo 25 de Mateo, que hoy empieza. Es el quinto gran discurso de Jesús, cuando anuncia las últimas cosas que van a pasar: así mismo será, es solo cuestión de tiempo.
Él cuenta la parábola usando una costumbre de matrimonio que tenían en su época, llamando la atención a que todos somos invitados a esta boda. Normalmente, esta parábola es conocida como “las jóvenes necias y las jóvenes prudentes”.
La historia narra que ellas debían estar atentas, pues el “novio”, que es un personaje importante, ya está por llegar y hay que prepararse para este encuentro.
Para nosotros hoy, la parábola indica la necesidad de una vigilancia activa y responsable, ya que el “novio”, es decir, el encuentro con el Señor, puede darse en la hora menos esperada, y debemos estar preparados.
La actitud de todo cristiano es considerar que Cristo, como Juez, puede venir a cualquier segundo, o que puede llamarnos en el momento menos pensado, para rendir cuentas de nuestra vida. En este trajinar existen dos comportamientos posibles: ser necio y estúpido o ser prudente y juicioso.
El estúpido es aquel que ni siquiera considera realmente la posibilidad de la cita con el Señor, que vive dominado por un materialismo egoísta, que se entrega a excesivas farras y butifarras, que idolatra los aplausos del mundo y manipula a los demás.
El prudente hace todo al revés, pues sabe que nuestra vida es sostenida por un fino hilo, que en cualquier día puede romperse. Es más, la constatación cotidiana muestra que tal hilo efectivamente se rompe de modo inesperado.
Ser sabio y esperar la venida del Señor es vivir una fidelidad constante y una espera amorosa. Esta fidelidad se expresa en varias dimensiones, sea en la fidelidad matrimonial, en la fidelidad a los estudios, a un trabajo honestamente realizado y a una participación gozosa dentro de su comunidad.
Es una espera activa, de quien lucha para vencer sus malas inclinaciones, se esfuerza por tener un ideal y luchar por él.
Es sumamente importante proponerse metas, por ejemplo: ¿Qué quiero conquistar dentro de un año? ¿A nivel material, familiar y espiritual?
La estupidez tiene amargas consecuencias, como lo muestra la parábola, pues quien no abre su alma al Señor, puede encontrar cerrada la puerta del cielo y escuchar: “Les aseguro que no les conozco”.
En verdad, el estúpido se autoexcluye de modo culpable, porque desprecia la amistad de Dios, al preferir sus desatinos, sus inmoralidades y su egoísmo.
Paz y bien. hnojoemar@gmail.com