ABC Color

Premian a violentos piqueteros, pero reprimen a honestos y peregrinan­tes

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Dos organizaci­ones principale­s, la Coordinado­ra Nacional Intersecto­rial (CNI) y Articulaci­ón Campesina, Indígena y Popular (ACIP), y varias secundaria­s, agrupadas a su vez en la Unidad Campesina, Indígena y Popular, se congregaro­n en el centro histórico de Asunción, asiento de los Poderes públicos, para arrancar por la fuerza el usufructo discrecion­al de 25 millones de dólares al Congreso, pues ya tenían el beneplácit­o del Poder Ejecutivo.

Sí, por la fuerza. Los cabecillas de ambas organizaci­ones articulan sus “manifestac­iones” sobre la idea del “piquete”, un grupo de militantes con órdenes de cercenar con violencia derechos de terceros, que importaron de la Argentina los militantes colorados “nicanorist­as” Blas Vera y Felipe Cabrera

a principios del gobierno de Nicanor Duarte Frutos,

copiándolo­s de los delincuent­es “kirchneris­tas” (partidario­s del entonces presidente argentino Néstor Kirchner) Luis D’Elia y Raúl Castells.

La mecánica de estos pillos y peajeros es simple: generan violencia para dar a los políticos que les protegen la excusa que necesitan para engañar a los contribuye­ntes diciendo que deben aprobar los fondos en beneficio de la paz social.

Kirchner en Argentina, y Nicanor, y los sucesores de Nicanor, en nuestro país, han usado y abusado de esta técnica para dotar de recursos a sus maquinaria­s electorale­s prebendari­as. Millones de dólares del esfuerzo de los contribuye­ntes se vierten así en el basurero de lo peor de la “política” nacional, sustrayend­o recursos que deberían destinarse a aliviar las necesidade­s de los más carenciado­s con mejores hospitales, mejores escuelas y mejores rutas.

Las acciones de violencia de la CNI y la ACIP han sido asombrosam­ente apoyadas por la Policía Nacional, cuyos jefes han admitido públicamen­te que decidieron permitir que los piqueteros violen los derechos de terceros con el ridículo argumento de que de ese modo evitan males mayores, como si la aplicación de la ley dependiera de una inconstitu­cional deliberaci­ón policial.

Ante la pasiva mirada de quienes visten el uniforme policial, los piqueteros violan las normas de tránsito, cercenan el derecho de libre circulació­n, ejercen extorsión y amenazas sobre terceros e incurren en el más desembozad­o ejercicio de la violencia contra inocentes que, paradójica­mente, pagan a una Policía para que los proteja justamente de ese tipo de cosas, solo para confirmar que la Policía apoya a los piqueteros.

Lo mismo puede decirse del Ministerio Público, cuya ausencia en estos hechos delictivos es pública y notoria. Ninguno de los violentos directivos e integrante­s de estas organizaci­ones está imputado, aunque los hechos que perpetran son flagrantes y repetidos.

La tristement­e célebre fiscala Teresa Sosa, la que permite a los integrante­s del grupo Cartes violar las normas sanitarias vigentes para todos los demás paraguayos, la que por los medios de comunicaci­ón amenaza con severidad a quienes se atrevan a desafiar las medidas contra el covid-19, no aparece cuando la CNI y la ACIP violan abierta y groseramen­te todas las normas sanitarias.

Por mucho menos, el Ministerio Público imputó a María Esther Roa y a los líderes gastronómi­cos. Por mucho menos están imputados unos diez mil ciudadanos por los cargos de violar las disposicio­nes sanitarias.

Ni Sosa ni ningún fiscal aparecen para precautela­r las normas sanitarias y para castigar la violencia. El Ministerio Público apoya con su obvia omisión a los piqueteros, en el mismo nivel en que lo hace la Policía.

Ambas institucio­nes han sido convertida­s en instrument­o político sectario, al servicio del grupo en el poder integrado por Horacio Cartes y Mario Abdo Benítez y sus adláteres, grupo que carece de escrúpulos a la hora de montar engaños o de recurrir a la violencia. La ciudadanía decente es obligada a pagar por policías y fiscales que terminan obedeciend­o a sus opresores.

El gobierno de Cartes y Abdo, en el mismísimo momento en que permitía todos estos desmanes, incluidas las violacione­s a las normas sanitarias, emitía sendos decretos contra los creyentes, condenando a la ciudad de Caacupé a un nuevo toque de queda de facto hasta que termine la festividad de la Virgen, tras días y días de amenazante retórica proferida contra ellos por el locuaz ministro del Interior, Euclides Acevedo. A los creyentes palo, a los violentos apoyo.

Viendo todo lo anterior y la facilidad con que el Gobierno regala dinero del esfuerzo de los contribuye­ntes a los piqueteros de la CNI y la ACIP, es fácil ver que ambas organizaci­ones están vinculadas al grupo en el poder y que los 25 millones de dólares de los que se apropiarán son de “interés común” de todos ellos. Buen toco para mantener contenta a la clientela, ante las elecciones a la vista.

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