NN
El noticiero acaba de emitir el informe sobre el caso de un joven que como consecuencia de un accidente de tránsito del que fue víctima, requiere de un tratamiento para poder recuperarse.
Las necesidades de su familia son muchas, y ante las carencias del sistema público recurren a la prensa para pedir ayuda.
Ni bien se emitió el informe comenzaron a sonar los teléfonos de la redacción pidiendo los datos de contacto de la familia.
Entre todas las llamadas se destaca una, la de alguien quien se ofrece a costear todo el tratamiento del joven hasta que pueda volver a caminar. Me parece un gran gesto y se lo hago saber, proponiéndole entrevistarlo para difundirlo como un ejemplo de solidaridad a imitar.
Me agradece, pero me dice que prefiere ayudar en silencio, y que en todo caso podemos comentar que apareció un NN que se hará cargo del tratamiento.
Algo que también pudimos comprobar meses más tarde.
El episodio puntual ocurrió hace unos 25 años y me dejó una gran lección, aunque casos como este se registran de tanto en tanto en nuestras salas de redacción, hasta las que diariamente llegan pedidos de ayuda por diferentes motivos.
En eso pienso al hablar esta semana de don Joel, el taxista villarriqueño que desesperadamente fue hasta un acto oficial para intentar pedirle al presidente y al ministro de Salud, el sedante que con urgencia necesitaba su hermano, entubado en una cama de terapia intensiva con un cuadro de covid-19.
Sin entrar al análisis de la respuesta que dio el presidente a los periodistas que le plantearon el caso, ni en la decisión de tener que buscar ese medicamento en farmacias privadas para conseguirlo, no se puede concluir sino que fue humillante la manera en la que exhibieron a este hombre al entregarle los sedantes, para intentar revertir la indignación inicial.
Sí. El remedio fue peor que la enfermedad.
Porque si bien el presidente puede argumentar que no estaba al tanto del caso puntual y que respondió de esa manera porque considera al periodista que se lo planteó, un viejo conocido, no hay justificativo posible para armar un espectáculo del posterior proceso de entrega del medicamento.
Como si se tratara de una concesión al ciudadano, un favor ante la desesperación, un gesto de bondad ante la necesidad extrema; y no una triste e indignante escena armada, sobre algo que pudo ser comunicado de forma seria y respetuosa.
“Creo que tenemos el derecho de exhibirlo” justificaba en la 730AM el doctor Carlos Barreto, director de la IV Región Sanitaria, al responder al cuestionamiento sobre por qué se expuso de esa manera a don Joel al entregarle los sedantes, comparándolo con el momento en el que los periodistas transmitieron su pedido de ayuda cuando lo vieron ser contenido por los guardaespaldas del presidente.
Pero algo es categórico, si don Joel no se hubiese ido a suplicar una ayuda a ese acto oficial y los periodistas no lo hubiesen transmitido, el hermano de don Joel no hubiese conseguido el Midazolam que necesitaba.
El problema de fondo subyace en esa escena de entrega de medicamentos, al transmitirle a alguien que padece una necesidad, la idea de que está recibiendo un favor de los responsables de administrar la cosa pública y no algo que por derecho le corresponde al igual que a cualquier otro ciudadano.
Una práctica que históricamente fortalece el clientelismo, la prebenda y la idea de que el Estado es de unos pocos que lo administran.
Y para quienes ya solo leen la Biblia y no los periódicos, son recomendables también los versículos 1 al 4 del capítulo 6 del evangelio de San Mateo.
“No deis vuestra limosna delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Más cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público”.
Es muy simple. La verdadera solidaridad es discreta y respetuosa, caso contrario es propaganda.