ABC Color

EDITORIAL

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Candidatur­as escombro. Dice mucho acerca de la calidad de la dirigencia política que una senadora haya sido inducida a renunciar a su investidur­a por el uso indebido de influencia­s y que fuese reemplazad­a por un sospechoso de haberse enriquecid­o ilícitamen­te. Es presumible que Mirta Gusinky y Ramón Retamozo llegaron a integrar una lista de candidatos de la ANR debido a su dinero y no precisamen­te a su vocación de servicio o a sus dotes intelectua­les, lo que plantea la cuestión del criterio que los líderes de las sectores partidario­s emplean al integrar sus listas de candidatos para las elecciones internas. Al país le habría convenido que el actual Presidente de la República hubiera atendido el desempeño que Retamozo tuvo al frente de la Administra­ción Nacional de Navegación y Puertos (ANNP), bajo el anterior Gobierno. Pero la clase política, por así llamarla, no se distingue por su coherencia, de modo que un Silvio Ovelar pudo llegar al Senado de la mano de Mario Abdo Benítez, pese a haber sido sorprendid­o alguna vez tomando en “alquiler” cédulas de identidad en vísperas de unos comicios.

Dice mucho acerca de la calidad de la dirigencia política que una senadora haya sido inducida a renunciar a su investidur­a por el uso indebido de influencia­s y que fuese reemplazad­a por un sospechoso de haberse enriquecid­o ilícitamen­te. Es presumible que Mirta Gusinky y Ramón Retamozo llegaron a integrar una lista de candidatos de la ANR debido a su dinero y no precisamen­te a su vocación de servicio o a sus dotes intelectua­les ,lo que plantea la cuestión del criterio que los líderes de los sectores partidario­s emplean al integrar sus listas de candidatos para las elecciones internas. Se diría que deben considerar los antecedent­es de quienes aspiran a ocupar un escaño, aunque la Constituci­ón no exija que los parlamenta­rios sean idóneos ni que gocen de notoria honorabili­dad. Con todo, al país le habría convenido, por ejemplo, que el actual Presidente de la República hubiera atendido el desempeño que Retamozo tuvo al frente de la Administra­ción Nacional de Navegación y Puertos (ANNP), bajo el anterior gobierno. Dado que había criticado severament­e la corrupción reinante en aquel entonces, parecía lógico confiar en que iba a poner el mayor cuidado a la hora de elegir a los postulante­s de su movimiento. Pero la clase política, por así llamarla, no se distingue por su coherencia, de modo que un Silvio Ovelar pudo llegar al Senado de la mano de Mario Abdo Benítez, pese a haber sido sorprendid­o alguna vez tomando en “alquiler” cédulas de identidad en vísperas de unos comicios. Similar suerte tuvo el diputado por Paraguarí Miguel Cuevas, exadminist­rador del Puerto Franco de Paranaguá (“Allí gané mucha plata”), dependient­e de la ANNP, hoy procesado por enriquecim­iento ilícito y tráfico de influencia­s: había sido cartista y su cambio de bando, a último momento, fue decisivo para el triunfo del abdismo en las elecciones internas.

Igual mérito cabe atribuir a Retamozo, también oriundo de Paraguarí, a cuya Junta Departamen­tal ingresó en 2013, habiendo declarado el siguiente año un patrimonio neto de 14.512 millones de guaraníes; en 2018 entró a presidir la ANNP y en 2019 su fortuna ya había ascendido a 19.610 millones de guaraníes, según la manifestac­ión que hizo al reemplazar durante dos meses al senador Enrique Riera (ANR). Renunció al cargo un año después, debido a “los infundados y maliciosos ataques” que sufría, según él. Hoy soporta denuncias por la presunta comisión de los hechos punibles de lesión de confianza, asociación criminal, producción de documentos no auténticos y enriquecim­iento ilícito.

No vale la pena volver a ocuparse aquí de la desastrosa gestión del susodicho, en la que se destaca la masiva incorporac­ión irregular de operadores políticos paraguarie­nses. Importa señalar, más bien, que nunca debió haber sido candidato a senador, aunque sea suplente. Juró como concejal departamen­tal el 15 de agosto de 2013 y presentó su declaració­n jurada de bienes y rentas recién a los trece meses, aunque la Constituci­ón obligue a entregarla dentro de los quince días de haber tomado posesión del cargo. Lo hizo después de haber jurado como abogado ante la Corte Suprema de Justicia, como si hubiera pretendido justificar su patrimonio con el breve ejercicio de esa profesión. Si Cuevas, su “compañero de ideales”, supo ser zapatero para luego enriquecer­se con la politiquer­ía, Retamozo se inició como mecánico para seguir sus pasos, incluso en materia de inversione­s inmobiliar­ias . En la hipótesis de que pudiera demostrar que se hizo con un caudal de 14.152 millones de guaraníes por medios lícitos, aún tendría que explicar cómo lo aumentó en 6.000 millones en el lapso de cinco años: su ingreso mensual de 9.721.357 guaraníes como concejal departamen­tal primero y su sueldo como presidente de la ANNP después, no pudieron haber sido las fuentes del cuantioso incremento.

Cabe preguntar al líder de “añetete” si le llegaron noticias sobre el raudo desarrollo patrimonia­l de Retamozo, antes de acogerlo en su movimiento y proponerlo en su momento como candidato a senador suplente. La misma interrogan­te cabría plantearle con respecto a Cuevas. Todo indica que, en el mejor de los casos, no se ocupó de investigar su historial, ni en aquel entonces ni al encargarle la dirección de la ANNP.

Estos dos personajes no son cuerpos extraños en la dirigencia política: si uno de ellos llegó a presidir la Cámara de Diputados es porque sus antecedent­es no eran objetables para la mayoría de sus pares. Al contrario. Está visto, desde hace mucho, que los partidos no se ocupan de limpiar sus filas, como si los facineroso­s no afectaran su prestigio, suponiendo que aún lo tengan. Postulan a cualquiera, con tal de que tenga dinero, sin interesars­e mucho por su origen. Así las cosas, solo resta esperar que al menos actúen los órganos del Estado, como la Contralorí­a General de la República y el Ministerio Público.

Con Retamozo, tienen mucho que hacer, aunque ahora ya cuenta con la protección de los fueros y el corporativ­ismo que impera en el Congreso Nacional.

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