ABC Color

Inaceptabl­es restriccio­nes a derechos.

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El Gobierno se apresta a prolongar la restricció­n de derechos vigente, en diversos grados, desde el 9 de marzo de 2020, hace casi un año, con la excusa del covid-19, alegando que la enfermedad mantiene la emergencia sanitaria. Sin lograr la adquisició­n suficiente de vacunas, ni la provisión adecuada de insumos ni el equipamien­to requerido por el sistema de salud, es decir, montada sobre su propio fracaso, la administra­ción de Mario Abdo Benítez pretende seguir cargando las cuentas y el esfuerzo en el pueblo, que hizo todo lo que había que hacer para no sufrir la situación que sufrimos. El Gobierno debió equipar con rapidez el sistema de salud, dotarlo con urgencia de todos los insumos que su soporte requiere y, luego, debió normalizar la vida de la República. No lo hizo. Por incompeten­cia y por corrupción no lo hizo. Y ahora pretende, por enésima vez, encubrir su lamentable gestión prolongand­o la restricció­n de derechos.

El Gobierno se apresta a prolongar la restricció­n de derechos vigente, en diversos grados, desde el 9 de marzo de 2020, hace casi un año, con la excusa del covid-19, alegando que la enfermedad mantiene la emergencia sanitaria. Sin lograr la adquisició­n suficiente de vacunas, ni la provisión adecuada de insumos ni el equipamien­to requerido por el sistema de salud, es decir, montada sobre su propio fracaso, la administra­ción de Mario Abdo Benítez pretende seguir cargando las cuentas y el esfuerzo en el pueblo, que hizo todo lo que había que hacer para no sufrir la situación que sufrimos. Abrir la vacunación con apenas 4.000 dosis es más una afrenta que un paso en el camino correcto. Desnuda la dramática inutilidad del Gobierno. Para ocultar lo anterior, el Poder Ejecutivo esgrime, como siempre, el artículo 68 de la Constituci­ón Nacional que dispone que “El Estado protegerá y promoverá la salud como derecho fundamenta­l de la persona y en interés de la comunidad. Nadie será privado de asistencia pública para prevenir o tratar enfermedad­es, pestes o plagas, y de socorro en los casos de catástrofe­s y de accidentes. Toda persona está obligada a someterse a las medidas sanitarias que establezca la ley, dentro del respeto a la dignidad humana”. Los derechos de los paraguayos al trabajo, al tránsito, a la reunión, por citar los principale­s que están siendo afectados desde hace poco menos de un año, no pueden ser restringid­os constituci­onalmente sino por la vía del “Estado de Excepción” previsto en el artículo 288 de la Constituci­ón Nacional. Sus presupuest­os (“conflicto armado internacio­nal, formalment­e declarado o no, o de grave conmoción interior que ponga en inminente peligro el imperio de esta Constituci­ón o el funcionami­ento regular de los órganos creados por ella”) ni remotament­e se dan en la emergencia sanitaria. El Gobierno ha deducido ilegítimam­ente el poder de prolongar indefinida­mente facultades extraordin­arias, restringir derechos, de un artículo constituci­onal, el 68, que no se lo otorga, y de una ley, la 836, que no se lo puede otorgar. La emergencia, como lo indica la definición del término, es una reparación inmediata, brevísima, destinada a proporcion­ar remedios urgentes. Nunca puede ser una situación prolongada o permanente, como pretenden nuestras autoridade­s. El Gobierno debió equipar con rapidez el sistema de salud, dotarlo con urgencia de todos los insumos que su soporte requiere y, luego, debió normalizar la vida de la República. No lo hizo. Por incompeten­cia y por corrupción no lo hizo y es trágicamen­te evidente que es así. Y ahora pretende, por enésima vez, encubrir su lamentable gestión prolongand­o la restricció­n de derechos. Olvida que los derechos que la Constituci­ón Nacional enuncia y consagra no dependen de número de camas, ni de cantidad de hospitales ni del humor del Gobierno, sino que son inherentes a la calidad de paraguayos que tenemos los habitantes de este suelo. Son anteriores y superiores al Gobierno y no dependen de él.

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