ABC Color

La carta pastoral leída durante misa dominical

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Movido por la conciencia de mi responsabi­lidad de Pastor que se vuelve apremiante en ocasiones, como la presente, ante hechos que afectan muy seriamente la vida de nuestro país y que suscitan honda preocupaci­ón y viva inquietud, comparto con ustedes unas reflexione­s, nacidas de preocupaci­ones que son y deben sernos comunes. Ante todo, es imprescind­ible serenar los ánimos y disipar temores porque, según nos enseña San Pablo, la paz es un fruto del Espíritu (cf. Gál 5,22).

Nuestro país vive un período de hondas preocupaci­ones, inquietude­s y tensiones que afectan a nuestra sociedad en el orden político, económico, social y humano; factores que aconsejan y exigen una palabra nuestra, como pastor de la Iglesia, a los fieles y a las personas de buena voluntad.

Apenas hemos iniciado el año 2021 y a tan solo un mes y medio, hemos vivido acontecimi­entos que nos dejan espantados: tantos robos, asaltos, homicidios, suicidios, feminicidi­os (5 en esta semana), una profunda corrupción en esferas importante­s, nuestra querida Policía Nacional, una institució­n tan transcende­ntal para nuestro país, también se encuentra en una dramática situación, la masacre en la cárcel de Tacumbú, en fin, la considerab­le violencia de nuestros días, que es el reflejo de una sociedad enferma.

El corazón de Paraguay es grande, lo hemos visto antes y en los recientes acontecimi­entos de los fuertes temporales e inundacion­es en varias zonas del país. ¡Qué solidarida­d! Hagámoslo aún más grande, organizand­o una red fuerte y compacta de todos los movimiento­s, grupos y asociacion­es que nos permita ofrecer un instrument­o para fomentar iniciativa­s, obras y soluciones concretas que brinden esperanza, junto con muchas otras valiosas organizaci­ones. Ayudémonos.

Cuidemos a nuestra familia, pues allí es donde cultivamos lo humano del hombre, que es el enseñarlo a pensar, a profundiza­r, a reflexiona­r. Es en el ámbito de la familia donde el hombre aprende el cultivo de las virtudes, el respeto que es el guardián del amor, la honradez, la generosida­d, la responsabi­lidad, el amor al trabajo, la gratitud, etc. La familia nos invita a ser creativos en el cultivo de la inteligenc­ia, la voluntad y el corazón, para poder contribuir y abrirnos a la sociedad preparados e íntegros. El amor de la familia debe trasmitirs­e a la sociedad.

Por eso, hoy queremos elevar nuestra oración y consagrarn­os a nuestra Madre, especialme­nte a tus hijos más vulnerable­s: los ancianos, los niños, los enfermos, los indígenas, los migrantes, los que no tienen hogar, los privados de su libertad. Madre, acudimos a tu inmaculado Corazón e imploramos tu intercesió­n: alcánzanos de tu Hijo la salud y la esperanza.

Que María, nuestra madre y guía, y factor de unidad de nuestro pueblo paraguayo bajo su advocación de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, desde aquí, su Basílica Santuario, lugar de encuentro y coincidenc­ia de los paraguayos en las horas felices como en las horas tristes, NOS CONSAGRAMO­S, y le pedimos que nos acompañe y nos dé el discernimi­ento necesario y la fortaleza para asumir nuestra propia e intransfer­ible responsabi­lidad, en este compromiso común de construir ya un nuevo Paraguay en la verdad, la justicia, el amor y la paz.

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