Los cargos públicos quedan “en familia”.
Mario Abdo Benítez no tiene la menor idea de lo que significa ser responsable de la administración de la República. Ni siquiera entiende el alcance del concepto, o lo desprecia. Alguien debe recordarle que los bienes del Estado paraguayo son propiedad de los paraguayos. Decirle al oído, y a los gritos de ser necesario, que, aparte de actuar como capataz de Horacio Cartes, el país no es una estancia o una fábrica de cigarrillos, ni un club de fútbol. Desde que asumió la primera magistratura de la nación, Marito se ocupó de hacer favores, tolerar robos a las arcas del Estado, permitir manejos torpes en áreas como salud, educación o seguridad, sin tomar medidas correctivas. Su desprecio por la gente que pasa necesidades quedó de manifiesto con su deplorable respuesta a un poblador que le pidió ayuda para comprar remedios. Totalmente lo contrario sucede cuando se trata de beneficiar indebidamente a sus leales o amigos.
Mario Abdo Benítez no tiene la menor idea de lo que significa ser responsable de la administración de la República. Ni siquiera entiende el alcance del concepto, o lo desprecia. Alguien debe recordarle que los bienes del Estado paraguayo son propiedad de los paraguayos. Decirle al oído, y a los gritos de ser necesario, que, aparte de actuar como capataz de Horacio Cartes, el país no es una estancia o una fábrica de cigarrillos, ni un club de fútbol. Aunque parezca algo ridícula la propuesta, no lo es. El Presidente de la República se comporta como en sus años adolescentes, cuando su condición de hijo acomodado de Mario Abdo Benítez, secretario del dictador Alfredo Stroessner, le permitía derrochar dinero, recibir privilegios, viajar al exterior, cual hijo de nuevo rico cuya fortuna crecía como por arte de magia. Marito, desde que asumió la primera magistratura de la nación para desgracia del pueblo, se ocupó de hacer favores, tolerar robos a las arcas del Estado, permitir manejos torpes en áreas como salud, educación o seguridad, sin tomar medidas correctivas. Él mismo se encarga de provocar la burla de la gente a su frase “caiga quien caiga”. Su desprecio por la gente que pasa necesidades es diariamente puesto de manifiesto con sus actitudes deplorables como la que tuvo en Villarrica recientemente, cuando al ser consultado sobre cómo asistir a un poblador que ya no tenía recursos para comprar remedios dijo: “moopio che aikuaata”, “yo no soy médico en este hospital”. Totalmente lo contrario sucede con este pseudo líder colorado cuando se trata de beneficiar indebidamente a sus leales o amigos. Lo último que se supo es que sus representantes ante el Consejo de la Magistratura están vinculados a intereses propios o de sus cercanos. Lejos de lo que manda la Constitución en cuanto que los ciudadanos que ocupan cargos públicos deben ser idóneos, la representante titular del Ejecutivo, Mónica Seifart de Martínez no tiene antecedentes en el área jurídica como profesional, docente o magistrada, con lo cual no puede tener idea de lo que representan las necesidades acuciantes del sistema judicial podrido. Pero Mónica cumple un requisito clave para Abdo Benítez, es nuera del fallecido general Germán Martínez, hombre fuerte de la dictadura y exministro de Defensa. Poco importa que esta abogada haya sido mencionada en la escandalosa compra de mascarillas de Dinac. El suplente del presidente en el Consejo de la Magistratura es el abogado Raúl Daniel Ramírez, un profesional litigante sin antecedentes relevantes al igual que la titular Seifart de Martínez. Pero la falta de idoneidad de su gabinete o sus representantes no le importan a Marito, pues de hecho difícilmente conozca el texto de la Constitución al respecto, ya que según dijo, solo lee la Biblia. Pero Ramírez cuenta con un mérito fundamental para el “líder” colorado: integra el bufete jurídico de Juan Ernesto Villamayor, su cuestionado jefe de Gabinete Civil. Así, en este Gobierno, todo queda en familia. Estos hechos permiten concluir que Marito es un analfabeto democrático, para quien la República del Paraguay es una plantación de yerba mate o una estancia de su propiedad mientras funja de presidente. Su lógica es la misma que aplica Cartes con él, nombra capataces sin idoneidad, pero obedientes, que no discutan ni piensen en el bienestar general de la población. La justicia no es algo que le importe; le interesa controlar los nombramientos para ubicar en el sistema a abogados que respondan a designios perversos más allá de los ideales que necesita reflotar la patria. Aunque Marito no lea otra cosa que la Biblia, vale la pena que en algún momento eche un vistazo al menos al preámbulo de la Carta Magna, para enterarse que el Estado paraguayo no es su caja chica.