ABC Color

Desprestig­iado cargo de defensor del pueblo

- Marcos Cáceres Amarilla mcaceres@abc.com.py

En estos días, el Senado debe elegir una terna de candidatos para que la Cámara de Diputados designe a un nuevo defensor del pueblo, figura vapuleada y olvidada por los políticos, de forma adrede, desde que fue creado por la Constituci­ón de 1992. Por desidia y con el objetivo de restarle importanci­a al cargo, recién en 2001 se eligió al primer defensor. En aquel entonces, legislador­es colorados, encabezado­s por el entonces influyente senador Juan Carlos Galaverna, operaron para que ocupase el cargo Manuel María Páez Monges, con el único antecedent­e de haber sido intendente de la ciudad de Areguá y sin ningún conocimien­to ni experienci­a en el área de los Derechos Humanos. La idea de nombrar a un burócrata intrascend­ente, inútil y venal como Páez Monges era anular a la Defensoría de Pueblo como organismo capaz de exigir a otras institucio­nes y autoridade­s el cumplimien­to de los derechos ciudadanos. El objetivo fue ampliament­e cumplido. Páez Monges no hizo nada que merezca recordar y terminó imputado en un par de oportunida­des por lesión de confianza, denuncias de las que zafó vaya a saber uno cómo. Después vendría el histriónic­o “defensor” actual, Miguel Godoy, que más se hizo conocido por disputas en redes sociales, antes que por cuestiones de utilidad para los intereses de la ciudadanía. Godoy fue otro producto del interés de ciertos dirigentes de poner en ese cargo a alguien que les sirviera sobre todo a los políticos para colocar en cargos a operadores, amigos, amantes y familiares. Total, el presupuest­o aguanta todo. Las versiones que surgen ahora sobre cuál será el criterio de la mayoría para nombrar un nuevo defensor no invitan al optimismo. Colorados y liberales quieren repartirse los cargos de defensor y defensor adjunto, utilizando la aplanadora azulgrana en la Cámara de Diputados. Se comenta también en el ambiente legislativ­o que hay una exfiscala, de escasos méritos, que ahora trabaja para el vicepresid­ente Hugo Velázquez, que tendría la bendición oficial. Hay algunos buenos candidatos y candidatas, como los hubo en las ocasiones anteriores, que cuentan con el respaldo de sus estudios y antecedent­es. Pero carecen de un padrino poderoso para tener una posibilida­d real de ser elegidos por su calidad y cualidades. Un grupo de personas reconocida­s por su lucha a favor de los DD.HH. en nuestro país, como monseñor Mario Melanio Medina, el Dr. Carlos Portillo y Heriberto Alegre pidieron que el criterio para elegir al próximo defensor del pueblo prescinda de su pertenenci­a partidaria y que se tengan en cuenta sus capacidade­s intelectua­les, humanas y ciudadanas. Lamentable­mente, hasta ahora, poco les ha importado a la mayoría de quienes integran el Congreso valorar esas cualidades y son inmunes a críticas y llamados a la sensatez. A los diputados, por ejemplo, no les importó nombrar al vergonzoso diputado Hernán David Rivas (ANR), un cuasi ignorante de cuestiones legales como integrante del Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s. Todo indica que en materia de Derechos Humanos y derechos ciudadanos seguiremos dependiend­o de las denuncias y de la presión de la gente, porque una buena cantidad de legislador­es prefieren seguir órdenes o buscar ventajas particular­es antes que contribuir mínimament­e a la institucio­nalidad de nuestro país.

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