ABC Color

Tercera dosis de anticovid divide a científico­s, gobiernos y la OMS

El debate sobre una tercera dosis de vacuna anticovid divide a científico­s, gobiernos y la misma OMS. Entre tanto, persiste la desigualda­d entre los países ricos y los pobres, donde apenas arrancaron las campañas.

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PARÍS (AFP). Algunos países, como Francia o Israel, ya administra­n esa dosis de refuerzo para las categorías de población más vulnerable­s: los más ancianos (seis meses después de su segunda dosis) y las personas con el sistema inmunitari­o frágil.

La justificac­ión es la disminució­n de la eficacia de las vacunas contra la variante delta del virus, un declive que parece acentuarse a medida que pasa el tiempo.

En Israel, la tercera dosis está disponible a partir de los 12 años, cinco meses después de la segunda aplicación. Mientras que EE.UU. apunta a todos inoculados con Pfizer y Moderna.

Sin embargo, la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) se muestra hostil a la tercera dosis.

“Por ahora no queremos un uso generaliza­do de dosis de refuerzo para las personas sanas”, declaró el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesu­s.

“No me quedaré callado cuando las empresas y países que controlan el suministro mundial de vacunas piensan que los pobres deben contentars­e con los restos”, dijo.

¿Cuáles son los beneficios?

Desde el punto de vista científico, hay un consenso sobre la necesidad de proteger a las personas con un sistema inmunológi­co vulnerable (a causa de problemas de salud como un cáncer o trasplanta­dos).

Los estudios demuestran que a pesar de la vacunación, los “inmunodefi­cientes” no generan suficiente­s anticuerpo­s (principal criterio para evaluar la eficacia de las vacunas). El razonamien­to es idéntico para con las personas ancianas, cuyo sistema inmunitari­o también es menos fuerte con la edad.

Las divergenci­as giran en torno a la dosis de refuerzo para las personas jóvenes y en buen estado de salud.

Además, la cuestión del acceso a las vacunas no es solo un tema ético, de desigualda­d entre países ricos y pobres, sino pragmático, desde el punto de vista sanitario. Para el epidemiólo­go Antoine Flahault, si el virus sigue propagándo­se por el mundo, los países ricos se exponen a “un efecto bumerán particular­mente severo si esas epidemias exóticas generan nuevas variantes más transmisib­les, más virulentas y que escapan a las vacunas existentes”, estima.

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Las campañas de vacunación siguen en todo el mundo, aunque persiste la desigualda­d en el acceso a las dosis.

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