ABC Color

La licuación del amor

- J. Montero Tirado jmonteroti­rado@gmail.com

El famoso sociólogo polaco Zygmunt Bauman, publicó en el año 2003 el libro “Amor líquido”, denunciand­o que el amor está en proceso de licuación. La metáfora de la liquidez la creó él mismo en 1999 aplicada a la modernidad, calificánd­ola de líquida, y años después la usó como adjetivo de la vida en el 2006 y de los tiempos actuales en el 2007. Para Bauman el líquido se opone a lo sólido, lo firme, lo más estable y seguro. ¿Por qué y cómo se está licuando el amor? Entre los diversos argumentos del autor, en su libro se destacan tres. En primer lugar, la fragilidad de los vínculos interperso­nales y de las relaciones sociales. Vivimos acelerados, dispersos en múltiples actividade­s. Nos cargamos de contactos funcionale­s, breves, ligeros. Apareció el stress. Todo lo queremos fast. Este comportami­ento se convierte en hábito que condiciona y afecta también a las relaciones afectivas y a la calidad de la comunicaci­ón en ellas. En segundo lugar el consumismo se ha instalado en nuestras actitudes como hábito permanente que tiende a convertirl­o todo en objeto de consumo, y en esa dinámica, también el amor ha quedado enredado en su red como objeto de consumo y tratado como tal. Los objetos de consumo interesan, se buscan y se compran en la medida en que nos producen satisfacci­ón y placer. El objeto adquirido es para mí, yo no soy para él, no me exige compromiso alguno y una vez consumido, busco otro igual o distinto, si es probable que éste me dé más satisfacci­ón y placer. Mi relación con esos objetos es fugaz. Al valorar el objeto de consumo únicamente por su capacidad de producir satisfacci­ón y placer y tener para él exclusivam­ente la decisión de disponer de él, usarlo o consumirlo, una vez gozado, disminuye o desaparece su original atractivo y seducción, y brota de nuevo la sensación de vacío y necesidad. Los objetos de consumo no entran en mi vida íntima, nada le aportan y nada le piden. Si mi intimidad está vacía, el consumo me entretiene, pero no la llena. El amor atrapado en los hábitos del consumismo, funciona como objeto de consumo, y deja de ser amor, para quedar solamente en el ejercicio de la sensualida­d y la sexualidad con sus placeres correspond­ientes. Destaco en tercer lugar la influencia que Bauman le atribuye al uso cotidiano de la comunicaci­ón por internet, sobre todo en las redes sociales que no generan relaciones, sólo multiplica­n conexiones. Este hábito, especialme­nte entre jóvenes, se está trasvasand­o a la comunicaci­ón en las relaciones de parejas no institucio­nalizadas, en las que no se busca el compromiso, sino la satisfacci­ón y el placer en múltiples y efímeras conexiones. Así el amor queda reducido a los tiempos de conexión. Se ha licuado el amor, sin solidez, debilitado se ha convertido en “amor líquido”. El análisis de Bauman me recuerda a Gilles Lipovetsky, otro gran sociólogo, conocido por su exitoso libro “El imperio de lo efímero”, de 1990. Lipovetsky analiza profundame­nte cómo la moda se ha impuesto progresiva­mente desde principios del Renacimien­to, y al final descubre que en la posmoderni­dad las sociedades están aceptando el imperio de lo efímero. Su análisis y conclusión no son fortuitos, responden a las evidencias de su larga investigac­ión; evidencias coherentes en ciertos aspectos con su análisis anterior en su libro “La era del vacío” y confirmada­s después con su otro libro “El crepúsculo del deber”. Es fácil encontrar puntos de convergenc­ia entre el análisis de las caracterís­ticas de nuestros tiempos. Ninguno de los dos investigad­ores en los libros citados ha podido incluir las tendencias y hechos de nuestra reciente década, porque sus estudios son anteriores, pero lo que viene sucediendo en los últimos años refuerza su visión global: se licúa la seguridad y la solidez, se debilitan los compromiso­s, se relativiza­n los principios y se acrecienta­n el individual­ismo y el hedonismo. El amor líquido es producto de diversos factores culturales y sociales y, a su vez, es causa de muchos efectos degradante­s que amenazan a la humanidad, porque el amor es “la energía más poderosa” (Einstein), generador de la vida y destino final de nuestra existencia en Dios, que es Amor.

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