ABC Color

La red de Cartes

- Enrique Vargas Peña evp@abc.com.py

Estamos de nuevo ante un intento de reelección de Horacio Cartes, el segundo pero no el último, ahora por la vía de una Convención Nacional Constituye­nte, que sus cómplices pretenden convocar con las excusas de mejorar la Justicia y profundiza­r la descentral­ización.

Suena demasiado bien, demasiado atractivo. Pero se trata de una tentación simplement­e, que oculta el veneno de la reelección y que desconoce qué es una Constituci­ón.

Una Constituci­ón, decía Fernando Lasalle, es un delicado, precario, y precioso equilibrio alcanzado por los factores de poder y el pueblo que establece un modo de convivenci­a mutuamente aceptable. Una Constituci­ón no funciona si no tiene eso, solo funciona si tiene eso y no se logra en cualquier momento, sino en esos momentos únicos de la Historia de las comunidade­s en que ellas logran ese mínimo consenso.

Las decenas o los centenares de Constituci­ones de América Latina, África, Asia y Europa demuestran y confirman lo sostenido por Lasalle: No es cierto que redactar una Constituci­ón haga funcional a una Constituci­ón;

el momento del consenso y del compromiso lo hacen, y nada más.

Por eso funcionó hasta ahora la Constituci­ón de Estados Unidos, que no sé si seguirá funcionand­o en lo sucesivo pues ya no hay consenso en el país del norte, y por eso muy pocas Constituci­ones merecen ese nombre, entre ellas la nuestra, que funciona porque se redactó en aquel momento único de nuestra Historia.

Nuestra Constituci­ón contiene muchas cosas que disgustan a unos por esto, a otros por aquello, pero establece el delicado equilibrio entre los factores de poder y el pueblo que la hacen funcional y ese equilibrio no puede afectarse gratuitame­nte; modificarl­o romperá el consenso mínimo indispensa­ble y nos sumergirá en una nueva noche autoritari­a.

Cartes quiere la reelección, pero no la quieren todos los paraguayos. Supongamos que una mayoría la quiera, cosa que ni por asomo ocurre, aún así rompería el equilibrio que nos ha permitido vivir en paz, en libertad y en prosperida­d la mayor parte de los últimos casi treinta años, el más largo periodo continuo de paz, libertad y prosperida­d de toda nuestra Historia.

Pero a Cartes no le importa la paz, ni la libertad, ni la prosperida­d.

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