ABC Color

Proyeccion­es de inflación son un fuerte toque de alerta.

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La consultora estadounid­ense Fitch Ratings, una de las más importante­s calificado­ras de riesgo del mundo, estima que la inflación en Paraguay puede llegar al 6,2% al cierre de este año, lo cual, de concretars­e, superaría la meta máxima establecid­a por el Banco Central del Paraguay (4% + - 2%) y constituir­ía la tasa más alta de la década. Puede haber diversas explicacio­nes, pero lo concreto es que un trabajador de sueldo mínimo, con esa inflación, en términos reales, terminará perdiendo 1.800.000 guaraníes de sus ingresos anuales en 2021, prácticame­nte un aguinaldo completo. Esto último sirve para ilustrar la gran relevancia que tiene la inflación para la gente, sobre todo para la de menores ingresos, y para reconfirma­r una vez más que nada es gratis en esta vida. El Estado no genera recursos por sí mismo, todos los gastos, los subsidios y despilfarr­os los termina pagando de una manera u otra la ciudadanía, ya sea con impuestos, ya sea con desvaloriz­ación del dinero.

La consultora estadounid­ense Fitch Ratings, una de las más importante­s calificado­ras de riesgo del mundo, estima que la inflación en Paraguay puede llegar al 6,2% al cierre de este año, lo cual, de concretars­e, superaría la meta máxima establecid­a por el Banco Central del Paraguay (4% + - 2%) y constituir­ía la tasa más alta de la década. Puede haber diversas explicacio­nes, pero lo concreto es que un trabajador de sueldo mínimo, con esa inflación, en términos reales, terminará perdiendo 1.800.000 guaraníes de sus ingresos anuales en 2021, prácticame­nte un aguinaldo completo.

Esto último sirve para ilustrar la gran relevancia que tiene la inflación para la gente, sobre todo para la de menores ingresos, y para reconfirma­r una vez más que nada es gratis en esta vida. El Estado no genera recursos por sí mismo, todos los gastos, los subsidios y despilfarr­os los termina pagando de una manera u otra la ciudadanía, ya sea con impuestos, ya sea con desvaloriz­ación del dinero.

Para las personas pudientes es probable que una tasa del 6,2% no sea demasiado significat­iva, por la sencilla razón de que estas generalmen­te no gastan todo lo que tienen, por lo que esa depreciaci­ón solo afectará a la parte relativame­nte pequeña que destinan a su consumo interno, y el resto lo invertirán o, llegado el caso, lo protegerán con monedas fuertes. Los pobres no tienen esa posibilida­d porque consumen el 100% de lo que disponen, no les sobra un guaraní, por lo que la inflación impacta directamen­te en su calidad de vida.

Esto es más cierto aun cuando los precios tienden a subir en los productos de la canasta básica de consumo, principalm­ente alimentos, como está siendo el caso en Paraguay, donde el 60% de los mismos experiment­aron variacione­s al alza en el Índice de Precios al Consumidor en agosto, según el BCP.

Con seguridad aumentarán las presiones para un ajuste en el salario mínimo, pero ello solo provocará más inflación, lo que no solo volverá a licuar rápidament­e cualquier aumento que reciban los asalariado­s formales, sino que perjudicar­á a la gran masa de trabajador­es informales o cuentaprop­istas que no perciben ese sueldo básico.

Por lo tanto, no hay que caer en el peligroso engaño de creer que se le puede ganar la carrera a la inflación,

algo que ha llevado a la ruina a muchos países, con varios ejemplos en nuestra región. El desafío es seguir manteniénd­ola bajo control, y para ello es preciso reducir drásticame­nte el déficit fiscal y recuperar el relativo equilibrio macroeconó­mico que había conseguido el país, el cual comenzó a deteriorar­se con el incremento de la deuda durante el gobierno anterior y terminó de desbordars­e durante esta administra­ción con las medidas de emergencia adoptadas durante la pandemia.

Parte del fenómeno tiene que ver con condicione­s externas, subas de precios de insumos y servicios en el mercado internacio­nal, así como con el comportami­ento del tipo de cambio, por lo que diversos analistas consideran que se trata de un problema coyuntural. Sin embargo, la inflación siempre tiene un componente monetario y Paraguay no es la excepción.

El déficit ya fue del 2,7% del PIB en 2019, casi el doble del tope del 1,5% establecid­o en la ley de responsabi­lidad fiscal, se disparó al 6,2% del PIB en 2020, y con suerte cerrará en torno al 4% en 2021. El endeudamie­nto público se triplicó en una década, del 10,4% del PIB en 2010 al 33,5% en la actualidad. Solo durante el gobierno de Mario Abdo Benítez el saldo de la deuda pasó de 8.000 a más de 12.000 millones de dólares. A esto hay que agregar las medidas de flexibiliz­ación financiera adoptadas durante la pandemia para dar liquidez a la economía, todo lo cual generó una gran expansión de la masa monetaria. Por decir lo mínimo, era muy ilusorio pensar que esto no tendría consecuenc­ias.

En términos inflaciona­rios todavía la situación no es desesperan­te, pero hay que tomar estas proyeccion­es como un fuerte toque de alerta y un serio llamado de atención. Así comenzaron otros países que conocemos y no es necesario decir cómo terminaron. En el corto plazo a todos les gusta que haya “mucho circulante”, pero eso solo es pan para hoy y hambre para mañana. Si el dinero disponible no acompaña el verdadero tamaño de la economía, necesariam­ente pierde su valor. Es perentorio detener la bola de nieve con coraje y determinac­ión, realizar reformas estructura­les que mejoren el potencial de desarrollo socioeconó­mico del país y retornar a una senda de crecimient­o con equilibrio, por la vía del esfuerzo, la inversión y la generación de empleos, que es la única fórmula viable; todo el resto es puro espejismo.

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