El Potî’y y el “lavado de manos”
A pedido de las autoridades comunales de Encarnación y Cambyretá, el Ministerio Público inició una investigación de la contaminación del arroyo Potî’y y su confluente, el arroyo Kuri’y. Ambos fueron convertidos en subembalses de aguas semiquietas como consecuencia del represamiento del río Paraná para la construcción de la presa hidroeléctrica de Yacyretá. Es de esperar que el Ministerio Público –una corporación que tiene bien ganada fama de ser muy dura y eficaz para “apretar” a ladrones de gallinas y malhechores de poca monta y altamente obediente y condescendiente con bandidos de “peso específico”– investigue y llegue con la sanción adecuada a los responsables del hecho denunciado. Y, fundamentalmente, investigue a fondo cómo y a dónde fueron a parar más de dos millones de dólares americanos que supuestamente la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) destinó para el dragado del curso del arroyo Potî’y a fin de evitar lo que está ocurriendo ahora: la proliferación de algas en un embalse que apenas pasa de un charco de agua. El miércoles 17 de febrero, durante una conferencia de prensa convocada en la EBY para explicar lo inexplicable, el jefe del área Medioambiente del ente, Alfonzo Romero, les tiró el fardo de la contaminación del arroyo a las municipalidades de Encarnación y Cambyretá. Muy suelto de cuerpo hizo un llamado de atención a las autoridades comunales para que “cumplan su labor” y apliquen las ordenanzas. Hasta recomendó que no se haga un “uso político” de la situación. Es cierto que el cuidado de los arroyos que conforman el subembalse es una responsabilidad compartida por autoridades comunales, ciudadanía en general y, en particular, por aquellos cuya actividad económica o industrial tienen un mayor impacto negativo en términos de contaminación ambiental. No es menos cierto que las municipalidades tienen primordial responsabilidad en aplicar las normativas para evitar esta contaminación. Pero pretender lavarse las manos en un problema en el que el actor principal para el mantenimiento y cuidado de la calidad del agua es la EBY es un descaro inadmisible. Máxime cuando la EBY tiene un ejército de empleados con jugosos salarios, cuya mayor preocupación es pasar sus “agotadoras” jornadas de trabajo chateando a tomando tereré en sus refrigeradas oficinas, y una montaña de dinero para los supuestos programas ambientales tirados a la colancia entre compinches y favorecedores.