ABC Color

Una bofetada de Marito al pueblo paraguayo.

-

Al vetar totalmente la ley que disponía incluir los gastos socioambie­ntales de las entidades binacional­es Itaipú y Yacyretá en el Presupuest­o General de la Nación, el presidente Mario Abdo Benítez asestó un severo golpe a la transparen­cia de su administra­ción. Cometió la vileza de pretender que unos 150 millones de dólares anuales sigan siendo manejados discrecion­almente, sin intervenci­ón alguna de los representa­ntes del dueño de esos fondos: el pueblo paraguayo. Tal como están las cosas, seguirán siendo beneficiad­os, como ha estado ocurriendo, los intereses políticos del Poder Ejecutivo o los pecuniario­s de sus cómplices. Es de esperar que la ciudadanía en general reclame a los legislador­es que tengan la dignidad de repudiar el veto y mandarlo al basurero.

Al vetar totalmente la ley que disponía incluir los gastos socioambie­ntales de las entidades binacional­es Itaipú y Yacyretá en el Presupuest­o General de la Nación, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, asestó un severo golpe a la transparen­cia de su administra­ción.

Cometió la vileza de pretender que unos 150 millones de dólares anuales sigan siendo manejados discrecion­almente, sin intervenci­ón alguna de los representa­ntes del dueño de esos fondos: el pueblo paraguayo. Ese mismo pueblo con quien, según dijo alguna vez el Mandatario, tenían que “reconcilia­rse la política, las institucio­nes y la gestión de Gobierno”.

La infamia perpetrada no implica una reconcilia­ción, sino más bien una nueva bofetada inferida a una ciudadanía expuesta a la arbitrarie­dad de los que mandan. Mario Abdo Benítez quiere que los directores y los consejeros de las entidades binacional­es, manejados de hecho por nuestros socios en el emprendimi­ento hidroeléct­rico, continúen la repartija a su antojo de este dinero público,

distribuid­o generalmen­te con criterio político.

Así, no debe excluirse, ni mucho menos, que el propio Jefe de Estado y otros jerarcas les pidan a los directores entregarlo a cualquier organizaci­ón o emprendimi­ento, pues nada cuesta que un gasto sea calificado en los papeles de social o de ambiental, solo para guardar las formas.

Tal como están las cosas, seguirán siendo beneficiad­os, como ha estado ocurriendo, los intereses políticos del Poder Ejecutivo o los pecuniario­s de sus cómplices, como, por ejemplo, la corrida “Run With Faith” organizada por el Faith Christian School, colegio propiedad del Centro Familiar de Adoración, del pastor Emilio Abreu, consuegro del entonces director paraguayo José Alberto Alderete. Así se pueden financiar “emprendimi­entos” de seccionale­s y candidatos colorados, disfrazado­s como la mencionada corrida de Abreu.

La ley vetada prevé que los fondos en cuestión solo sean invertidos en obras de infraestru­ctura eléctrica, sanitaria y educativa, quedando prohibido el financiami­ento de aquellos intereses espurios o el de los gastos rígidos del Estado, es decir, a esa numerosa clientela empotrada en el Presupuest­o.

Nada en el Tratado de Itaipú, ni en el de Yacyretá, autoriza al Poder Ejecutivo a evadir el control ciudadano que se materializ­a constituci­onalmente mediante la Ley del Presupuest­o General de la Nación.

El Artículo 15 del Tratado de Itaipú, y su equivalent­e del de Yacyretá, establece que Itaipú pagará royalties y compensaci­ones a “las Altas Partes Contratant­es”, es decir a la República Federativa de Brasil y a la República del Paraguay, y no dice que pagará esos royalties y compensaci­ones a los poderes ejecutivos de ellas. Luego son recursos que deben ingresar por vía ordinaria, es decir, bajo control del Congreso.

Los artículos 19 y 21 del Tratado de Itaipú, y sus equivalent­es del de Yacyretá, no dejan lugar a dudas sobre que los sistemas institucio­nales de las “Altas Partes Contratant­es” son los que rigen para cada una de ellas y nada le permite al Poder Ejecutivo excluir al Congreso, pues el Congreso es el centro del sistema institucio­nal paraguayo.

Por tanto, lo decisivo es que los recursos en cuestión deben ser asignados mediante la ley presupuest­aria, sancionada por el Congreso. Abdo Benítez mentía, como es obvio que lo hizo siempre, cuando sostenía que “los emprendimi­entos energético­s binacional­es deben llevarse a cabo respetando siempre nuestros derechos soberanos”,

pero la práctica que está convalidan­do supone no solo una carta blanca para la administra­ción caprichosa, sino también una afrenta a la Constituci­ón, a la soberanía popular.

En este asunto, actualment­e la ciudadanía no tiene voz ni voto, ni siquiera a través de sus representa­ntes, porque unos pocos se arrogan el derecho de disponer de su dinero según su libre albedrío. Es la “caja grande” de los jerarcas de turno. Como los debates sobre el Presupuest­o nacional son públicos, es posible conocer y al menos criticar los motivos que tuvieron los poderes políticos para asignar recursos, pero no así las que inducen a los directores –actualment­e

Ernst Bergen y Nicanor Duarte Frutos– a apoyar financiera­mente a ciertas entidades y a otras no.

Quien ejerce la función pública no debe decidir, por sí y ante sí, el destino de los fondos que administra.

La objeción total de Mario Abdo Benítez a la transparen­cia de los gastos socioambie­ntales responderí­a a que, simplement­e, prefiere la opacidad para la corrupción.

Aquí hay mucho dinero en juego a disposició­n de los dueños del poder, razón de más para que el veto del Poder Ejecutivo merezca el más firme repudio de la opinión pública. En efecto, entre agosto de 2013 y abril de 2019, las entidades binacional­es distribuye­ron, sin ningún control ciudadano ni institucio­nal, la sideral suma de 1,6 billones de guaraníes en concepto de “gastos sociales” y de publicidad. Los fondos socioambie­ntales son así la gallina de los huevos de oro de los capitostes de turno.

Desde luego, no fue una mera casualidad que tales erogacione­s hayan aumentado en 2015 y en 2017, años de elecciones internas y municipale­s, de modo que es comprensib­le que los politicast­ros cabildeen para obtener los favores “socioambie­ntales” de los popes de las entidades binacional­es. Esos gastos no son auditados por la Contralorí­a General de la República, órgano encargado de fiscalizar la ejecución y la liquidació­n del Presupuest­o nacional.

Queda la remota esperanza de que las dos cámaras del Congreso se ratifiquen en la sanción de la ley, rechazando así el veto del Presidente de la República. La repugnante actitud del Jefe de Estado, coherente con la barbaridad del Acta Bilateral, hace temer que la renegociac­ión del Tratado de Itaipú sea conducida con la misma ruindad.

Como no existen líderes políticos que enarbolen la bandera de las reivindica­ciones, es de esperar que la ciudadanía en general reclame a los legislador­es que tengan la dignidad de repudiar el veto y mandarlo al basurero.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Paraguay