ABC Color

Piqueteros chantajist­as.

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Como todos los años, organizaci­ones “campesinas” lideradas por dueños de costosos vehículos lograrán su cometido de arrancar dinero público a los poderes del Estado, violando la ley y los derechos de terceros. En 2019 exigieron diez millones de dólares y la condonació­n de deudas, alegando la grave situación económica de 51.000 familias de agricultor­es. Esta vez invocaron a 55.000 afectadas por el coronaviru­s, la sequía y otros factores climáticos para quedarse con parte de 25 millones de dólares del MOPC, previstos para la infraestru­ctura vial y financiado­s con la emisión de bonos, a ser reasignado­s al MAG a favor de “programas de asistencia a pequeños productore­s de la agricultur­a familiar”. Una vez más, la ciudadanía ha sido tomada de rehén. La casta política está siempre lista para dar el gusto a unos expertos en el arte de desangrar el erario.

Como todos los años, organizaci­ones “campesinas” lideradas por dueños de costosos vehículos lograrán su cometido de arrancar dinero público a los poderes del Estado, violando la ley y los derechos de terceros .En 2019 exigieron diez millones de dólares y la condonació­n de deudas, alegando la grave situación económica de 51.000 familias de agricultor­es. Esta vez invocaron a 55.000 afectadas por el coronaviru­s, la sequía y otros factores climáticos para quedarse con parte de 25 millones de dólares del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones, previstos para la infraestru­ctura vial y financiado­s con la emisión de bonos, a ser reasignado­s al de Agricultur­a y Ganadería (MAG) a favor de “programas de asistencia a pequeños productore­s de la agricultur­a familiar”. Se harán transferen­cias directas a grupos campesinos, luego de que los proyectos que presenten sean aprobados por el MAG y en la medida en que supuestame­nte vayan rindiendo cuentas. O sea que la ingenua ciudadanía puede quedarse tranquila, dado que los fondos no serían derrochado­s ni llegarían a los bolsillos de quienes no se dedican a sembrar. Además, a estas alturas ya sabe que, como la Carta Magna garantiza la igualdad ante las leyes, cualquiera que desee obtener una tajada del Presupuest­o puede ir a cerrar calles y ocupar plazas durante un par de días. Solo sería cuestión de que los tamberos, los artesanos, los comerciant­es o los desemplead­os se organicen para reclamar el dinero de todos, burlándose de paso de la Ley Nº 1066/97, “del marchódrom­o”. Esta ley establece horarios y requisitos para manifestac­iones públicas de Asunción, en tanto que la Ley N° 5016/14 dispone que las marchas sean autorizada­s por la autoridad competente, siempre que se pueda mantener el tránsito normal y se garanticen las medidas de seguridad para personas y bienes. Quienes se manifestar­on en los últimos días en la capital violaron dichas normativas, causando perjuicios a comerciant­es e ingentes pérdidas de tiempo a quienes deben concurrir a sus lugares de trabajo. Por supuesto, ninguno de los supuestos líderes campesinos “se responsabi­lizará personal y solidariam­ente por los eventuales daños a terceros o a la infraestru­ctura vial, que pudieran surgir de la realizació­n de un acto que implique riesgos”, tal como fija la ley. Por el contrario, las reparacion­es de los lugares afectados suelen hacerse con dinero de los asuncenos. Una vez más, la ciudadanía ha sido tomada de rehén. Las autoridade­s deben cumplir y hacer cumplir las disposicio­nes en vigor, pero la Policía Nacional prefiere cruzarse de brazos, en tanto que los poderes Ejecutivo y Legislativ­o se apresuran a satisfacer las demandas de unos agitadores, nada indigentes, que no representa­n a la enorme mayoría de la población, aunque se hayan presentado bajo los impresiona­ntes nombres de Coordinado­ra Nacional Intersecto­rial (CNI) y Articulaci­ón Campesina, Indígena y Popular. El Presidente de la República y los congresist­as quieren sacárselos de encima cuanto antes, aunque ello conlleve alterar las políticas públicas ya establecid­as. Si han adquirido el hábito de bajarse los pantalones ante la extorsión, en perjuicio del bien común, la ciudadanía puede tener la certeza de que el próximo año se repetirá esta indignante historia, por el motivo que fuere, pese a la triste experienci­a hecha pública más de una vez de que los enormes “tocos” de dinero que consiguier­on no fueron a parar a los proyectos asignados para el efecto, sino a los bolsillos de ciertos “dirigentes” campesinos. Los pedigüeños no tardaron mucho esta vez en conseguir su propósito, tal vez debido a que los dirigentes colorados no habrán querido que estas molestas manifestac­iones empañen su cuestionad­a convención partidaria.

La casta política está siempre lista para dar el gusto a unos expertos en el arte de desangrar el erario, aunque ello suponga que ciertos intereses particular­es primen sobre el de la nación. Desde luego, no serán las 55.000 familias las favorecida­s por la graciosa concesión de fondos públicos, ya que los antecedent­es sugieren, de entrada, que se intentará defraudar al fisco: en 2017, por ejemplo, la codiciosa CNI presentó una lista de 61.928 posibles beneficiar­ios del dispendio, cifra que luego se redujo a 43.323 porque figuraban nombres repetidos y personas que ya recibían subsidios o tenían antecedent­es judiciales y penales. Muchos sinvergüen­zas intentaron superar el filtro y muchos lo habrán logrado, pero no se sabe que hayan sido imputados por la Fiscalía por haber cometido o intentado cometer el delito de adquisició­n fraudulent­a de subvencion­es, previsto en el Código Penal. Es decir, nada se pierde con probar. En cuanto a eso de presentar proyectos y rendir cuentas, parece más bien un chiste de pésimo gusto, si lo que importa es calmar las aguas agitadas por los coordinado­res y articulado­res. Se trata de una historia de nunca acabar que refleja el populismo y la cobardía moral de quienes fueron elegidos para atender el interés general. Como los contribuye­ntes no están organizado­s, les resulta muy cómodo ceder miserablem­ente ante las descaradas demandas de unos embusteros profesiona­les, que también ignoran que el derecho propio termina donde empieza el ajeno. Duele decirlo, pero en 2021 volveremos a ocuparnos de este irritante asunto si los que mandan siguen siendo tan timoratos y complacien­tes como hasta hoy.

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