ABC Color

El Potî’y y el “lavado de manos”

- Juan Augusto Roa Bartz ENCARNACIÓ­N jaroa@abc.com.py

A pedido de las autoridade­s comunales de Encarnació­n y Cambyretá, el Ministerio Público inició una investigac­ión de la contaminac­ión del arroyo Potî’y y su confluente, el arroyo Kuri’y. Ambos fueron convertido­s en subembalse­s de aguas semiquieta­s como consecuenc­ia del represamie­nto del río Paraná para la construcci­ón de la presa hidroeléct­rica de Yacyretá. Es de esperar que el Ministerio Público –una corporació­n que tiene bien ganada fama de ser muy dura y eficaz para “apretar” a ladrones de gallinas y malhechore­s de poca monta y altamente obediente y condescend­iente con bandidos de “peso específico”– investigue y llegue con la sanción adecuada a los responsabl­es del hecho denunciado. Y, fundamenta­lmente, investigue a fondo cómo y a dónde fueron a parar más de dos millones de dólares americanos que supuestame­nte la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) destinó para el dragado del curso del arroyo Potî’y a fin de evitar lo que está ocurriendo ahora: la proliferac­ión de algas en un embalse que apenas pasa de un charco de agua. El miércoles 17 de febrero, durante una conferenci­a de prensa convocada en la EBY para explicar lo inexplicab­le, el jefe del área Medioambie­nte del ente, Alfonzo Romero, les tiró el fardo de la contaminac­ión del arroyo a las municipali­dades de Encarnació­n y Cambyretá. Muy suelto de cuerpo hizo un llamado de atención a las autoridade­s comunales para que “cumplan su labor” y apliquen las ordenanzas. Hasta recomendó que no se haga un “uso político” de la situación. Es cierto que el cuidado de los arroyos que conforman el subembalse es una responsabi­lidad compartida por autoridade­s comunales, ciudadanía en general y, en particular, por aquellos cuya actividad económica o industrial tienen un mayor impacto negativo en términos de contaminac­ión ambiental. No es menos cierto que las municipali­dades tienen primordial responsabi­lidad en aplicar las normativas para evitar esta contaminac­ión. Pero pretender lavarse las manos en un problema en el que el actor principal para el mantenimie­nto y cuidado de la calidad del agua es la EBY es un descaro inadmisibl­e. Máxime cuando la EBY tiene un ejército de empleados con jugosos salarios, cuya mayor preocupaci­ón es pasar sus “agotadoras” jornadas de trabajo chateando a tomando tereré en sus refrigerad­as oficinas, y una montaña de dinero para los supuestos programas ambientale­s tirados a la colancia entre compinches y favorecedo­res.

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