ABC Color

“Es la política, estúpido”

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

En 1992 las elecciones presidenci­ales en Estados Unidos se presentaba­n muy difíciles para los demócratas, en frente tenían a George H.W. Bush, el presidente republican­o que buscaba su reelección tras haber sido electo para ejercer como presidente de 1989 a 1993, previo paso como vicepresid­ente de Ronald Reagan entre 1981 y 1989.

Pero además Bush padre venía de triunfos en política exterior, como el fin de la Guerra Fría y el éxito en la Guerra del Golfo. Eso sí, la economía estadounid­ense estaba en recesión.

Un hombre llamado James Carville, quien hacía de estratega electoral de los demócratas, propuso de ese modo que el eje de la campaña apuntara a lo cotidiano de la gente, a esa realidad diaria con la que una persona común se enfrenta en cada jornada.

Fue así que “the economy, stupid” o “la economía, estúpido” se convirtió en una de las frases y ejes de la campaña, una de las ideas fuerza que conectaron con el electorado.

El candidato, un demócrata de 46 años llamado Bill Clinton, derrotó en esas elecciones a George Bush padre convirtién­dose en nuevo presidente de Estados Unidos.

Viernes. 17:15. La fila de vehículos ya no se mueve sobre Choferes del Chaco casi Azara en Asunción. El semáforo va cambiando de luces varias veces y las bocinas comienzan a componer una insoportab­le sinfonía capaz de enervar hasta al más manso. Pasaron 30 minutos y la fila apenas se desplazó poco más de una cuadra, la razón: una serie de semáforos descompues­tos que ya generaron el caos desde la zona del Mercado Cuatro a través de la avenida Eusebio Ayala, pasando luego por la avenida Kubitschek.

Insistente­s pedidos de que aparezcan los inspectore­s de tránsito para dirigirlo fueron infructuos­os hasta que apareciero­n policías que fungieron de agentes de tránsito.

Solo bastó un problema adicional para que el ya habitual exasperant­emente lento tráfico se convirties­e en un caos, una jungla en la que rigió la ley de la selva, en la que el más fuerte o más mbarete fue ganando el paso.

El tránsito incide en todo. En el humor social, en la economía de cada uno, en la contaminac­ión del medio ambiente, en llegar a tiempo al trabajo, en rendir mejor, en el trato que uno da a los demás, en la tranquilid­ad de salir seguros de nuestras casas y volver de la misma forma a ellas.

Las obras como viaductos, pasos a desnivel o ensanchami­entos de calles son importante­s paliativos, pero que solo difieren la explosión del problema real: la falta de un sistema de tránsito eficiente, previsible y seguro que ayude a tener un tránsito más ágil y ordenado.

Un sistema que tenga un mejor servicio de transporte público, no como este que hizo que decenas de miles de personas que usaban colectivos encontrase­n más convenient­e comprarse una moto.

Un sistema de tránsito que haga que quienes viajamos individual­mente en nuestros vehículos desperdici­ando dinero y espacio optemos al menos de tanto en tanto por utilizar ese servicio de transporte público.

Un sistema de tránsito en el que la PMT de cada municipio no sea policía municipal de transa, sino se encargue de educar a conductore­s y sancionar, eso sí, las faltas alevosas en el tránsito.

Un sistema de tránsito que ofrezca un servicio de tren de cercanías. Pero no el de los eternos estudios de factibilid­ad y con un plantel de funcionari­os sin funciones. Uno real, que permita conectar al centro de Asunción con Ypacaraí y que ya hubiese existido hace mucho si hubiese voluntad y decencia en el manejo de la cosa pública.

Un sistema que pueda lograr algo tan sencillo como dos carriles exclusivos que conecten San Lorenzo con el centro de Asunción sobre la avenida Eusebio Ayala.

Es que la población seguirá creciendo y con ello también el parque automotor, mientras que la tierra o espacio horizontal es el único bien que no se multiplica sino se divide.

Pero ¿quién debe darle una solución a este problema que aumenta exponencia­lmente?

Parafrasea­ndo al asesor de Clinton: “Es la política, estúpido”.

No estaría mal recordarlo a la hora de analizar obras y propuestas de quienes piden el voto en las elecciones municipale­s del próximo 10 de octubre.

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