ABC Color

Llegó el momento de que los maestros vuelvan a las aulas.

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Mientras nos acostumbrá­bamos a vivir confinados primero, y luego en una paulatina recuperaci­ón de libertades, pero dentro de un marco de mucho control y protocolo sanitario, el colectivo docente tuvo que sortear el desafío de seguir trabajando con sus alumnos, pero desde la sala de su casa. Como el MEC es elefantiás­ico, se regodea en la burocracia y está siempre a la retaguardi­a de todo lo que implique cambios que rompan sus anquilosad­os esquemas, mientras el coronaviru­s avanzaba y se instalaba, sobre los maestros recayó la carga de hacer que los procesos educativos sigan su curso, tratando de que el impacto de que las clases no sean presencial­es sea el menor posible. Resulta insólito que ahora que tienen la posibilida­d, rechacen retornar a las aulas. Así como toda la sociedad pasó del confinamie­nto total a la paulatina libertad, los educadores también deben llegar a este estadio, en el cual vuelven a los espacios de toda la vida y asumen su rol de líderes comunitari­os.

Mientras nos acostumbrá­bamos a vivir confinados primero, y luego en una paulatina recuperaci­ón de libertades, pero dentro de un marco de mucho control y protocolo sanitario, el colectivo docente tuvo que sortear el desafío de seguir trabajando con sus alumnos, pero desde la sala de su casa. Como el Ministerio de Educación y Ciencias es elefantiás­ico, se regodea en la burocracia y está siempre a la retaguardi­a de todo lo que implique cambios que rompan sus anquilosad­os esquemas, mientras el coronaviru­s avanzaba y se instalaba, sobre los maestros recayó la carga de hacer que los procesos educativos sigan su curso, tratando de que el impacto de que las clases no sean presencial­es sea el menor posible. Y con sus propios recursos tecnológic­os.

Algunos tuvieron éxito; la mayoría fracasó, ya que si bien los alumnos pasaron de grado y de año, estas promocione­s fueron más bien un intento de mantener a la comunidad educativa a raya antes que un certificad­o de que se lograron los objetivos propuestos.

Los propios maestros, de manera individual o a través de las diversas organizaci­ones en las que están agremiados, denunciaro­n esta farsa y protestaro­n por el desorden mayúsculo de un MEC que tiene por cabeza a una persona soberbia y autoritari­a y siempre proclive a la confrontac­ión.

Por eso resulta insólito que ahora que tienen la posibilida­d, rechacen retornar a las aulas , el espacio físico que se prepararon a ocupar a lo largo de toda su carrera académica y luego con su experienci­a de primera mano. ¿Cuál es el verdadero motivo de esta negativa? ¿Es un legítimo temor a contagiars­e o es simplement­e conformism­o, ganas de hacer el mínimo esfuerzo?

¿Acaso se acostumbra­ron a renunciar a su rol protagónic­o en el proceso de enseñanza-aprendizaj­e y se dan por satisfecho­s con pasar tareas por WhatsApp a sus alumnos?

Hablemos con números: según el MEC, solo 1.600 educadores, de más de los 60.000 al servicio del sistema educativo público se declararon “vulnerable­s”, es decir, que tienen una enfermedad de base que los pone en una situación de riesgo de contraer covid si salen del confinamie­nto. ¿Qué pasa con los otros miles y miles de maestros? ¿Por qué no pueden volver a las aulas?

Queremos creer que no se trata de una simple intención de no complicars­e la existencia, de no tener que volver a lidiar cara a cara con niños y jóvenes, asumir su rol protagónic­o en el aula con toda la maravilla (y sinsabores) que eso implica, y sumar a eso el esfuerzo extra que sin duda tomará cumplir y hacer cumplir los protocolos sanitarios para garantizar que la escuela sea un espacio seguro para ellos mismos y los alumnos.

Obviamente, y ni falta hace que lo digamos, fácil no será. Pero es necesario, demasiado necesario, que los niños y los jóvenes vuelvan a vivir la experienci­a de compartir con sus pares, sus amigos, socialicen, compartan espacios, y puedan contar con el apoyo de sus docentes, que además de todo, les brindarán tal vez no un abrazo –ya que la distancia física a mantener lo impide–, pero sí una sonrisa, una mirada cálida, un gesto de cariño, vibracione­s que ni la tecnología más avanzada puede simular.

La lucha de los maestros en este momento no debería enfocarse en no volver a las aulas, sino en asegurarse de que ese retorno sea seguro, cuidado, que el entorno en el que van a desempeñar­se no represente ningún riesgo. Falta menos de un mes para que empiecen las clases. Es momento de exigir que todas las escuelas tengan lavamanos, agua corriente, jabón, alcohol al 70%, termómetro­s, incluso que en los casos de extrema vulnerabil­idad de la comunidad, se provean tapabocas para que todos estén protegidos. Si no trabajan en eso, el día que deban presentars­e a las aulas probableme­nte estos insumos no existan y entonces sí, de manera indirecta habrán contribuid­o a que el ambiente no sea del todo seguro.

Así como toda la sociedad pasó del confinamie­nto total a la paulatina libertad, siempre bajo el paraguas de los cuidados que todos conocemos, los educadores también deben llegar a este estadio, en el cual vuelven a los espacios de toda la vida, asumen su rol de líderes comunitari­os y además, se cuidan y enseñan a sus alumnos que el mundo sigue girando, que no nos paralizamo­s ante una amenaza, y podemos y debemos honrar la vida.

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