¿Por qué está mal la justicia?
La ministra de la Corte Suprema de Justicia Gladys Bareiro dijo en estos días como integrante del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados que “no se guía por lo que dicen los periódicos”. En consecuencia, rechazó pedir los antecedentes de los casos “audios filtrados”, “San Agustín” y “mecánico de oro”, según ABC Color del viernes 22 pasado. Un diputado cartista, también del Jurado de Enjuiciamiento, habló en los mismos términos: “la prensa no le va a marcar la hoja de ruta”. Ambas expresiones, a más de vulgares, revelan una desmedida soberbia que afecta a la justicia y a la libertad de prensa. A la justicia porque se margina a un formidable auxiliar; a la prensa, porque se pretende desconocer su rol en la sociedad. Existen demasiados antecedentes en que el periodismo ayudó a fiscales y jueces para aclarar hechos punibles y castigar a sus autores. La ministra Bareiro sabe, tiene que saber, el caso Watergate, por dar un ejemplo. Comenzó con la curiosidad, perseverancia, talento y olfato investigativo de dos periodistas, y concluyó con la renuncia de un presidente de la República luego de que se conocieran los más condenables actos también de otros altos funcionarios. Si los fiscales y jueces hubieran tenido de la prensa la misma opinión de la señora Bareiro, y el citado parlamentario, es posible que nunca se supiera lo acontecido en el edificio Watergate. El “Washington Post” primero, luego otros medios, acercaron todos los elementos para que la justicia actuara. Los jueces no salieron a decir que no serán guiados por lo que dicen los periódicos. Se dejaron guiar, investigaron hasta el infinito y dieron su veredicto. El caso Watergate se inició en junio de 1972. Muchos años ya. Vamos a las noticias de hoy: el juicio político a Donald Trump que tiene lugar ahora. La acusación se basa en las publicaciones periodísticas. Y una de las más relevantes es el audio filtrado a los medios acerca de la presión de Trump al secretario de Estado de Georgia para que manipulara a su favor los resultados de los comicios. En nuestro país el defensor de algún delincuente diría: “Ah no, esa conversación no sirve porque no fue autorizada por el juez”. No se le ocurriría pensar que podría servir de punto de partida para la investigación fiscal. En el Paraguay tenemos muchos ejemplos de revelaciones periodísticas que sirvieron para una intervención fiscal y llevarlas adelante. Una de esas –de las varias y significativas– es la supuesta Federación de Productores Frutihortícolas del Paraguay (Fenaprofhp). El diario ABC Color demostró con montones de documentos que se había estafado al Ministerio de Agricultura, solo en un caso, por 68 mil millones de guaraníes. La serie de publicaciones encontró en la entonces fiscal, Claudia Criscioni, el interés de que se aclararan los hechos. Y así lo hizo. El resultado fue la condena a cuatro de los directivos de la Fenaprofhp a varios años de cárcel. En esta y otras causas están procesados los exministros de Agricultura Enzo Cardozo y Rudi Godoy. Contra ellos nada se puede hacer pese a las muchas pruebas que los sindican como autores de la fenomenal estafa. ¿Por qué nada se puede hacer? Porque el juez está imposibilitado de llamarlos para la imposición de medidas y llevarlos a juicio oral y público. ¿Por qué el juez tiene las manos atadas? Porque los encausados acudieron a la sala constitucional de la Corte hace ya como cuatro años. Pues bien, el voluminoso expediente está echando raíces en esa sala de la que, justamente, la señora Bareiro es integrante. En otro caso, con el mismo resultado, o sea nada, está la estafa al Estado por casi cuatro mil millones de guaraníes que investigó la fiscal Alba Delvalle también a Cardozo y Godoy. La función de la prensa, entre otras, es dar a conocer los hechos. No es porque sí nomás. Es para que las autoridades respectivas, de tratarse de un delito, actúen en el caso. Pero con la idea de la señora Bareiro y el señor diputado, se fractura la necesaria intervención periodística en la vida de una nación. ¿Estamos mal? Sí, acabamos de ver una de las causas.