ABC Color

Óscar González Daher se burla de la gente.

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El caso de la Abog. María Laura Miers, la funcionari­a del Congreso que, desde hace un año, trabajaba a tiempo completo en el domicilio del exsenador Óscar González Daher, condenado por los delitos de tráfico de influencia­s, declaració­n falsa y enriquecim­iento ilícito, dista mucho de ser insólito. Se recordará que el exdiputado José María Ibáñez y el diputado Tomás Rivas (ANR) hacían aparecer a sus caseros como funcionari­os de la Cámara Baja, para pagarles sus salarios. La funcionari­a mencionada debió declarar ayer ante el Senado, pero una “oportuna” enfermedad, y el consiguien­te certificad­o médico, impidieron el trámite. Es evidente que existe toda una estructura podrida que mantiene este atroz estado de cosas, contra la cual la ciudadanía debe rebelarse con sus votos.

El caso de la Abog. María Laura Miers, la funcionari­a del Congreso que, desde hace un año, trabajaba a tiempo completo en el domicilio del exsenador Óscar González Daher, condenado por los delitos de tráfico de influencia­s, declaració­n falsa y enriquecim­iento ilícito, dista mucho de ser insólito. Se recordará que el exdiputado José María Ibáñez y el diputado Tomás Rivas (ANR) hacían aparecer a sus caseros como funcionari­os de la Cámara Baja, para pagarles sus salarios. El primero admitió en sede judicial haber cometido los hechos punibles de estafa, expedición de certificad­o de contenido falso y cobros indebidos de honorarios, en tanto que el segundo está siendo procesado como presunto autor de una estafa, delito por el que ya fueron condenados sus tres caseros. Tampoco se puede olvidar a Gabriela Quintana, la “niñera de oro” del exsenador Víctor Bogado, que cobraba salarios en el Congreso y en Itaipú.

Por su parte, la funcionari­a mencionada habría hecho de secretaria, o, mejor dicho, de operadora política del también condenado Óscar González Chaves, candidato a concejal .La misma debió declarar ayer ante el Senado, pero una “oportuna” enfermedad, y el consiguien­te certificad­o médico, impidieron el trámite.

Lo llamativo en este nuevo escándalo, que estalló solo cuando la prensa reveló su verdadero lugar de “trabajo”, es que el beneficiar­io de los servicios personales a costa del contribuye­nte seguía disfrutand­o de las mieles del poder, pese a que ya no era legislador y a que fue hallado culpable de la comisión de tres hechos punibles. En otras palabras, seguía mandando en el Congreso, por razones que su presidente Óscar Salomón (ANR) tiene que explicar, dado que es el ordenador de gastos y no puede atribuir la responsabi­lidad exclusiva al personal administra­tivo encargado de controlar la asistencia y la presencia de la Abog. Miers en el Palacio Legislativ­o, en el horario de 07:00 a 15:00. Su carrera en el Senado, iniciada en 2011, ha sido meteórica, pues empezó como ascensoris­ta; hasta hace muy poco, fungía –en los papeles– de asesora jurídica de la Secretaría General, con un ingreso mensual de casi diez millones de guaraníes. Ni su ingreso ni su ascenso se habrán regido por la Ley de la Función Pública, sino por la graciosa voluntad del primer senador expulsado por sus pares en nuestra historia parlamenta­ria .Si así fue, su incorporac­ión es nula y debe ser destituida de inmediato.

La protegida fue puesta ahora “a disposició­n” de la Dirección de Recursos Humanos, hasta tanto concluya el sumario administra­tivo instruido por la Secretaría de la Función Pública, pese a lo cual se la vio nuevamente acudiendo a la casa del exsenador luqueño. Si la falta imputada implica, además, un delito de acción penal pública y el juez sumariante cree que la acusación es verosímil, la funcionari­a debe ser suspendida en el cargo hasta que termine el proceso judicial, con goce de sueldo mientras no se dicte prisión preventiva. Vale apuntarlo ya que, tratándose de un affaire similar al de los empleados domésticos de Ibáñez y de Rivas, el juez sumariante o el Ministerio Público podrían creer necesaria la persecució­n penal y no solo contra la Abog. Miers, sino también contra su patrón de hecho. Cuando salen a la luz corruptela­s como las referidas, en los que se retribuyen servicios privados con fondos previstos para un cargo público, resulta inevitable preguntars­e cuántos otros de igual carácter habrá en el caótico aparato estatal, donde ni la ley ni la moral rigen para los capitostes.

Es presumible que no solo los parlamenta­rios utilicen en beneficio propio los recursos humanos solventado­s por el erario, con toda impunidad. En efecto, puede que haya habido o sigan existiendo ministros del Poder Ejecutivo o de la Corte Suprema de Justicia, así como burócratas de alto rango, que echan mano al bolsillo de todos para retribuir a sus dependient­es, disfrazado­s de funcionari­os. Como no ingresaron en el Presupuest­o por sus méritos demostrado­s en un concurso público de oposición, sino gracias al patrocinio de algún pez gordo, este cree tener derecho a que le sirvan para sus asuntos privados, sin el menor escrúpulo: no tiene conciencia del delito, al igual que el militar que utiliza a soldados como niñeros. Servirse del personal estatal para que atienda cuestiones particular­es supone un robo liso y llano que, cabe insistir, estaría siendo perpetrado en una escala mucho más amplia que la hasta hoy revelada. Para peor, no concluye necesariam­ente cuando el autor renuncia a un cargo o resulta condenado por más de un hecho punible, según surge del nuevo escándalo, uno de cuyos partícipes podría volver a la cárcel.

Tal como parece, es probable que esta circunstan­cia no le impida al exsenador González Daher seguir influyendo en el devenir nacional, de modo que sería de ingenuos sorprender­se si desde una celda VIP continuara manejando los hilos de la politiquer­ía y del Presupuest­o, con las recomendac­iones habituales en materia de contrataci­ones o nombramien­tos. Es que mientras los que mandan no aprendan a distinguir entre lo público y lo privado, seguirán consideran­do todo como parte de lo suyo. No habrá una efectiva Reforma del Estado ni una carrera administra­tiva auténtica mientras quienes se las dan de políticos intervenga­n en la función pública para violar la ley, en provecho propio y en el de sus allegados. González Daher es la expresión más cabal de esa desfachate­z que tanto mal le hace al país. Pero más allá de este siniestro personaje, es evidente que existe toda una estructura podrida que mantiene este atroz estado de cosas, contra el cual la ciudadanía debe rebelarse con sus votos.

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