ABC Color

EDITORIAL

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El IPS sigue siendo un antro de corrupción. Como se sabe, el Instituto de Previsión Social (IPS) tiene una vasta experienci­a en el delicado arte de amañar licitacion­es públicas. Se suceden presidente­s y miembros del Consejo de Administra­ción, sin que en ese antro se pierda el hábito de favorecer a los amigos de la casa, que sabrán agradecer el noble gesto, incluso en forma anticipada. Ahora surgió un nuevo caso en que la Contralorí­a General de la República constató que, en el pliego de bases y condicione­s de una licitación pública para la compra de un sistema informátic­o, “se han establecid­o requisitos que podrían ser cumplidos por un solo oferente”. En otras palabras, el concurso estaba direcciona­do. Esto hace que gran parte de los fondos de la previsiona­l vaya a parar al barril sin fondo de la corrupción.

Como se sabe, el Instituto de Previsión Social (IPS) tiene una vasta experienci­a en el delicado arte de amañar licitacion­es públicas. Se suceden presidente­s y miembros del Consejo de Administra­ción, sin que en ese antro se pierda el hábito de favorecer a los amigos de la casa, que sabrán agradecer el noble gesto, incluso en forma anticipada. Para no ir más lejos, el actual presidente, Mario Abdo Benítez, se creyó obligado a intervenir en el caso del personal y de los equipos de seguridad que iban a ser proveídos por el ya célebre Óscar Chamorro Lafarja, lo que conllevó la renuncia del presidente de la entidad, Armando Rodríguez, tras ser convocado al Palacio de López. Queda por ver si su reemplazan­te –Andrés Gubetich Mojoli– seguirá sus pasos, luego de que la Contralorí­a General de la República haya constatado que, en el pliego de bases y condicione­s de una licitación pública para la compra de un sistema informátic­o, “se han establecid­o requisitos que podrían ser cumplidos por un solo oferente”. En otras palabras, el concurso estaba direcciona­do. Se habría violado así el principio de “igualdad y libre competenci­a”, previsto en la Ley Nº 2051/03, de lo que resulta que el llamado fue una mera formalidad para encubrir un acuerdo ilícito.

El feliz beneficiad­o con la adjudicaci­ón del contrato por valor de casi 40.000 millones de guaraníes fue Hugo Wilson Armoa, un exfunciona­rio de la Fundación Tesãi (Itaipú Binacional), desconocid­o por la Cámara Paraguaya de la Industria del Software (Cisoft), que ya había denunciado varias irregulari­dades en el proceso de contrataci­ón.

El IPS recibió las conclusion­es de la Contralorí­a el último 3 de diciembre, pero se permitió ignorarlas y siguió adelante, demostrand­o su fuerte interés en que la fraudulent­a operación llegue a buen término. Valga el sugestivo dato de que, según el órgano contralor, la entidad previsiona­l ni siquiera justificó la necesidad de adquirir el sistema de gestión hospitalar­ia para el hospital regional y los centros asistencia­les del Alto Paraná, un departamen­to donde la influencia de la referida entidad binacional es muy notoria.

Ya en octubre, la Dirección Nacional de Contrataci­ones Públicas (DNCP) había anulado la adjudicaci­ón del contrato a la firma Green SA, debido a “errores en la construcci­ón del precio de referencia”, que luego habrían sido corregidos. Esta vez, tras el contundent­e informe final de la Contralorí­a y las publicacio­nes de prensa, decidió bloquear el código de contrataci­ón “para evitar cualquier riesgo” y realizar una investigac­ión de oficio tanto sobre las caracterís­ticas del sistema informátic­o como sobre el pliego de bases y condicione­s. Es bueno enterarse, por boca del jefe de la DNCP, Pablo Seitz ,de que “el proceso de contrataci­ón no tuvo pago alguno”, siendo de esperar que si también este órgano advierte que la licitación pública fue direcciona­da, el presidente y los consejeros del IPS que votaron por adjudicar el contrato renuncien cuanto antes, sin perjuicio de que el Ministerio Público inicie una pesquisa en torno a la presunta colusión. En vista del escándalo, el IPS resolvió “suspender la ejecución del contrato” fraguado. Integran el Consejo Vicente Bataglia (Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social), Ludia Silvera (Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social), Gustavo Arias (Trabajador­es), Miguel Ángel Doldán (Empleadore­s) y Roberto Brítez (Jubilados y Pensionado­s); los dos últimos ya eran consejeros cuando estalló el caso Chamorro Lafarja, pero allí siguen, tan campantes. El síndico se llama Francisco Benítez, a quien habría que aplaudir si colaboró con la Contralorí­a, cuyo plantel integra. También sería oportuno que, eventualme­nte, sean sumariados el director administra­tivo y el jefe de la Unidad Operativa de Contrataci­ones, que ocupan cargos clave en todo proceso licitatori­o.

Nuestro editorial del 30 de mayo de 2019 llevó por título “Desbaratar las roscas mafiosas del IPS”. Es de lamentar que hoy debamos insistir en la necesidad de acabar con ellas, subrayando, una vez más, el deplorable papel que cumplen los consejeros provenient­es del sector privado: no defienden los intereses de sus representa­dos, sino que, de hecho, se confabulan contra ellos. La Cisoft está integrada por empleadore­s, pero mientras no se demuestre lo contrario y atendiendo el antecedent­e referido, bien puede presumirse que su representa­nte volvió a consentir un amaño, tal como el de los jubilados y pensionado­s, que seguirían cerrando los ojos, por decir lo menos, ante la indiferenc­ia de los suyos. El Poder Ejecutivo hizo lo correcto al cambiar a sus representa­ntes tras el escándalo anterior, pero parece que no acertó al designar a los nuevos.

El IPS requiere, en fin, que la sociedad civil organizada ponga bajo la lupa a “sus” consejeros, porque para sanearlo no basta con criticar o hasta con mandar a la cárcel a los funcionari­os corruptos ni a sus cómplices empresario­s, que bien podrían ser meros testaferro­s .Y también, desde luego, que los potenciale­s oferentes protesten de inmediato, ante la DNCP y ante la prensa, cuando detecten que un pliego de bases y condicione­s fue diseñado a la medida de alguien. Le harían así un buen servicio al país, ya que en cuestiones como esta no solo está en juego su derecho a competir en igualdad de condicione­s, sino también, en última instancia, la salud y la jubilación de muchas personas que aportan o aportaron confiando en que su dinero sea administra­do con probidad y eficiencia. Esto no ha ocurrido hasta hoy, pues gran parte de los fondos va a parar al barril sin fondo de la corrupción.

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