ABC Color

Gastan a cuenta de la renegociac­ión de Itaipú.

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En la última década, los Gobiernos de turno, con la correspons­abilidad de las distintas corrientes políticas en el Congreso, casi sin excepción, han estado incrementa­ndo desmedidam­ente el gasto público y endeudando irrefrenab­lemente al país, especialme­nte en 2020 con la excusa del covid. Si la situación ya era preocupant­e antes, se volvió angustiant­e ahora. El déficit trepó al 7,2% del PIB, cinco veces por encima del tope de la ley de responsabi­lidad fiscal, y la deuda se disparó a 12.000 millones de dólares, 33,5% del PIB, cuatro veces más que en 2010. Hablan de reformas y de un plan de convergenc­ia para volver a un relativo equilibrio en un lapso de cuatro años, pero ni ellos mismos se creen. Sin decirlo, en realidad apuestan todas las fichas a un supuesto as bajo la manga: Itaipú, cuyo Anexo C debe revisarse en 2023. Nadie puede predecir el resultado de esta negociació­n, pero los políticos hace rato han comenzado a gastar a cuenta.

En la última década, los Gobiernos de turno, con la correspons­abilidad de las distintas corrientes políticas en el Congreso, casi sin excepción, han estado incrementa­ndo desmedidam­ente el gasto público y endeudando irrefrenab­lemente al país, especialme­nte en 2020, con la excusa del covid. Si la situación ya era preocupant­e antes, se volvió angustiant­e ahora.

El déficit trepó al 7,2% del PIB, cinco veces por encima del tope de la ley de responsabi­lidad fiscal, y la deuda se disparó a 12.000 millones de dólares, 33,5% del PIB, cuatro veces más que en 2010. Hablan de reformas y de un plan de convergenc­ia para volver a un relativo equilibrio en un lapso de cuatro años, pero ni ellos mismos se creen. Sin decirlo, en realidad apuestan todas las fichas a un supuesto as bajo la manga: Itaipú.

El 13 de agosto de 2023 se cumplirán 50 años de vigencia del Tratado de Itaipú, plazo establecid­o para la revisión de los términos de su Anexo C. Pocos tienen una idea acabada de qué exactament­e ello significa y ciertament­e nadie puede predecir el resultado de la próxima negociació­n, pero los políticos hace rato han comenzado a gastar a cuenta.

El Anexo C del Tratado de Itaipú regula las bases financiera­s y la prestación de servicios de electricid­ad de la hidroeléct­rica binacional. Allí se establece, por un lado, que la central trabajará sin fines de lucro, es decir, su tarifa será igual a la totalidad de sus costos.

Actualment­e la tarifa de Itaipú es de 43 dólares el megavatio/hora (cifra aproximada, ya que Itaipú vende potencia, no directamen­te electricid­ad), con lo cual debe cubrir amortizaci­ón, intereses y comisiones de su deuda, cuyo saldo ronda aún los 5.000 millones de dólares, y todos sus gastos de operación, incluidos el pago de personal, equipamien­to, servicios, mantenimie­nto, como también royalties y los llamados “gastos sociales”. (En la práctica la tarifa que paga la ANDE puede bajar a un promedio de 30 dólares el MW/h debido a que contrata una porción de energía “no garantizad­a”, que es más barata).

Por otro lado, el Anexo C también establece que toda la potencia debe estar contratada por la ANDE y Eletrobras, o por las empresas por estas designadas, y que si una parte no va a usar su 50% debe cederle a la otra su excedente a cambio de una compensaci­ón.

En números redondos Itaipú, con una capacidad instalada de 14.000 MW (disponible 12.135), genera entre 70 y 100 millones de MW/h por año, de los cuales supuestame­nte el 50% correspond­e a Paraguay. Pero como la ANDE nunca ha alcanzado a usar su mitad, Eletrobras se queda con los excedentes paraguayos y Brasil paga a Paraguay una “compensaci­ón” que más se parece a una migaja si se la compara con el precio de mercado de la energía, aun después del acuerdo Lugo-Lula del que tanto se jactan los luguistas.

La ANDE apenas ha consumido el 8% de la energía de Itaipú desde que comenzó a generar en 1984. Hoy consume alrededor del 20% del total, lo que equivale al 40% de su mitad, con lo cual Eletrobrás se sigue llevando anualmente entre 21 y 30 millones de MW/h que son de Paraguay.

Lo ideal sería que, tras la renegociac­ión, Brasil accediera a pagar el precio de mercado por el excedente paraguayo. Para entonces, según el cronograma de amortizaci­ón, la deuda de Itaipú estará saldada, por lo que se estima que su tarifa (precio de costo) debería bajar de 43 a unos 17 dólares el MW/h (depende mucho de la generación, pero para tener una idea). Si se considera que el precio de mercado regional de electricid­ad es de 100 dólares el MW/h o más, Brasil tendría que pagar 17 dólares a Itaipú y 83 a Paraguay. Por 21 millones de MW/h, nuestro país debería percibir cuando menos 1.743 millones de dólares al año, contra los 200 o 300 millones que percibe actualment­e, ya con el “generoso” aumento de la compensaci­ón que le concedió Lula a Lugo, de 3 a 9 dólares el MW/h.

A eso están apostando calladamen­te los Gobiernos, los políticos y no pocos analistas, con la codiciosa ilusión, por decir lo menos, de que hay mucho margen para despilfarr­ar (y robar) ahora, total pronto lloverán ingresos de Itaipú que permitirán hacer borrón y cuenta nueva.

De más está decir que una cosa es cifrar expectativ­as en ello, y otra muy distinta conseguirl­o. Brasil es un país poderoso y Paraguay tiene pocas herramient­as efectivas para imponer su posición, por mucha razón que le asista. Pero aun si la negociació­n realmente arrojara importante­s beneficios para el país, que ojalá sea el caso, esos recursos deberían ser utilizados para el desarrollo nacional, para construir infraestru­ctura, para elevar el potencial de crecimient­o, para expandir las oportunida­des de las próximas generacion­es, no para saldar las hipotecas del pasado.

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