Usurpan la voluntad popular para vivir a costa del pueblo.
Nuestro país vive en el atraso respecto de la gran mayoría de las naciones del mundo. La vida de los ciudadanos paraguayos dista mucho del ideal que los constituyentes plasmaron en la Carta Magna en 1992. El panorama desolador que les oprime se caracteriza por un pésimo servicio en todos los niveles, como consecuencia de un esquema de corrupción enquistado en cada rincón de la sociedad, pero este mal tiene mucho más impacto en la vida de las personas cuando proviene de los gobernantes. Estos supuestos representantes de la voluntad popular no representan a nadie, son asaltantes de la democracia, vulgares ladrones que se disfrazan de políticos, jueces, fiscales, presidentes, directores o ministros.
Nuestro país vive en el atraso respecto de la gran mayoría de las naciones del mundo.
Los servicios de salud, educación, justicia, transporte, fuentes de trabajo, vivienda, protección del medio ambiente, seguridad social, aspectos garantizados por la Constitución Nacional, deben ser concretados por los gobernantes,
quienes deben encargarse de que el ciudadano reciba todo eso con calidad. Eso es lo que garantiza un bienestar general en el ser humano, lo cual le permite desarrollarse en los diversos ámbitos de la vida, para luego ser útil a la sociedad contribuyendo a la misma.
La vida de los ciudadanos paraguayos dista mucho de este ideal que los constituyentes plasmaron en la Carta Magna en 1992
. El panorama desolador que oprime a los ciudadanos paraguayos se caracteriza por un pésimo servicio de salud para unos pocos y ninguna asistencia para la gran mayoría, una justicia similar a un monstruo depredador, respeto inexistente al medio ambiente, educación en decadencia, entre otras miserias.
Esta realidad cruel es la consecuencia de un esquema de corrupción enquistado en cada rincón de la sociedad, pero este mal tiene mucho más impacto en la vida de las personas cuando proviene de los gobernantes.
Estos aniquiladores de la esperanza llegan al poder usando el sistema electoral democrático, mediante dinero sucio, con el cual compran en las elecciones generales, departamentales y municipales, mesas, cédulas, así como todo lo necesario para lograr un cargo. Es por ello que al llegar al poder, sea en el Legislativo, Ejecutivo o Judicial,
su objetivo es recaudar dinero a como dé lugar, volverse ricos para seguir comprando voluntades, juicios, licitaciones,
etc. Estos supuestos representantes de la voluntad popular no representan a nadie,
son asaltantes de la democracia, vulgares ladrones que se disfrazan de políticos, jueces, fiscales, presidentes, directores o ministros.
A diferencia de lo que sucede en naciones realmente democráticas, donde el Estado de Derecho es el sistema que funciona en beneficio de la población, en los que se observa a altos mandatarios vivir modestamente, movilizarse en vehículos sin lujo, caminar por las calles,
en el Paraguay los gobernantes viven en la opulencia, ostentando lo robado, transitando las calles destrozadas en lujosas camionetas polarizadas, escoltados por guardias. No conocen las penurias del paraguayo honesto, a quien le roban el derecho a una vida digna en cada elección
.Es por eso que, por cobardía ante el escrache, la gran mayoría de los políticos no se muestra en público salvo que sea en actos organizados por ellos mismos. Los políticos no utilizan los servicios de salud pública porque saben que los medicamentos y demás recursos necesarios no existen, porque el dinero destinado para eso lo desvían para otros asuntos de su interés clientelista. Tampoco se preocupan cuando deben enfrentar a la Justicia,
donde encontrarán al correligionario indicado para someter al fiscal o juez que les toque, o lo comprarán por su precio.
El pueblo debe rebelarse ante esta opresión de estafadores que hacen creer que ganan elecciones, simulan ser populares en actos multitudinarios pagados, recorridos por barrios humildes repartiendo migajas a sus habitantes,
para luego robarles todas sus oportunidades durante cinco años, desde hace décadas.
La perversidad de un sistema electoral manejado por corruptos es el tumor maligno que corroe los cimientos del Estado de Derecho, aumentando la pobreza, la inequidad, el abuso, los delincuentes políticos enriquecidos a costa de la gente honesta. Extirparlo es el gran desafío de quienes construyen decentemente el Paraguay con honestidad.
Decir basta a los usurpadores de la voluntad popular es derecho legítimo de los verdaderos patriotas.