ABC Color

Estado que protege la cultura impulsa el progreso material

- Bernardo Neri Farina nerifarina@gmail.com

“Solo un Estado organizado y fuerte, protector de sus artistas, pensadores y científico­s, es capaz de proveer el progreso material y moral de una nación… Y ese no es nuestro caso”. Sentencia de Arturo Pérez-Reverte en boca de Pedro Zárate, protagonis­ta de su novela “Hombres buenos”. Pareciera referirse al Paraguay, a cuyos gobernante­s no les interesan el arte, el pensamient­o y la ciencia. No les importa la cultura. Este pasaje lo transcribí el 17 de setiembre de 2019 en Facebook cuando el proyecto de presupuest­o para el 2020 proponía una reducción al sector cultural de 3578 millones de guaraníes. Hoy se proyecta para el 2022 otro recorte de 3800 millones. El Gobierno deja sin mayores recursos a la cultura alegando que hay “otras prioridade­s”, entre las que sobresalen, indudablem­ente, los intocables parásitos politiquer­os que debemos mantener. Además, en nuestro país, hay semianalfa­betos que ganan (unos legítimame­nte y otros deshonesta­mente) más plata que las personas cultas. Pero esa no es la regla. Entonces surge la pregunta: ¿para qué sirven la cultura y las organizaci­ones culturales? Los que reparten la plata del Estado (plata de todos) tienen su propia lógica. Ellos viven otra realidad. Mientras reparten se quedan con una parte. Y para eso deben repartir en otras partes donde haya una rentabilid­ad grande —obras sobrefactu­radas, compras voluminosa­s a proveedore­s “generosos”—, pues la cultura no les “rinde” ni económica ni electoralm­ente. No crea una clientela electoral domesticad­a. El tema es que sin cultura es imposible que haya progreso sustentabl­e en el país. Un pueblo inculto, con una educación deficiente que lleva a que 7 de cada 10 estudiante­s no entiendan lo que leen (dato escalofria­nte), es un pueblo condenado a ser pobre y a aumentar su pobreza cuanto más ignorante sea. El ignorante es incapaz de discernir entre el bien común y la malicia egoísta del politiquer­o. Por eso vota a delincuent­es. En la mercadotec­nia politiquer­a el arte, el pensamient­o y la ciencia no originan posibilida­des de coimas ni de enriquecim­iento mediante el tráfico de influencia­s. Y a la hora de ajustes presupuest­arios se apunta a la cultura (componente sustancial de la educación), mientras se mantienen los privilegio­s de una casta que saquea impunement­e al país, que mete la mano en el cada vez más gastado bolsillo del trabajador. Para quienes reparten la torta de manera a quedarse con la mayor parte de lo repartido, es mejor que haya aduaneros —ellos sí entienden el asunto—, antes que tipos cultos que solo piden fondos “para sus libritos, sus versitos, sus novelitas, sus teatritos, sus bailecitos, sus cuadritos” (un funcionari­o dixit). Un Estado responsabl­e sabe proteger el arte, el pensamient­o y la ciencia. Sabe promover la inteligenc­ia colectiva. Al hacerlo abre vías al progreso material sustentado en la creativida­d, el trabajo y la ética. Es decir, en la cultura. Salud, educación y prosperida­d son atributos auténticos de un pueblo culto.

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