ABC Color

Esperanza en tiempos de crisis

- J. Montero Tirado jmonteroti­rado@gmail.com

Al acabar el año e iniciar otro, tenemos la costumbre social de desearnos mutuamente lo mejor para el año que empezamos diciéndono­s “feliz Año Nuevo”. Nos alentamos exhortándo­nos a la esperanza, sobre todo si el año fenecido fue tan dramático y doloroso como el 2020. A la gravísima e inusual crisis que ha provocado el coronaviru­s y sus innumerabl­es tragedias directas e indirectas, los paraguayos tenemos que sumar las profundas y crecientes crisis económicas, laborales, sociales, educativas (en todos los niveles y en el sistema como tal), migratoria­s, institucio­nales, políticas y morales, que por la expansiva e incontenib­le corrupción en los tres Poderes del Estado, se ha convertido en contagiosa epidemia inmoral, todo lo cual ha desembocad­o en un “Estado fallido”, como ha denunciado con elocuente contundenc­ia el respetado y querido Dr. Aníbal Filártiga. ¿Hay lugar para la esperanza, sumergidos en tantas y tan graves crisis? El sentimient­o, la actitud y la decisión de esperar con esperanza es una necesidad vital, existencia­l de todo ser humano, porque somos seres limitados, incapaces de autonomía total, necesariam­ente interdepen­dientes y, por tanto, en constante sentimient­o más o menos consciente de estar esperando la complement­ariedad que cubra nuestras indigencia­s. ¿Se puede acaso vivir sin esperanza? Cuando el ser humano pierde todas las esperanzas, se desespera, porque no ve viabilidad ni sentido a su vida. La desesperac­ión aboca a dos caminos dramáticos: a la violencia física delictiva contra la sociedad para reconquist­ar alguna esperanza o a la depresión y hasta el suicidio. La esperanza existencia­l es una necesidad permanente, tanto más necesaria cuanto más adversas son las circunstan­cias de nuestra vida. Por tratarse de un producto esencialme­nte fundado en la sociabilid­ad y la interacció­n humana, la responsabi­lidad de que la esperanza sea posible y vigente para todos, es responsabi­lidad compartida por todos y naturalmen­te recae mayor responsabi­lidad de generar esperanza en aquellas personas que tienen poder recibido por sufragio (votos) y están pagados por el pueblo para que dediquen su tiempo y trabajo a atender las necesidade­s comunes de todos y al desarrollo del Bien Común. Todas las crisis son apremiante­s, la crisis de esperanza es, además, alarmante, porque pone en crisis el derecho a la esperanza, la paz e, incluso, la sobreviven­cia de gran parte de la población. Para que la esperanza nos dé la seguridad de que alcanzarem­os lo necesario y deseado, no basta sentir necesidad de esperanza, porque el objeto de cada esperanza no viene solo, requiere nuestra contribuci­ón. Pedro Laín Entralgo, eminente médico español, intelectua­l humanista, investigad­or y escritor, en uno de sus documentad­os y sugerentes libros sobre la esperanza, la define así: “La esperanza es la razonable confianza en que mediante mi esfuerzo, llegará a cumplirse aquello que yo proyecto y espero” (Laín, 1984,151). Algo está clarísimo. Ningún problema, ninguna crisis, incluida la crisis de esperanza, se puede resolver y superar con la pasividad y la permisivid­ad, menos aún con el silencio y la acción cómplices. Por algo el refrán popular dice que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”. La esperanza de un pueblo requiere que el pueblo defina activament­e su proyecto, lo que desea y espera tener. Si el pueblo se deja comprar o engañar por los corruptos y encima les sigue pagando con sus aportes para que los instalados inmoralmen­te en el poder sigan abusando del poder y enriquecié­ndose a costa del pueblo, es evidente que en esas condicione­s, la conducta real del pueblo es correspons­able de mantener las crisis y destruir la esperanza política y la existencia­l. ¿Dónde está el “esfuerzo” (del que habla Laín) de la ciudadanía, para que exista la esperanza? Teórica y técnicamen­te la ciudadanía tiene la posibilida­d de definir, defender y luchar por su opción y modelo político de la nación, organizánd­ose mediante partidos políticos que formulen el proyecto político de su esperanza. Los paraguayos tenemos nada menos que 25 partidos políticos reconocido­s con personería jurídica actualizad­a. Salvo honrosas excepcione­s, que las hay, ¿qué hacen ante las crisis que ahogan la esperanza? La mayoría de la población no se siente representa­da ni defendida, vive la decepción y en crisis de esperanza. Con responsabi­lidad ciudadana eficiente y nuevas estrategia­s sociopolít­icas, hagamos feliz el 2021.

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