ABC Color

Nadie quiere tocar los intereses de los grandes contraband­istas.

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En el Día de la Industria, el presidente de la Unión Industrial Paraguaya (UIP), Enrique Duarte, sostuvo que los esfuerzos del Estado para frenar el contraband­o y la corrupción son “claramente insuficien­tes”, porque “hay temor a tocar intereses de los grandes contraband­istas, con tentáculos en todos los estamentos del poder y (...) también en el lado más oscuro y avaro de organizaci­ones que lejos están de ser empresaria­les”. El coordinado­r ejecutivo de la Unidad Interinsti­tucional para la Prevención, el Combate y la Represión del Contraband­o (UIC), Emilio Fúster, le respondió que “no existe autoridad moral por parte de nadie para hablar de contraband­o”. Son gravísimas afirmacion­es, que sugieren el poder de los grandes delincuent­es empotrados en las altas esferas de la estructura del Estado y contra quienes, a juzgar por esos dichos, resulta imposible proceder.

En el Día de la Industria, el presidente de la Unión Industrial Paraguaya (UIP), Enrique Duarte, sostuvo que los esfuerzos del Estado para frenar el contraband­o y la corrupción son “claramente insuficien­tes“, porque “hay temor a tocar intereses de los grandes contraband­istas, con tentáculos en todos los estamentos del poder y (...) también en el lado más oscuro y avaro de organizaci­ones que lejos están de ser empresaria­les”. El coordinado­r ejecutivo de la Unidad Interinsti­tucional para la Prevención, el Combate y la Represión del Contraband­o (UIC), Emilio Fúster , le respondió que “no existe autoridad moral por parte de nadie para hablar de contraband­o”. Son gravísimas afirmacion­es, que sugieren el poder de los grandes delincuent­es empotrados en las altas esferas de la estructura del Estado y contra quienes, a juzgar por esos dichos, resulta imposible proceder.

Sin embargo, si se sienten aludidos, los miembros de la UIP deben saber qué actitud adoptar ante los dichos del exagente fiscal. Por de pronto, el presidente gremial hizo bien en apuntar también a los delincuent­es del sector

privado, que interviene­n en el contraband­o como autores y en la corrupción como cómplices. Sería gravísimo que lo de “nadie tiene autoridad moral” implicara meter a todos los habitantes del país en una misma bolsa infecta, de modo que es preferible evitar una interpreta­ción literal. Sigue siendo necesario “reconstrui­r el tejido moral de la nación”, al decir del fallecido Mons. Ismael Rolón, pero, para ello hay que enviar a la cárcel a los contraband­istas, para cuyo efecto necesitamo­s de un Ministerio Público y jueces honestos y corajudos, los que a la fecha brillan por su ausencia. La Fiscalía, de hecho, parece que hace brazos caídos cuando se trata de investigar a los poderosos.

Emilio Fúster admite –¡menos mal!– que existen “problemas de contraband­o”, pero pide objetivida­d en las críticas y señala que el actual Gobierno ha realizado “incautacio­nes récord” en la materia. Aunque así sea, bien puede afirmarse, a riesgo de pecar de subjetivid­ad, que si aumentaron las incautacio­nes es porque también lo hicieron las operacione­s delictivas: las cifras absolutas importan menos que las relativas, esto es, de las que resulten de comparar el volumen de las incautacio­nes y el de las operacione­s ilícitas exitosas. No obstante, el coordinado­r ejecutivo admitió que el control resulta “dificultos­o” debido a la corrupción de los funcionari­os (con razón, hay tantos aduaneros millonario­s), poniendo así el dedo en la llaga y coincidien­do en parte con el presidente de la UIP. Resulta claro que en un país de no muy extensas fronteras como el nuestro, la introducci­ón o la salida en gran escala de mercadería­s sin el pago de los derechos aduaneros solo es posible gracias al soborno o cohecho pasivo agravado.

El Código Procesal Penal obliga al coordinado­r ejecutivo de la UIC a denunciar a esos canallas ante el Ministerio Público para que este investigue y, eventualme­nte, los acuse, aunque tenga sus razones para desconfiar de su actuación. En efecto, hablando el último 20 de agosto del contraband­o de cigarrillo­s, se limitó a responder con una sonrisa a la pregunta de por qué dicho organismo nada hace con relación al tema, una de las mayores fuentes del lavado de dinero, en su opinión. No pudo haber sido más elocuente, sin decir una palabra.

Emilio Fúster fue agente fiscal hasta octubre de 2017, es decir, durante casi todo el Gobierno que, según dijo en su réplica, “liberaba prácticame­nte todas las rutas a los contraband­istas”; es presumible que sepa mucho de las instruccio­nes allí recibidas con respecto al contraband­o, sobre todo el de cigarrillo­s.

Se plantea así la pregunta de quién podría combatirlo­s, si llegan hasta el Congreso, la Presidenci­a de la República, Fiscalía General del Estado y la Corte Suprema de

Justicia, que son los organismos encargados, respectiva­mente, de sancionar las leyes y de hacerlas cumplir, así como de acusar y de sancionar a los infractore­s. Por lo demás, la gran mayoría de los funcionari­os corruptos que “dificultan” el control integran, justamente, las ocho institucio­nes representa­das en la UIC: los Ministerio­s de Industria y Comercio, del Interior y de Defensa, la Policía Nacional, la Armada, la Dirección Nacional de Aduanas, la Secretaría Nacional Antidrogas y el Departamen­to Técnico Aduanero de Vigilancia Especial (la cuestionad­a Detave).

Como todos tienen miedo a los manguruyus­es que manejan el contraband­o y, como reconocen las autoridade­s y entidades gremiales, nadie tiene el coraje para actuar, esta

actividad ilegal continuará tan campante, mientras los productore­s de tomate, de cebolla, de pollos, y otros muchos rubros, seguirán desgañitán­dose para pedir que se ponga fin al agresivo ingreso de mercadería­s al margen de las leyes aduaneras. No sabemos que el ministro de Industria y Comercio, Luis Castiglion­i, o el de Agricultur­a y Ganadería, Moisés Santiago Bertoni, hayan abandonado su saco y corbata para ir a reunirse con los mencionado­s productore­s que sufren a consecuenc­ia de la actividad de los sinvergüen­zas intocables, y abogar por su causa. Las afirmacion­es tanto de la UIP como las del funcionari­o encargado de combatir este flagelo de nuestra economía dan la pauta de que se conoce quiénes son los contraband­istas y sus protectore­s, pero que se teme dar siquiera los nombres y, mucho menos, accionar contra ellos, mientras la Fiscalía prefiere esconder la cabeza como el avestruz. A este paso, tenemos contraband­o para rato, pues ya nadie cree en promesas tales como “cortar la mano a los corruptos”, o “caiga quien caiga”.

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