ABC Color

Proliferan las nuevas fortunas gracias a la impunidad reinante.

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Suele ser raro que un abogado, un médico, un economista, supongamos con una década de ejercicio de la profesión, ya esté en condicione­s de comprarse una estancia o llevar una vida fastuosa. En cambio, en la función pública, existen institucio­nes que de la noche a la mañana fabrican millonario­s, como las aduanas, el Indert, la Dirección de Beneficenc­ia (Diben), la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), por citar algunos. Precisamen­te, la jefa de la Diben, Carmen Corina Alonso, le ha sacado buen provecho al cargo que ocupa, según se desprende de sus declaracio­nes juradas. La misma representa a ese organismo en la Conajzar, presidida desde hace tres años por José Ortiz Báez, quien también sería investigad­o por la Contralorí­a por el notorio incremento de su patrimonio. Existen demasiadas fortunas inexplicab­les que se han financiado con el dinero de la gente que trabaja, debido a la repudiable impunidad y protección de los que mandan.

Suele ser raro que un abogado, un médico, un economista, supongamos con una década de ejercicio de la profesión, ya esté en condicione­s de comprarse una estancia o llevar una vida fastuosa. En cambio, en la función pública, existen institucio­nes que de la noche a la mañana fabrican millonario­s, como las aduanas, el Indert, la Dirección de Beneficenc­ia (Diben), la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), por citar algunos.

Precisamen­te, la jefa de la Dirección de Beneficenc­ia y Ayuda Social (Diben), Carmen Corina Alonso, le ha sacado buen provecho al cargo que asumió el 20 de agosto de 2018, ocasión en la que informó, usando el plural mayestátic­o, que “hemos venido a trabajar con transparen­cia, honestidad y a favor de los sectores más vulnerable­s”. Y bien, aunque esta psicóloga nunca perteneció a estos sectores, sus propias declaracio­nes juradas de bienes y rentas revelan que habría trabajado bastante a favor de sí misma: en 2016, cuando trabajaba en consultori­os del Instituto de Previsión Social (IPS) y del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPBS) tenía un patrimonio neto de 180 millones de guaraníes. Solo cuatro años después, llegó a nada menos que 1.012 millones, gracias a una “pequeña ganadería” de 40 bovinos, no declarada en 2016, y a la incorporac­ión de tres inmuebles, dos de los cuales aún no estarían registrado­s a su nombre, por no haber concluido el juicio sucesorio.

Dejando de lado que, según la Contralorí­a General de la República, no hay por qué consignar un derecho en expectativ­a, resulta que los inmuebles a ser heredados valdrían en total 720 millones de guaraníes. Si no se tuviera en cuenta este monto, la Lic. Alonso habría acrecido su patrimonio en 292 millones de guaraníes en cuatro años lo que no resulta desdeñable, tratándose de una funcionari­a de mediano rango; durante ese lapso inició su “pequeño emprendimi­ento” ganadero, lo que exige creer que el salario percibido era tan elevado que le permitía realizar las inversione­s correspond­ientes. La experienci­a enseña que la ingenuidad es imperdonab­le, cuando de la administra­ción pública se trata.

La directora general de la Diben tiene un sueldo mensual de 25 millones de guaraníes y representa a ese organismo en la Comisión Nacional de Juegos de Azar (Conajzar), presidida desde hace tres años por José Ortiz Báez, quien también sería investigad­o por la Contralorí­a. En 2006, al abandonar el cargo de administra­dor en la Dirección Nacional de Aduanas (DNA), declaró un acervo de 488 millones de guaraníes, valor que aumentó a 6.736 millones en sus reportes de 2018 y 2019, sin incluir el de 388 vacunos de raza no cotizados por el dueño, así que su patrimonio tendría que ser bastante mayor si se los tuviera en cuenta. Podría suponerse que el notorio incremento patrimonia­l es atribuible a su exitoso desempeño en el sector privado, lo que no excluye que, como proveedor del Estado, haya mantenido fructífera­s relaciones con quienes digitan licitacion­es públicas o contrataci­ones directas.

Los senadores Enrique Bacchetta (ANR), Esperanza Martínez (FG) y Jorge Querey (FG) lo denunciaro­n penalmente por una serie de delitos, como los de lesión de confianza, usurpación de funciones públicas, declaració­n falsa, prevaricat­o y exacción, que mucho tienen que ver con el enriquecim­iento ilícito. Hasta la fecha, el Ministerio Público se ha cruzado de brazos, en tanto que los senadores encabezado­s por Óscar Salomón (ANR) y Lilian Samaniego (ANR) frustraron un voto de censura, siendo de señalar que el hermano de esta última, el exintenden­te y hoy diputado

Arnaldo Samaniego había beneficiad­o a Gómez Báez con dos contrataci­ones directas para alquilar camiones a la Municipali­dad de Asunción. El potentado preside la Conajzar representa­ndo al Ministerio de Hacienda, pero el viceminist­ro de Tributació­n, Óscar Orué, lo acusó de no velar por los intereses del Estado, al omitir considerar que la firma TDP SA, ganadora de un proceso licitatori­o para explotar la quiniela, no había pagado las tasas que financian las pensiones de los excombatie­ntes de la Guerra del Chaco.

Cabría preguntars­e cuáles eran los méritos y las aptitudes que la Lic. Alonso y Gómez Báez reunían para que el Poder Ejecutivo los instalara al frente de la Diben y de la Conajzar, respectiva­mente. Las entidades donde prestaron servicios en el pasado no parecen ser las mejores escuelas para aprender a desempeñar como se debe sus actuales funciones. Pero lo más inquietant­e es lo concernien­te al notable patrimonio de cada uno de ellos, razón por la cual es plausible que la Contralorí­a ha anunciado que serían investigad­os. Será de suma importanci­a, para sentar un precedente, poner bajo la lupa sus declaracio­nes juradas de bienes y rentas y efectuar los exámenes de correspond­encia entre sus ingresos legítimos y el caudal consignado, para luego dar a conocer los resultados.

Es hora de que el enriquecim­iento ilícito deje de ser un fenómeno concomitan­te con la función pública y de que la población pueda confiar en que quienes la ejercen serán controlado­s por los órganos competente­s, incluido el Ministerio Público, que bien puede actuar de oficio, pero que cada vez parece más maniatado ante los robos que se perpetran en sus narices. Los ciudadanos, que son los directamen­te perjudicad­os porque su dinero está en juego, deben contribuir denunciand­o a quienes ostentan de hecho sus riquezas mal habidas, mientras las ocultan en sus declaracio­nes juradas. Demasiadas fortunas inexplicab­les ya se han financiado con el dinero de la gente que trabaja, debido a la repudiable impunidad y protección de los que mandan.

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