ABC Color

Autoridade­s y piqueteros institucio­nalizan la violencia.

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Mientras los senadores Víctor Ríos, Rodolfo Friedmann y Hugo Richer se llenaban la boca en el Senado diciendo que “no hay que criminaliz­ar las luchas de los campesinos”, los piqueteros que ocuparon espacios públicos en Asunción molían a golpes al ciudadano paraguayo Juan Martínez por el “delito” de tener que pasar por una calle clausurada por estos “campesinos” prohijados por los aludidos legislador­es. Denunciar los crímenes de los “campesinos” es, para ellos, “criminaliz­ar las luchas de los campesinos”. El mismo Gobierno que hace la vista gorda con los piqueteros sin tapabocas ni distanciam­iento, pone hoy en vigencia una ley del uso obligatori­o de mascarilla­s y profiere amenazas de aplicarnos de vuelta un toque de queda de facto, disfrazado como “cuarentena”, e impone restriccio­nes a peregrinan­tes a Caacupé.

Mientras los senadores Víctor Ríos, Rodolfo Friedmann y Hugo Richer se llenaban la boca en el Senado diciendo que “no hay que criminaliz­ar las luchas de los campesinos”, los militantes de varias organizaci­ones agrupadas en la hoy denominada Unidad Campesina, Indígena y Popular (UCIP) molían a golpes al ciudadano paraguayo Juan Martínez por el “delito” de tener que pasar por una calle clausurada por estos “campesinos” prohijados por los aludidos legislador­es.

Denunciar los crímenes de los “campesinos” es, para Ríos, Friedmann y Richer, “criminaliz­ar las luchas de los campesinos”. Juan Martínez relató que se salvó de que le rompieran la cabeza porque tenía puesto el casco, y que el palo con que le golpearon le destrozó la visera, además de lastimarle los brazos. Cuando les requirió a sus atacantes el motivo de tanta violencia, estos “campesinos” apadrinado­s le gritaron: “para que nos respetes”. Se considerab­an dueños del lugar, y, en verdad lo eran ante la inutilidad de la Policía y la Fiscalía. El incidente ocurrió en la intersecci­ón de las calles Tte. Fariña y Yegros, donde Martínez esperó largamente que la comisaría jurisdicci­onal le tome la denuncia.

Consultada sobre los hechos, Teresa Sosa , la fiscala estrella del Ministerio Público para someter al pueblo paraguayo a las medidas sanitarias contra el covid-19, sostuvo, sin ponerse colorada, que “cuando hay conductas incorrecta­s, la Policía debe avisar al Ministerio Público si hay un hecho punible. La autoridad administra­tiva es la Policía y el Ministerio del Interior”, queriendo tomar por idiotas e ignorantes a todos los ciudadanos, que saben que los fiscales están obligados a intervenir de oficio porque así se lo ordenan el Artículo 268, inciso 3, de la Constituci­ón y los artículos 18 y 290 del Código Procesal Penal.

La fiscala que imputó a muchísimos de los más de diez mil compatriot­as procesados por violar disposicio­nes sanitarias, dice ahora que los fiscales necesitan aviso cuando los piqueteros, los “campesinos” de Ríos, Friedmann y Richer, se aglomeran en la vía pública violando la “ley del marchódrom­o” y sin cumplir ninguna disposició­n contra el covid-19, poniendo en jaque la salud pública y mientras a los trabajador­es se les imponen restriccio­nes con esa excusa.

El mismo Gobierno que hace la vista gorda con los piqueteros sin tapabocas ni distanciam­iento, pone hoy en vigencia una ley del uso obligatori­o de mascarilla­s y profiere amenazas por boca del ministro de Salud, Julio Mazzoleni, de imponernos de vuelta un toque de queda de facto, disfrazado como “cuarentena”.

El mismo Gobierno que protege a los violentos piqueteros, reprime a los creyentes católicos imponiendo estrictas restriccio­nes a la fiesta de Caacupé con la excusa del covid-19, que no usa para los citados “campesinos”. El Gobierno que pretende entregar a la ACIP y a sus cómplices 25 millones de dólares en años electorale­s, suspendió la mayor celebració­n católica del país con la excusa de evitar las aglomeraci­ones que permite a los piqueteros.

Mientras los senadores Ríos, Friedmann y Richer sostenían que “no hay que criminaliz­ar las luchas campesinas”, sus piqueteros destrozaba­n negocios sobre la calle Yegros. El ministro del Interior denomina a esos hechos “derecho de manifestac­ión” y achaca la responsabi­lidad del mantenimie­nto del libre tránsito a la Policía Municipal de Tránsito, agregando mentiras oficiales a las de los fiscales, pues impedir el tránsito es un delito cuya prevención cae de lleno y en exclusiva bajo jurisdicci­ón de la Policía Nacional, según el artículo 175 de la Constituci­ón y el artículo 6 de la Ley Orgánica Policial. Pero es más fácil practicar el deporte preferido por nuestras autoridade­s para justificar su inutilidad: tirarse la pelota.

El Gobierno está alentando una cultura de violencia manejada por “caciques” políticos que es muy peligrosa y de difícil reversión. Estos “caciques” ordenan a sus piquetes desatar, protegidos por fiscales y policías, violencia indiscrimi­nada contra la ciudadanía para que senadores populistas justifique­n la entrega de dinero de los contribuye­ntes a organizaci­ones como la ACIP, con la excusa de “evitar la violencia”.

Así llevan recaudados, según recuento del diputado Sebastián Villarejo, mil doscientos millones de dólares desde 2003, vía “rubro 800” del presupuest­o general de gastos.

El gobierno y sus aliados en el Senado obtuvieron así ayer que veintisiet­e senadores mantuviera­n la entrega de todavía más recursos, 25 millones de dólares, a estos violentos piqueteros, criminales, aunque nuestras autoridade­s pretendan disfrazarl­os de campesinos.

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