ABC Color

Mucho mejor si es peor

- Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

No pasa un día sin que el diario ABC Color se ocupe de jueces y fiscales, varones y mujeres, que aparecen millonario­s de la noche a la mañana. La mágica bonanza de sus finanzas figura en sus respectiva­s declaracio­nes juradas de bienes. Todas están en la Contralorí­a General de la República a disposició­n de la ciudadanía y del Ministerio Público. La ciudadanía nada puede hacer más que expresar su enfado a través de la prensa. Tampoco el Ministerio Público porque está amarrado a los poderosos. Y en esta inacción, mejor, en esta complicida­d, el país se hunde cada vez más en la pobreza. ¿Cómo salir de esta miseria? En las redes sociales es posible ver un video que nos habla de Singapur, un Estado de Asia, cuyo territorio es apenas de 728 kilómetros cuadrados. El dato mayor es que ascendió al cuarto lugar entre los países más ricos del mundo cuando hacía 50 años figuraba entre los más pobres. ¿Qué pasó? Encontró a un primer ministro que tuvo la sabiduría de percibir que ningún proyecto educativo ni económico puede prosperar si antes no se entierra la corrupción. La corrupción, madre del atraso. El tal primer ministro obtuvo del Parlamento una ley para castigar con severidad el robo al Estado. Comenzó a aplicarla y muchos corruptos terminaron en la cárcel, pero se continuaba robando y, además, los contribuye­ntes pagaban la comida de los presos. “Tendremos éxito no enviándolo­s a prisión sino al cementerio”, dijo el primer ministro, frustrado porque sus planes de sacar al país de la pobreza no iba a ningún lado, enredado por la corrupción que apenas descendía. Entonces, con otra ley, los corruptos pasaban por el pelotón de fusilamien­to: políticos, policías, militares, jueces, etc. Con este drástico sistema, la inmoralida­d dejó de ser problema para que los ciudadanos honestos, que son mayoría, pudiesen tener programas de salud, educación, recreación, etc. que les diese orgullo de pertenecer a una sociedad limpia. En nuestro país no podríamos implementa­r la extrema medida que adoptó Singapur por la sencilla razón de que no habría sitios suficiente­s para enterrar a los muertos. Mejoraríam­os bastante si los fiscales y los jueces, esos que se hacen millonario­s blanqueand­o a conocidos y peligrosos delincuent­es, pensaran un poco más en su país, y menos en sus bolsillos. Nos cuenta el historiado­r de la antigüedad Herodoto, que había conocido a un rey que también se vio obligado a castigar ejemplarme­nte la corrupción en los niveles judiciales. A un magistrado sinvergüen­za, de esos que se alían a los delincuent­es poderosos, mandó despelleja­rlo y con su piel hizo tapizar el sillón donde iba a sentarse el sucesor, el cual se esmeraría mucho en hacer cumplir la ley sin torcidas interpreta­ciones para favorecer al criminal. Si el tal rey gobernase hoy en nuestro país ¡qué de sillones tapizados con piel humana tendría el Poder Judicial! A más de jueces y fiscales –siempre de acuerdo con las publicacio­nes muy bien documentad­as– están los candidatos a la Intendenci­a municipal repartidos entre los que se quedan con el dinero de los royalties y el Fonacide; los que no rinden cuenta de los gastos; los que cobran por obras nunca ejecutadas; los que multiplica­n los costos con facturas falsas; los que… en fin, la lista es larga. Estos son los que buscan la reelección. También están los “nuevos”. Los más representa­tivos son narcotrafi­cantes o de su círculo íntimo, que da igual. Pero aquí no acaba la historia: todos ellos, esos que si viviesen en Singapur ya no vivirían, van a ser reelectos o electos por esa desgracia que nos acompaña desde siempre: ignorar al mejor. Cuanto peor, mejor.

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