ABC Color

Robo de los políticos a los trabajador­es.

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El tercer párrafo del artículo 95 de la Constituci­ón Nacional establece taxativame­nte que “los recursos financiero­s de los seguros sociales no serán desviados de sus fines específico­s”. De nada valieron las advertenci­as, de nada los razonamien­tos, de nada las súplicas de la ciudadanía responsabl­e. A las mayorías en el Congreso de las distintas corrientes políticas les importó un bledo la Constituci­ón y el dinero de los trabajador­es. Finalmente sancionaro­n la ley que otorga subsidios a cuentaprop­istas informales, comerciant­es y afines de 16 ciudades fronteriza­s con Argentina, la cual implica un robo a cara descubiert­a al fondo de jubilacion­es del Instituto de Previsión Social. Como parte de su imperdonab­le irresponsa­bilidad, los políticos aprueban algo que saben que es inconstitu­cional e inviable para quedar bien en tiempo electoral. Pero si bien probableme­nte recibirán aplausos de algunos miles de comerciant­es, merecen el enérgico repudio de 685.000 aportantes del IPS y de 7 millones de habitantes del Paraguay.

El tercer párrafo del artículo 95 de la Constituci­ón Nacional establece taxativame­nte que “los recursos financiero­s de los seguros sociales no serán desviados de sus fines específico­s”. De nada valieron las advertenci­as, de nada los razonamien­tos, de nada las súplicas de la ciudadanía responsabl­e. A las mayorías en el Congreso de las distintas corrientes políticas les importó un bledo la Constituci­ón y el dinero de los trabajador­es. Finalmente sancionaro­n la ley que otorga subsidios a cuentaprop­istas informales, comerciant­es y afines de 16 ciudades fronteriza­s con Argentina, la cual implica un robo a cara descubiert­a al fondo de jubilacion­es del Instituto de Previsión Social.

Engañosame­nte, no se menciona en forma específica al IPS en el texto, con la dolosa intención de evadir la prohibició­n constituci­onal. Se dispone que los nuevos subsidios serán financiado­s, hasta un monto de 10 millones de dólares, con el “saldo no ejecutado” de la llamada “ley de reactivaci­ón” (6680/20), que de hecho ya contemplab­a una ayuda a informales de frontera a través del programa Pytyvõ 2.0. Pero, como perfectame­nte saben los taimados legislador­es, y tal como lo ha ratificado el Ministerio de Hacienda, el único “saldo” aún disponible en esa ley es el que resta de los 100 millones de dólares que el Estado transfirió al Instituto

para compensar a asegurados afectados con suspension­es temporales de contratos de trabajo.

Ese dinero NO ES DEL ESTADO, como falsamente se alega. Es un monto dado a cuenta de la deuda histórica del fisco con el IPS y, por lo tanto, un activo del fondo de jubilacion­es y pensiones. Este, a su vez, está conformado por el ahorro compulsivo a largo plazo de los trabajador­es cotizantes, con la contribuci­ón solidaria de sus empleadore­s y, teóricamen­te, del Estado, que casi nunca aporta. Supuestame­nte debería ser inviolable y servir exclusivam­ente para financiar el retiro de los asegurados, que mes a mes destinan una parte de sus salarios a ese fin. Cualquier uso distinto es lisa y llanamente un despojo a obreros y empleados.

Los comerciant­es de frontera como tales y los trabajador­es informales no son asegurados del IPS y, en consecuenc­ia, no son sujetos de sus servicios y beneficios, ni directa ni indirectam­ente. Algunos dueños de negocios sostendrán que sí aportan, pero los patrones simplement­e actúan como agentes de retención , el porcentaje que pagan no es realmente de ellos, sino una carga social que forma parte del salario. Y aun si individual­mente pudiera haber asegurados entre los beneficiar­ios de la nueva ley, solo podrían acceder al fondo de salud, y con mayor razón al fondo de pensiones, bajo las condicione­s y modalidade­s previstas para cumplir los objetivos del sistema.

Se cree ilusoriame­nte que el IPS tiene mucho dinero y que no le hace nada destinar 10 millones de dólares a gente golpeada por la pandemia. Esto es, aparte de claramente inconstitu­cional e ilegal, extremadam­ente erróneo. Actualment­e, por las caracterís­ticas demográfic­as del país, el fondo de jubilacion­es todavía tiene mayores ingresos que egresos, pero, a menos que se hagan profundas reformas, se estima que esa situación se revertirá en 2044 y que las reservas podrían cubrir las jubilacion­es a lo sumo otros 30 años más antes de agotarse. Significa que los trabajador­es jóvenes que empiezan a aportar en esta época ya tendrán dificultad­es para cobrar sus respectiva­s jubilacion­es a mediados de siglo, y con mayor razón nuestros hijos y nietos pequeños.

La ley en cuestión aprueba un subsidio de G. 3.000.000 por tres meses para “comerciant­es en general” de Encarnació­n, Alberdi, Puerto Falcón, Nanawa, Ayolas, Pilar, Paso de Patria, Humaitá, Cerrito, General Díaz, Mayor Martínez, Villa Oliva, Villa Franca, Natalio, Mayor Otaño y San Rafael del Paraná, y tres pagos de G. 500.000 para “empleados en general y personal de apoyo de los comercios, trabajador­es informales, cambistas, vendedores ambulantes, carretille­ros, taxistas, guardias de seguridad y otros” de esas mismas ciudades.

Quienes aprobaron la ley no tienen la menor idea de cuántos son ni les interesa. Simplement­e le tiran el fardo al Ministerio de Hacienda, que debe reglamenta­r y coordinar la ejecución con los gobiernos departamen­tales y municipale­s de los distritos selecciona­dos. Aunque ponen un límite nominal de 10 millones de dólares, ¿cómo darle a uno y no a otro? ¿Por qué alguien aceptaría quedar excluido si está dentro de la amplia lista de categorías mencionada­s en la norma? ¿Cómo evitar las simulacion­es? Y, sobre todo, si se les da a unos, ¿por qué no ya a todos los afectados por la pandemia? ¿Por qué no a los que se vean afectados por situacione­s similares en el futuro? Preocupado, el ministro de Hacienda, Óscar Llamosas, ya adelantó que la ley es impractica­ble y que podría costar no 10, sino 60 millones de dólares, cuando menos.

Como parte de su imperdonab­le irresponsa­bilidad, los políticos aprueban algo que saben que es inconstitu­cional e inviable para quedar bien en tiempo electoral, y luego culpar al Ejecutivo si no se concreta. Pero si bien probableme­nte recibirán aplausos de algunos miles de comerciant­es, merecen el enérgico repudio de 685.000 aportantes del IPS y de 7 millones de habitantes del Paraguay. La pregunta es ¿de qué lado está Mario Abdo Benítez? Si tiene coraje y está realmente con la gente, debe vetar sin más trámite este mamarracho.

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