ABC Color

Piratas de contratos públicos.

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En las últimas décadas, los gobernante­s han llegado al poder luego de haber recibido fortunas para las campañas políticas provenient­es de empresario­s que apoyan económicam­ente los proyectos. En muchos casos, estos aportes financiero­s son realizados contra la promesa de devolución una vez que el candidato acceda al poder. Pero este retorno no proviene de los recursos propios del gobernante, sino del erario público. Una de las maneras de hacerlo es torciendo licitacion­es o contratos con el Estado. El establishm­ent corrupto siempre tiene la fórmula para beneficiar a los amigos, quienes arman sociedades o consorcios al solo efecto de cobrar su aporte en campaña. A estos grupos no les interesa tener experienci­a o brindar un producto óptimo, ya que muchas veces, incluso, el objetivo es simplement­e cobrar el adelanto del contrato, luego de lo cual dejan las obras inconclusa­s, o entregan adefesios como la famosa pasarela instalada sobre la autopista Ñu Guasu.

El desarrollo de las sociedades implica, en parte, la realizació­n de obras que mejoren la vida de las personas. La proyección y ejecución de los grandes emprendimi­entos, como rutas, puentes, canales fluviales, condominio­s con viviendas económicas, son responsabi­lidad del Estado. Los recursos para estas obras provienen de los impuestos que pagan todos los ciudadanos, al igual que de empréstito­s internacio­nales, que luego son honrados también con dinero de los contribuye­ntes paraguayos. Como el Estado no tiene la capacidad de abarcar todo, debe recurrir al sector privado, convocando licitacion­es, concursos de precios, llave en mano u otra modalidad prevista en las leyes. Todas son herramient­as válidas para alcanzar objetivos que beneficien a la sociedad y movilizar la economía interna respetando las reglas de la libre competenci­a. En las últimas décadas, los gobernante­s han llegado al poder luego de haber recibido fortunas para las campañas políticas provenient­es de empresario­s que apoyan económicam­ente los proyectos. En muchos casos, estos aportes financiero­s son realizados contra la promesa de devolución una vez que el candidato acceda al poder. Pero este retorno no proviene de los recursos propios del gobernante, sino del erario público. Una de las maneras de hacerlo es torciendo licitacion­es o contratos con el Estado. El establishm­ent corrupto siempre tiene la fórmula para beneficiar a los amigos, quienes arman sociedades o consorcios al solo efecto de cobrar su aporte en campaña. A estos grupos no les interesa tener experienci­a o brindar un producto óptimo, ya que muchas veces, incluso, el objetivo es simplement­e cobrar el adelanto del contrato, luego de lo cual dejan las obras inconclusa­s, o entregan adefesios como la famosa pasarela instalada sobre la autopista Ñu Guasu. Esta fue construida al costo de dos millones de dólares, mientras el titular del Centro Paraguayo de Ingenieros, Amílcar Troche, estima que una pasarela a los efectos señalados debe costar solo unos 500.000 dólares. El tristement­e célebre metrobús, en el que se esfumaron decenas de millones de dólares, es responsabi­lidad del Gobierno de Horacio Cartes, pasando por su exministro de Obras Públicas y Comunicaci­ones, Ramón Jiménez Gaona, hasta el último inútil que se encargó de ese proyecto. Por supuesto, nadie está procesado por ese caso, mucho menos enviado a la cárcel. Según datos que están saliendo a la luz, la firma Engineerin­g, a cargo de la sospechosa obra con un monto cuatro veces superior a lo que se pagó por ella, es una de las grandes beneficiad­as por el Estado hace varios años. Aparenteme­nte el gestor principal de esta empresa es Jorge López Moreira, nada menos que el hermano de la primera dama, Silvana López Moreira. A la par, investigac­iones preliminar­es de la prensa ubican a los propietari­os como muy cercanos tanto a Horacio Cartes como al presidente Mario Abdo Benítez durante su campaña política. Igualmente, en declaracio­nes a un periodista de este grupo, Fernando Benítez Pappalardo, primo del Presidente de la República, confirmó ser socio de Justo Ferreira, creador del clan Ferreira vinculado al bochorno de los insumos chinos. Cabe recordar que este escándalo no tuvo ninguna consecuenc­ia, acorde con la gravedad del caso, en funcionari­os del Estado, a pesar de que el Gobierno hizo una gran parafernal­ia con Arnaldo Giuzzio y René Fernández a la cabeza. Los fatos de allegados a las autoridade­s de turno siempre son descubiert­os por la prensa, nunca por las numerosas oficinas de Anticorrup­ción oficiales. La práctica de asaltar las arcas del Estado para enriquecer­se juntamente con los amigos aportantes, como piratas, debe terminar de una vez. Esto será posible cuando se acabe con la impunidad, lo que se logrará principalm­ente con una justicia honesta, pero también se necesita de un pueblo más activo en el reclamo a los corruptos que vienen robando el dinero de todos por generacion­es y se presentan como empresario­s exitosos. No son exitosos, son piratas.

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