Ñai’û: incautaciones infames
Tomar costumbres ancestrales y buscar la forma de sacar provecho patentándolas a nombre de uno es una deleznable práctica cada vez más frecuente. No hace mucho, representantes de pueblos originarios de México habían denunciado que sus creaciones fueron utilizadas en el mundo de la moda internacional sin que se les reconozca en lo más mínimo cultural y económicamente.
Este tipo de cosas sucede también en otros ámbitos como con las frases de uso cotidiano. Años atrás, una polémica dueña de productora había armado un escándalo acusando de plagio a una serie periodística denominada “Hecho en Paraguay” creada con el objetivo de visibilizar la artesanía y el emprendedurismo paraguayo. Un furibundo reclamo había llegado a la redacción pidiendo que cesen esas publicaciones porque la frase era de su propiedad intelectual, amenazando con accionar, etc.
A nivel local, las artesanas, y particularmente las alfareras, son reliquias vivientes de la expresión ancestral. Su ya de por sí vulnerable situación en cuanto a la conservación de la cultura se vulnera por segunda vez en este contexto de pandemia por covid-19, en el que la economía no les ha mostrado su mejor cara. Y, como si les faltara una tercera vulneración, ahora viene alguien que, mediante argucias legales, les quiere robar sus ideas y su modo de ganarse la vida.
El centro de la polémica es una especie de óvalo de doble apertura hecho en barro negro, cocido y pulido: un horno portátil artesanal, conocido horno ñai’û (barro). La disputa por la propiedad intelectual de este artefacto concebido años atrás con motivo de una feria de chipas se encuentra en instancias judiciales. Así es que se ha prohibido a un grupo de 11 artesanas seguir produciendo su horno ñai’û y, para colmo, a otras se les ha incautado la producción, alegando plagio porque son “muy parecidos” a un horno producido de manera industrial y con encendido eléctrico, patentado por un individuo que reclama ser el creador. A ver... ¿quién le robó a quién? Parecido no es igual y, si vamos al caso, las que produjeron primero el horno ñai’û fueron las artesanas, quienes registraron la creación con ayuda del IPA (Instituto Paraguayo de Artesanía) justamente para preservar a las artesanas. Ahora viene alguien que les quiere robar su forma digna de trabajo.
En este país se roba todo: vacunas, plata para las escuelas, para la salud y todos siguen “más firmes” en sus cargos. Pero unas humildes artesanas que comen de la tierra son tratadas más o menos de criminales y el despliegue para despojarles de sus creaciones es casi igual al operativo de atrapar peligrosos fugitivos. Dejen en paz a las alfareras y a sus ñai’û.