El Presidente no tiene quien le lea
Generalmente las relaciones entre el periodismo y el gobierno pasan por tres etapas bien definidas: la tregua, el distanciamiento y la confrontación. Hablamos del periodismo en su esencia como un servicio público que debe vigilar al poder, y no de ejemplos disfrazados que podrían catalogarse más bien como de complicidad y funcionalidad.
Estamos recién a quince días de que el actual gobierno cumpla la mitad de su mandato y las señales de deterioro en esta relación se han acelerado notablemente. Siendo así las cosas, el negacionismo no solo está presente en los escépticos con el coronavirus, sino que también parece haber aparecido en el Palacio de López para minimizar varios episodios con sospechas bien fundadas de corrupción.
“Me pueden putear (sic) pero no refutar en números… no se preocupen por lo que escuchan, yo hace rato luego que ya no leo nada, especialmente ndaleevéima por salud mental, me levanto tranquilo, leo la Biblia a la mañana y salgo a trabajar por nuestro pueblo y con mucha esperanza”, les dijo el jueves el Presidente a los asistentes a un acto oficial en Luque.
Esa fue su reacción ante las denuncias que vienen publicando diversos periodistas y medios de comunicación sobre diferentes casos que implican sospechas de actos de corrupción en perjuicio del país. Con la designación de Federico
González en Itaipú, reflotó nuevamente el fantasma del acta bilateral entreguista con la que se perjudicaba a la ANDE a cambio de nada.
Nadie hasta ahora explicó qué ventajas obtendría Paraguay a cambio de esa cesión, que fue denunciada por Pedro Ferreira, luego de que el ahora director interino paraguayo de Itaipú le llevara el documento con la intimación de aceptarlo o renunciar.
Nadie tampoco explicó cómo es posible que un ignoto abogado haya sido sin autorización política alguna el articulador de reuniones con la empresa brasileña Leros para el intento de venta de energía excedente.
Son hechos concretos, al igual que los que envuelven en denuncias a la expresidenta de Petropar Patricia Samudio, a quien el presidente se vio obligado a destituir luego del grosero caso de la compra de agua tónica, en el que el propio esposo de Samudio gestionó la obtención de facturas fraudulentas por mercaderías que nunca fueron entregadas a Petropar.
O las mascarillas de oro de la DINAC, compradas por Édgar Melgarejo y su entorno a un precio muy superior al que podría obtener el Estado, en esta rara ecuación en la que generalmente se pagan precios altísimos por productos que podrían ser conseguidos en condiciones mucho más ventajosas al comprarlos en cantidad.
Siguiendo con los hechos, el Petropargate de este año, por el que pretendían entregarle 7 millones de dólares a la empresa argentina Texos, quien planteó una insultante demanda de cobro de más de 31 millones de dólares por algo que ni siquiera figuró en un contrato.
Escándalo que obligó al presidente a cambiar al procurador general de la República.
Y entre los últimos casos, el de la pasarela peatonal de los dos millones de dólares, una obra que pudo haber valido mucho menos dinero público para cumplir ese fin, con una constructora apadrinada por el propio cuñado del Presidente.
Estas son las noticias que el Presidente no quiere leer, pero son las que justifican la misión del periodismo como un servicio de interés público.
Augusto Dos Santos, exsecretario de Comunicación del destituido presidente Fernando Lugo, recoge en un libro su experiencia como colaborador de un presidente.
“Ocho aproximadamente, por citar un número, es el primer anillo de un presidente en Paraguay. Sus secretarios privados, su responsable de protocolo, su jefe y subjefe de seguridad, y aquellos dos o tres amigos, políticos o no, que siempre están cerca y no le abandonan nunca. Ese círculo se convierte con el tiempo en el terror de los asesores y no solo destinan las más sesudas teorías al fracaso, sino además, aplauden con devoción todo lo que el presidente hace, generándole un clima de falso triunfalismo permanentemente”.
Tomando como base esta vivencia de alguien que sirvió en Palacio de López, no estaría mal recomendarle al Presidente que en ese grupo de los ocho, al menos uno le lea los diarios.