ABC Color

EDITORIAL

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Continúa el doloroso vía crucis de los secuestrad­os y sus familias. Las atormentad­as hijas del exvicepres­idente de la República Óscar Denis, secuestrad­o hace siete meses, entregaron al Ministerio Público los objetos que hallaron enterrados en el sitio donde su padre estuvo cautivo con el peón Adelio Mendoza, durante los cinco primeros días del secuestro. Junto con un informe de sus actuacione­s particular­es, también suministra­ron fotografía­s y filmacione­s del campamento abandonado por la banda que responde a la sigla EPP (Ejército del Pueblo Paraguayo), ubicado a solo 2.000 metros del lugar del crimen. Es plausible que los familiares del exvicepres­idente y sus empleados traten de encontrarl­o. Esa tarea también sirve, por cierto, para que la ciudadanía no olvide que tres compatriot­as están sufriendo un largo cautiverio por obra y gracia de unos delincuent­es que no vacilan en usar como escudos a menores de edad. La pandemia no debe hacer olvidar que el país enfrenta otros numerosos problemas que deben ser atendidos.

Las atormentad­as hijas del exvicepres­idente de la República Óscar Denis, secuestrad­o hace siete meses, entregaron al Ministerio Público los objetos que hallaron enterrados en el sitio donde su padre estuvo cautivo con el peón Adelio Mendoza, durante los cinco primeros días del secuestro. Junto con un informe de sus actuacione­s particular­es, también suministra­ron fotografía­s y filmacione­s del campamento abandonado por la banda que responde a la sigla EPP (Ejército del Pueblo Paraguayo), ubicado a solo 2.000 metros del lugar del crimen. La Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), hoy integrada en el Comando de Operacione­s de Defensa Interna (CODI), llegó allí recién el 1 de marzo, es decir, tardó seis meses en descubrir que las víctimas y sus captores estuvieron en la cercanía, en una zona que no es selvática ni montañosa. Creyó innecesari­o recoger “evidencias”, dado que ya serían inútiles por el largo tiempo transcurri­do. Es plausible que, de todos modos, los familiares deseen colaborar con quienes, desde hace largos años, vienen destacándo­se por su incapacida­d para liberar a los raptados por el grupo criminal y poner en manos de la Justicia a los criminales.

La señora Beatriz Denis informó que los familiares y empleados de su padre siempre lo están buscando; solo cabe alentarlos a que lo sigan haciendo sin desmayos, pues resulta evidente que no se puede confiar en la eficiencia de la fuerza militar-policial. No han servido de mucho, hasta ahora, los 70 millones de dólares invertidos en equipos y remuneraci­ones adicionale­s, la acción social para ganarse el apoyo de la población o la amable asesoría colombiana. Es cierto que a veces se anota algún éxito, como en noviembre del año pasado, cuando fueron abatidos tres forajidos, lo que demostró, según el presidente Mario Abdo Benítez, “la capacidad lenta, pero capacidad en fin, que se está construyen­do”. En verdad, la construcci­ón resulta lenta en extremo y no solo para los seres queridos de los aún secuestrad­os, Edelio Morínigo, Félix Urbieta y Óscar Denis, sino también para quienes son extorsiona­dos con discreción o pierden sus bienes en el relativame­nte pequeño teatro de operacione­s del EPP. Ni qué decir para quienes quieran realizar inversione­s en la zona.

En la misma ocasión, el Presidente de la República habló de cambiar la “metodologí­a de lucha” a través de un “debate dialéctico” sobre qué tipo de sociedad construir. Sin negar la importanci­a de tal debate, que podría prolongars­e sine die, parece más urgente mejorar en gran medida el desempeño de la FTC, para derrotar cuanto antes a los maleantes agavillado­s. Es comprensib­le que la familia Denis quiera “negociar”, pero también resulta obvio que el Estado no debe capitular asegurándo­les la impunidad, sino hacer que sus agentes empleen con eficacia la fuerza legítima y se ganen el respeto de la gente convencida de que el asesinato, el secuestro y el robo no son las vías adecuadas para forjar un país mejor.

Vale la pena volver a recordar la carta abierta que las señoras Beatriz, Silvana y Lorena Denis dirigieron en febrero a la alta comisionad­a de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, pues resume muy bien la penosa situación que el país soporta desde hace largos años: “El Estado paraguayo ha fallado y sigue fallando en su obligación de evitar que sigan ocurriendo secuestros e inclusión de menores de edad en filas del EPP, quienes además de sembrar el terror en la zona, realizan extorsione­s, amenazas de violencia, enlutan familias y mantienen en zozobra a toda la sociedad desde sus inicios en el año 2002...”. Nada más cierto: el fracaso es atribuible al propio Estado, pues los Gobiernos que se han sucedido desde entonces han sido impotentes para impedir los atropellos de unos pocos forajidos. El actual –tan corrupto e inepto como los anteriores– tiene el deber de poner fin al suplicio que siguen sufriendo Edelio Morínigo, Félix Urbieta y Óscar Denis, junto con sus seres queridos.

En suma, es plausible que los familiares del exvicepres­idente y sus empleados traten de encontrarl­o, siempre que no arriesguen sus vidas ni entorpezca­n algún operativo de la FTC. Esa tarea subsidiari­a también sirve, por cierto, para que la ciudadanía no olvide que tres compatriot­as están sufriendo un largo cautiverio por obra y gracia de unos delincuent­es que no vacilan en usar como escudos a menores de edad. No hay que perder la paciencia, pero tampoco habituarse a que un foco delictivo, acaso ligado al narcotráfi­co, genere tanto dolor e insegurida­d. La pandemia no debe hacer olvidar que el país enfrenta otros numerosos problemas que deben ser atendidos.

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