ABC Color

El prebendari­smo goza de buena salud en Asunción.

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Trabajador­es de la Municipali­dad de Asunción, cuyos salarios y equipos son financiado­s por contribuye­ntes de todos los partidos, se ocuparon de limpiar un inmueble local de la ANR, en su horario laboral, mientras hay plazas desoladas, como la de Armas, y ¡hasta una calle en la que nadan peces! Se espera que las otras organizaci­ones políticas se abstengan de exigir el mismo servicio en virtud del principio de igualdad y que el actual intendente César Ojeda (ANR) sea interpelad­o al menos por los ediles que no son correligio­narios suyos, aunque más de uno le haya dado su voto para reemplazar a su padrino, el cartista Óscar “Nenecho” Rodríguez. Un mes después de asumir el cargo solicitó a la Junta Municipal dos ampliacion­es presupuest­arias por un valor total de más de 11.600 millones de guaraníes, pedido que sigue en estudio.

Trabajador­es de la Municipali­dad de Asunción, cuyos salarios y equipos son financiado­s por contribuye­ntes de todos los partidos, se ocuparon de limpiar un inmueble local de la ANR, en su horario laboral, mientras hay plazas desoladas, como la de Armas, y ¡hasta una calle en la que nadan peces! Se espera que las otras organizaci­ones políticas se abstengan de exigir el mismo servicio en virtud del principio de igualdad y que el actual intendente César Ojeda (ANR) sea interpelad­o al menos por los ediles que no son correligio­narios suyos, aunque más de uno le haya dado su voto para reemplazar a su padrino, el cartista Óscar “Nenecho” Rodríguez. Un mes después de asumir el cargo solicitó a la Junta Municipal dos ampliacion­es presupuest­arias por un valor total de más de 11.600 millones de guaraníes, pedido que sigue en estudio.

La primera, que llegaría a G. 4.500 millones, se funda en que ya al 16 de julio se habían consumido los G. 14.000 millones presupuest­ados para este año. Este dato alarmante basta para ilustrar la pésima calidad de la administra­ción municipal, una de cuyas caracterís­ticas es la falta de transparen­cia; en efecto, el peticionan­te no justificó las mayores erogacione­s que habría requerido la lucha contra la pandemia, esto es, no individual­izó los contratos ejecutados ni el destino específico de los fondos, datos estos que tampoco fueron brindados por su antecesor. Valga como ejemplo de la oscuridad reinante en el Palacete Municipal que se ignoran la cantidad, el costo y los destinatar­ios de los “kits” de alimentos comprados para ollas populares, lo que bien hace presumir que la corruptela estuvo en el orden del día.

La segunda ampliación presupuest­aria supondría más de 7.166 millones de guaraníes para el “ajuste de los salarios de contratado­s, jornaleros y beneficios sociales”, atendiendo el reajuste del salario mínimo decretado en junio. Dando por cierto que no haya aumentos de sueldos encubierto­s, el impacto ha sido considerab­le debido al exceso de personal: los contribuye­ntes mantienen a unos 8.000 funcionari­os contratado­s y jornaleros, de los cuales alrededor de 1.200 están asignados a la Junta Municipal: es legítimo preguntars­e por qué los 24 concejales deben contar con un plantel tan frondoso y la respuesta habría que buscarla en la práctica del prebendari­smo puro y duro, más allá de los colores. No se crea que los representa­ntes de los pobladores de Asunción se limitan a incorporar a sus parientes, amigos y correligio­narios en la planilla de sueldos del órgano que integran: su red clientelar se extiende a todo el aparato municipal, tanto que hay ediles que controlan de hecho ciertas dependenci­as, como la Dirección de Tránsito, en virtud de una repartija extraofici­al.

Como es obvio, abundan los “servidores públicos” ociosos y no solo porque no quieran trabajar, sino también porque, simplement­e, no hay tareas que encargarle­s: por uno u otro motivo, muchos no podrían ocuparse de bachear las calles, recoger la basura, dirigir el tráfico o limpiar las plazas, de modo que nos les resta más que vagar por los pasillos o turnarse para ocupar sillas. El lastre del personal superfluo le cuesta muy caro al contribuye­nte y obliga a la Municipali­dad a contraer deudas, cada año, para el pago de salarios y aguinaldos: aunque no se robe, como se roba, la carga es demasiado pesada y lleva a incrementa­r los gastos rígidos a costa de los de inversión. Es de temer que en los meses que restan para los comicios arrecie el empleo, en más de una campaña electoral, de los recursos humanos y materiales que deberían estar al servicio de los habitantes de la capital. No obstante, cabe esperar que al a menos los que sean electos por primera vez el 10 de octubre no se contaminen en el ejercicio del cargo y se esfuercen por erradicar tantos vicios de larga data.

Especial atención debe prestarse al desempeño de la nueva Junta Municipal: la que hoy se tiene no ha controlado a la Intendenci­a, sino que, más bien, se ha confabulad­o con ella, ante la penosa indiferenc­ia de las Juntas Comunales de Vecinos y la escasa participac­ión ciudadana en la gestión municipal: según enseña la experienci­a, también es preciso controlar a quienes deberían controlar al jefe de la administra­ción comunal, así como respetar las normas de tránsito, limpiar los lotes baldíos, no arrojar la basura al raudal o evitar la polución sonora; también los vecinos deberían contribuir con su conducta a que Asunción sea más “amigable”, ya que no todo es culpa de los “políticos” y del personal de la Municipali­dad.

Es deseable, en fin, que los votantes tomen buena nota de los antecedent­es de quienes aspiran a la reelección, sin perjuicio de atender los de quienes se postulan por primera vez. La capital del país no debe seguir ofreciendo un panorama tan deprimente en materia de infraestru­ctura y de aseo urbano, entre otras cosas. En última instancia, todo depende del voto a conciencia, lo que implica estar informado. Es de suponer que los asunceños ya saben en qué condicione­s se halla su hábitat y cuáles son las causas, de modo que está en sus manos intentar corregir, a través de las urnas, el lamentable estado de cosas. De lo que se trata es administra­r con honradez y eficiencia, de acuerdo a normativas sensatas: de ello deben ocuparse los elegidos, que no pueden estar sujetos a un mandato imperativo, pero sí vigilados por la ciudadanía.

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