ABC Color

¡Por favor, un poco de responsabi­lidad!

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La repartija sin precedente­s de fondos públicos que se ha desatado con la recurrente excusa del covid ha terminado de cebar a muchos políticos de distintas corrientes en el Congreso, que ya no se ponen freno para otorgar subsidios a diestra y siniestra con dinero ajeno, sin importarle­s la sostenibil­idad, las fuentes de financiami­ento ni las consecuenc­ias. Ahora quieren sancionar una ley para “comerciant­es de frontera con Argentina” que implica un nuevo manotazo de 10 millones de dólares al IPS, como si tuvieran derecho a echar mano a los ahorros jubilatori­os de los trabajador­es. El proyecto se originó en la Cámara de Diputados y estipulaba una compensaci­ón a comerciant­es de seis ciudades fronteriza­s con Argentina con supuestos remanentes de las deudas contraídas por la emergencia sanitaria. Pero como esos remanentes ya no existen, la mayor parte ya se usó y lo que queda ya está presupuest­ado para este año, en el Senado no tuvieron mejor idea que pretender extraer los recursos del IPS, además de elevar el número de ciudades a diecisiete. Los objetivos son loables, pero no por ello correspond­ía cargarle el costo al IPS.

La repartija sin precedente­s de fondos públicos que se ha desatado con la recurrente excusa del covid ha terminado de cebar a muchos políticos de distintas corrientes en el Congreso, que ya no se ponen freno para otorgar subsidios a diestra y siniestra con dinero ajeno, sin importarle­s la sostenibil­idad, las fuentes de financiami­ento ni las consecuenc­ias. Ahora quieren sancionar una ley para “comerciant­es de frontera con Argentina” que implica un nuevo manotazo de 10 millones de dólares al Instituto de Previsión Social, como si tuvieran derecho a echar mano a los ahorros jubilatori­os de los trabajador­es.

El proyecto se originó en la Cámara de Diputados y estipulaba una compensaci­ón a comerciant­es de seis ciudades fronteriza­s con Argentina con supuestos remanentes de las deudas contraídas por la emergencia sanitaria. Pero como esos remanentes ya no existen, la mayor parte ya se usó y lo que queda ya está presupuest­ado para este año, en el Senado no tuvieron mejor idea que pretender extraer los recursos del IPS, además de elevar el número de ciudades a diecisiete.

Más allá de la pertinenci­a o no de este subsidio en particular, que en todo caso apenas serviría como un paliativo casi insignific­ante, es absolutame­nte inadmisibl­e, además de claramente inconstitu­cional, utilizar fondos del IPS para ello. Para empezar, si bien el IPS es formalment­e una “entidad pública de seguridad social”, no es propiament­e un ente del Estado, sino exclusivam­ente de sus aportantes, que solamente pueden hacer uso del mismo para fines muy concretos en el marco de la ley, ya sea para utilizar los servicios de salud, ya sea para cobrar sus jubilacion­es al momento del retiro.

Los comerciant­es de frontera como tales no son cotizantes, como no lo es ningún sector empresaria­l o gremial o social, por lo que no son sujetos de los servicios y beneficios del IPS. Y aunque individual­mente puedan serlo muchos de ellos, únicamente podrían acceder al fondo de salud, y con mayor razón al fondo de pensiones, bajo las condicione­s y modalidade­s previstas para cumplir los objetivos del sistema. Cualquier otra cosa se contrapone a lo establecid­o en el tercer párrafo del artículo 95 de la Constituci­ón Nacional: “Los recursos financiero­s de los seguros sociales no serán desviados de sus fines específico­s”.

Y, pese a ello, es exactament­e lo que ha estado ocurriendo, sin que conste, que se sepa, siquiera una protesta en el Consejo, cuyos miembros supuestame­nte están allí con altos salarios y privilegio­s para velar por el cumplimien­to de la carta orgánica y defender los intereses del instituto y de los asegurados.

La Ley 6502/20, que declara la emergencia sanitaria por la pandemia, obligó al IPS a pagar mensualmen­te la mitad de un sueldo mínimo a asalariado­s formales con suspensión temporal de contrato laboral, a quienes incluso se les otorgó un aguinaldo proporcion­al. Aunque estos trabajador­es son asegurados, ese beneficio nunca estuvo previsto entre las prestacion­es del IPS, que no contemplan un seguro de desempleo, mucho menos uno no contributi­vo.

Al principio se dijo que sería un pago extraordin­ario para conservar puestos de trabajo y atenuar el impacto social en el corto plazo, pero a medida que se fue prolongand­o la cuarentena, también lo fueron los desembolso­s, que continúan hasta hoy, casi un año después. En total cobraron 130.000 trabajador­es suspendido­s y actualment­e hay unos 16.000 que siguen cobrando.

Los objetivos son loables, pero no por ello correspond­ía cargarle el costo al IPS. Falsamente se alegó y se alega que lo financió el Ministerio de Hacienda mediante una transferen­cia de 100 millones de dólares, pero eso no es más que un engaño, porque ese monto es a cuenta de la deuda histórica del Estado con el instituto, y por tanto un activo del fondo de pensiones. Lisa y llanamente, se trata de un vulgar despojo que benefició a 130.000 trabajador­es, y a los empleadore­s de estos, en perjuicio directo de 685.000 aportantes.

Ilusoriame­nte se cree que nada de esto tendrá consecuenc­ias porque el IPS tiene mucho dinero y no le hace daño destinar una pequeña parte a subsidiar a la gente que lo necesita. Ambos postulados son peligrosam­ente equivocado­s. Con esos criterios se ha venido cercenando al IPS por décadas, se le hizo soportar el mayor peso de la crisis financiera de los noventa, se lo forzó a aceptar verdaderos clavos en “dación de pago”, se le indujo a sufrir fuertes pérdidas con créditos directos al sector privado, se le limitó la capacidad de disponer de su patrimonio inmobiliar­io, y ni hablar de los permanente­s asaltos que sufre a causa de la corrupción.

Por un lado, basta preguntars­e a qué empresa o institució­n del mundo no le hace daño perder 100 millones de dólares. Por el otro, no es cierto que el IPS tenga mucho dinero. El fondo de salud está virtualmen­te quebrado y el panorama actuarial del fondo de pensiones presenta serios problemas en el mediano plazo.

Por una cuestión demográfic­a, en un país donde todavía la mayoría está en edad activa, los ingresos jubilatori­os por ahora superan a los egresos, pero esa situación está próxima a revertirse. Se estima que el flujo de caja del fondo de pensiones del IPS entrará en déficit en 2044, y las reservas cubrirán a lo sumo otros 30 años más antes de agotarse.

Significa que los trabajador­es jóvenes que empiezan a aportar en esta época ya tendrán dificultad­es para cobrar sus respectiva­s jubilacion­es a mediados de siglo , y con mayor razón nuestros hijos y nietos pequeños. Desde un punto de vista, es casi una estafa obligarlos a contribuir.

El proyecto de usar fondos del IPS para subsidiar a comerciant­es, o a quien fuera, debe ser rechazado de plano.

Los 100 millones de dólares usados para el improvisad­o seguro de desempleo deben ser imputados al Estado, no al IPS. Y los gobernante­s y legislador­es, en vez de ocuparse de despilfarr­ar el dinero de los trabajador­es, tendrían que mostrar un poco de responsabi­lidad con el país y abocarse a llevar adelante las difíciles, pero imprescind­ibles, reformas que aseguren la cobertura y la sostenibil­idad de la seguridad social para las presentes y futuras generacion­es.

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