Más y menos conversación
Mc 1,14-20
Jesús nos hace una urgente invitación y grave advertencia: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la buena noticia”.
Que el tiempo pasa rápidamente es una constatación que hacemos todos los días y las realidades del mundo se van arrugando, como nuestra cara, nos guste o no. San Pablo afirma con profundidad: “La apariencia de este mundo es pasajera”.
De por sí, esta dramática realidad tendría que impulsarnos a buscar los valores auténticos, abandonando las pavadas y vanidades, en una palabra: querer la conversión del corazón.
No es sensato derrochar tantas oportunidades que el Señor nos brinda, para que aprendamos a poner nuestros intereses en cosas que construyan una familia más unida y una sociedad más fraterna.
Sin embargo, el ser humano, en su misterio de generosidad y de burricie, muchas veces se queda en discursos egocéntricos y en largas conversaciones, al revés de cambiar sus palabras mentirosas, sus pensamientos indecentes y sus obras prepotentes.
El Reino de Dios está “cerca”, pero hemos de hacer con que él esté “dentro” de nuestra alma, de modo a gustar, desde ahora, de la paz que el Señor nos ofrece: el camino es más conversión y menos conversación.
La conversión debe tocar elementos concretos de la vida personal y pública de cada uno. No es solamente un intimismo entre “yo y mi dulce Jesús”. Hay que arriesgarse por la verdad, la justicia, el amor, entendidos en su real dimensión.
A la par, no confiar demasiado en los vericuetos de tener más bienes, ejercer más influencia política, explotar más al semejante y recibir más aplausos. ¡Cuánta maldad y cuanta hipocresía hay en este modo de ser!
Por ello, el Señor que honestamente quiere nuestra felicidad, nos recomienda la conversión y el coraje de hacer cambios fidedignos en nuestra conducta, y que no nos dejemos engañar por las “conversaciones“, donde uno ya está feliz gua’u por pavonearse con sus supuestas glorias.
Cuando vamos entrando en el proceso de más conversión y menos conversación, descubrimos la hermosura de creer en el Evangelio, que genera honestidad y honradez.
Y cuanto más uno medita en esta Buena Noticia, y cree en ella, más toma contacto con la persona de Jesucristo, va entendiendo su afán por anunciar el Reino de Dios, por hacernos sus colaboradores y partícipes de sus donaciones.
No tengamos recelo de abandonar las malas costumbres para seguir el ejemplo de Cristo Jesús, pues esta es la conquista más importante que debemos hacer en esta vida.
Paz y bien.