ABC Color

¿Reforma Constituci­onal, ahora?

- Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

El diputado cartista Walter Harms destapó la caja de los truenos: quiere la reforma de la Constituci­ón Nacional. Agrega que es el momento adecuado para el debate. Su idea es la que todos conocen desde que Cartes, a regañadien­tes, dejó el poder: incluir la reelección presidenci­al. Pero va por más: la eliminació­n del Consejo de la Magistratu­ra, el Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s y quitarle algunas atribucion­es al Congreso. Harms dice desconocer “que el cartismo tenga una hoja de ruta” para impulsar la reforma. Es posible que no tenga una sino varias.

El afán ilegal de la reelección condujo a Cartes, junto con 25 senadores, a consumar una tragedia que hasta hoy golpea a la ciudadanía honrada: el asesinato de un joven, las serias lesiones a un diputado, y las heridas a muchas personas que se alzaron en defensa de la Constituci­ón a más del fuego que amenazó al edificio del Congreso.

Es de reconocer que ahora el cartismo ha cambiado de rumbo y busca por el lado civilizado la reforma constituci­onal. Pero no es para aplaudirlo, por estos motivos:

1) Las personas preocupada­s por el país consideran inoportuna la intención cartista. Tenemos demasiados problemas como para distraerno­s en un tema que, hoy, no es la prioridad nacional. Estamos llegando al tope de la pandemia que ocasiona daños irreversib­les en lo económico y social. Y lo reversible llevará años repararlo de acuerdo con los entendidos.

2) La eliminació­n del Consejo de la Magistratu­ra y del Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s. El problema no está en las institucio­nes sino en los individuos que las manejan. Los convencion­ales de 1992 tuvieron la intención de instalar un Consejo que estuviera fuera del alcance del Ejecutivo –como ha sido en tiempos de la dictadura– con la función de integrar una terna con los mejores aspirantes para elevarlos a la función judicial. Pero en cada elección los buenos propósitos naufragan en la corrupción. Los arreglos políticos desarregla­n la Constituci­ón. El error de los convencion­ales ha sido incorporar a los políticos en el Consejo y en el Jurado. No porque sean políticos, sino por sus inclinacio­nes inatajable­s hacia la inmoralida­d. Se creyó que la presencia de senadores y diputados le darían a las dos entidades una cierta honorabili­dad;

3) Pensar en borrar el Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s y el Consejo de la Magistratu­ra porque sus miembros no cumplen con su función legal y ética, equivaldrí­a a suprimir, por los mismos motivos, la Cámara de Diputados o de Senadores;

4) El diputado cartista quiere debilitar al Parlamento en provecho del Ejecutivo, segurament­e con el ojo puesto en que su líder volverá a la Primera Magistratu­ra. Esta posibilida­d siempre existe, por lo menos hasta que le dure su enorme fortuna. Y nada hace suponer que vaya a perderla.

Un ejecutivo fuerte y un parlamento débil son la identidad de las dictaduras. Una reelección presidenci­al clavada a la reforma podría tener a Cartes 10 años en el poder, de mantenerse los cinco actuales por período. Como no hay retroactiv­idad de las leyes, no podrá contarse el tiempo anterior. No es posible pensar en el “olvido” del señor Harms de limitar en “su” Constituci­ón la cantidad de reeleccion­es. Habrá tenido en cuenta la enmienda de la Constituci­ón de 1967: “Podrá ser reelecto”. Y así hasta la perpetuida­d o hasta un golpe de Estado. ¿Estos hechos son del pasado y no debe preocuparn­os? En nuestro país el pasado es el presente y el futuro. Un político que no piensa por cuenta propia, que actúa a control remoto, haga lo que haga despertará siempre la justa desconfian­za.

¿De dónde saca el señor Harms que “ahora es el momento adecuado” para reformar la Constituci­ón? ¿Y los muchos problemas pendientes de estudio, debate, soluciones? El momento es adecuado para pensar y actuar con sensatez.

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