Justicia vendida
Un viejo dicho refiere que el brazo de la ley es largo. Me atrevo a modificar esa máxima, agregando de que además de ser largo, en algunos lugares es invisible y negociable, especialmente en lugares lejanos como el Chaco. El caso de Theodor Durksen Federau, condenado por abuso en niños en el 2019 y premiado nuevamente con su libertad, es el claro ejemplo de cómo ni el más aberrante de los abusos conmueve a jueces y fiscales, que en vez de preocuparse por proteger a la infancia y aplicar penas ejemplares, caen en situaciones que evidencian su moral negociable. Paraguay tiene niveles altísimos de abuso contra menores, solo en el 2020 se registró una media de ocho víctimas de abuso sexual infantil y maltrato por día. En todo el año pasado la Fiscalía registró un total de 5.793 presuntos hechos punibles de índole sexual contra niños, niñas y adolescentes. Este caso puntual en el Chaco, bajo todos los análisis merecía una pena equivalente al daño, pero el abusador se escudó bajo su poderío financiero y bajo la falda corta de la ley, que no duda en guiñarles el ojo a quienes pueden pagar. En el Chaco Central desde la fundación de las primeras colonias menonitas, la discreción es un velo difícil de romper, hay registros de muchas situaciones bochornosas que se solucionaron confesando el hecho de forma pública en la iglesia. Hoy día, época de leyes nuevas y era globalizada, callarse hechos graves se entiende como complicidad. El silencio del fiscal del caso, Héctor Velázquez, hace mucho ruido en medio de muchas preguntas que quedaron en el aire. Ya lo dijo una vez Voltaire: “El último grado de perversidad es hacer servir las leyes para la injusticia” y cuánta verdad.