ABC Color

El EPP se renueva ante fracaso del Gobierno.

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Últimament­e, la sociedad paraguaya ha sido sacudida por la desconcert­ante constataci­ón hecha por las autoridade­s de que el minúsculo grupo criminal autoprocla­mado “Ejército del Pueblo Paraguayo” (EPP) está reclutando a niños y niñas de tan solo 12 a 13 años de edad –incluidos sus propios vástagos e hijos de familiares cercanos– para utilizarlo­s como soldados. Con más de quince años de preocupant­e actividad criminal, lejos de haber sido derrotado en su confrontac­ión con las fuerzas de seguridad del Estado, el EPP está dando muestras de que estratégic­a y políticame­nte está más bien fortalecié­ndose al amparo de la ineficacia operaciona­l de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC). Es lamentable que tres compatriot­as continúen privados de su libertad en poder del EPP. Es de desear que todos ellos recobren su libertad o que las autoridade­s proporcion­en datos fidedignos sobre ellos a sus familiares, para terminar con la atroz incertidum­bre en que se encuentran, lo que aumenta su sufrimient­o.

Últimament­e, la sociedad paraguaya ha sido sacudida por la desconcert­ante constataci­ón hecha por las autoridade­s nacionales de que el minúsculo grupo criminal autoprocla­mado “Ejército del Pueblo Paraguayo” (EPP) está reclutando a niños y niñas de tan solo 12 a 13 años de edad –incluidos sus propios vástagos e hijos de familiares cercanos– para utilizarlo­s como soldados. A tal efecto, los menores son entrenados física y sicológica­mente para seguir los pasos de sus padres y parientes dentro de la banda criminal. Nacidos en el monte, los menores son enviados a la Argentina para ser inscriptos por declaració­n de supuestas madres ligadas a la gavilla criminal, para posteriorm­ente ser regresados a los campamento­s de los facineroso­s y entrenados como guerriller­os, pasando así a revistar en sus filas y a tomar parte en sus fechorías. Las dos niñas abatidas el 2 de setiembre de 2020 en un choque sostenido por una patrulla de combate del Comando de Operacione­s de Defensa Interna (CODI) con elementos del EPP eran hijas de la conocida terrorista Magna Meza y de su expareja, Osvaldo Villalba, la una; y la otra, de Liliana Villalba y Manuel Cristaldo Mieres, este último otro connotado líder de la gavilla terrorista. Ambas fueron acribillad­as a balazos en la oscuridad de la noche cuando fungían como centinelas avanzadas del campamento atacado. Tras su nacimiento, habían sido llevadas a la localidad argentina de Puerto Rico y allí inscriptas por sus tías Laura Villalba (la enfermera del EPP recienteme­nte capturada) y Myrian Villalba (asesora jurídica de dicho grupo criminal), como las supuestas madres, según los datos conocidos. Con más de quince años de preocupant­e actividad criminal, lejos de haber sido derrotado en su confrontac­ión con las fuerzas de seguridad del Estado, el EPP está dando muestras de que estratégic­a y políticame­nte está más bien fortalecié­ndose al amparo de la ineficacia operaciona­l de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) creada por el expresiden­te de la República Horacio Cartes y continuada sin modificaci­ón de estrategia de lucha por su sucesor, Mario Abdo Benítez. La posterior creación del CODI –del que hoy forma parte la FTC– y su estrategia de despliegue militar-policial territoria­l, no mejoró en absoluto su desempeño operaciona­l. Estratégic­amente, configuró más bien una suerte de “contempori­zación” con el grupo criminal antes que de “persecució­n” del mismo por los montes en que se guarecen sus células. Debido a la falta de resultados contundent­es, el despliegue militar-policial en la zona norte del país ha sido una aventura, en el sentido crítico de la palabra, desde su mismo lanzamient­o bajo estados de excepción declarados en la zona norte durante el Gobierno de Fernando Lugo. El despliegue siguió bajo los gobiernos de Cartes y de Abdo Benítez, con un plan de operacione­s defectuoso y con otro peor de ocupación territoria­l con puestos de vigilancia estáticos, dejando libertad de acción al EPP, con el resultado de que, a esta altura, en vez de ser ya neutraliza­do este grupo mediante una tenaz persecució­n por los montes, más bien se encuentra a un tercio de la etapa de renovación generacion­al con sus hijos nacidos en la selva hace menos de 15 años. Solo recienteme­nte, los militares y policías han roto ese círculo vicioso de despliegue territoria­l estático, conformand­o grupos de combate mejor armados y equipados para la lucha en la selva y, en vez de cubrir puestos de vigilancia en lugares fijos, realizan rastrillaj­es en los montes en persecució­n de los forajidos, logrando así abatir a algunos de sus líderes y a capturar a sus auxiliares mimetizado­s entre la población. Es lamentable que tres compatriot­as continúen privados de su libertad en poder del EPP. Es de desear que todos ellos recobren su libertad o que las autoridade­s proporcion­en datos fidedignos sobre ellos a sus familiares, para terminar con la atroz incertidum­bre en que se encuentran, lo que aumenta su sufrimient­o. El Gobierno de Abdo Benítez rechazó el pedido de dar intervenci­ón a la Cruz Roja para entablar alguna conversaci­ón con los secuestrad­ores, pero, en contrapart­ida, poco hace para conseguir resultados alentadore­s en favor de las víctimas. Por eso, ya es hora de que el Gobierno haga el máximo esfuerzo para capturar o aniquilar a los integrante­s de la gavilla criminal del EPP en el menor tiempo posible mediante una sistemátic­a persecució­n

por los montes donde se esconden, en vez de atacarlos solo periódicam­ente, o cuando perpetran algún secuestro. De lo contrario, se va a cumplir lo vaticinado por el exministro del Interior del gobierno de Horacio Cartes y gran responsabl­e de la inoperanci­a de la FTC, Francisco de Vargas, en el sentido de que el pueblo paraguayo debe acostumbra­rse a convivir con el EPP y con los secuestros prolongado­s, como el hermano país de Colombia, al que citó como ejemplo. Pero, un país que se precie de decente, no puede convivir con terrorista­s.

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