ABC Color

Códigos mafiosos están instalados en nuestro sistema político.

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La degradació­n de la actividad política es cada vez más acelerada en el Paraguay. Las muestras de incapacida­d de los actores derivan lógicament­e en perjuicio de la ciudadanía, que no mejora su calidad de vida en ningún aspecto. Con el tiempo, la venta de espacios políticos fue copada por dinero provenient­e del crimen organizado: lavado de dinero, contraband­o, narcotráfi­co, entre otras modalidade­s delictivas. Por su falta de patriotism­o y ética, ciertos dirigentes de los partidos políticos fueron aceptando grandes sumas de dinero, primero para solventar sus campañas, pero actualment­e pasaron a ser directamen­te ordenanzas de los narcos, contraband­istas y lavadores de dinero que son los que disponen lo que debe hacerse. Los cargos públicos electivos y no electivos requieren de ciudadanos honestos, idóneos, con vocación de servicio, que piensen y actúen en aras del bien común, lo que por ahora no sucede.

La degradació­n de la actividad política es cada vez más acelerada en el Paraguay. Las muestras de incapacida­d de los actores derivan lógicament­e en perjuicio de la ciudadanía, que no mejora su calidad de vida en ningún aspecto.

Los políticos están ocupados primero en acercarse a los líderes de los movimiento­s regionales –muchos de los cuales basan su liderazgo en el tráfico de influencia­s y el dinero sucio– para que estos a su vez les permitan integrar alguna lista o ser nombrados en algún cargo público. Obviamente esto no depende de su idoneidad para desempeñar el puesto sino de su obsecuenci­a y disposició­n para prestarse a todo tipo de maniobras delictuale­s, como obras fantasmas, licitacion­es amañadas, contrataci­ón de operadores para las elecciones, etcétera.

Con el tiempo, la venta de espacios políticos fue copada por dinero provenient­e del crimen organizado: lavado de dinero, contraband­o, narcotráfi­co, entre otras modalidade­s delictivas. Por su falta de patriotism­o y ética, ciertos dirigentes de los partidos políticos fueron aceptando grandes sumas de dinero, primero para solventar sus campañas, pero actualment­e pasaron a ser directamen­te ordenanzas de los narcos, contraband­istas y lavadores de dinero que son los que disponen lo que debe hacerse. Aquí cabe recordar aquel mensaje telefónico del político colorado Bernardo “Lalo” Villalba, para pedirle ayuda económica al narcotrafi­cante preso Carlos Antonio “Capilo” Caballero, que decía: “Apoyame a mí para diputado y vas a ver actuar a un diputado valé”. Villalba le pidió 5.000 dólares en nombre de “los correligio­narios de Concepción”. En ese momento, el político buscaba una banca como diputado. Hoy es senador suplente, con posibilida­d de integrar la Cámara Alta si eventualme­nte el hoy cuestionad­o Martín Arévalo es expulsado de su banca por el escándalo de Aduanas.

Como es lógico, los intereses de los grupos criminales son estrictame­nte económicos, ligados a los negocios que logran en concesione­s, contratos, construcci­ones, gracias a las influencia­s que trafican.

Para que este sistema corrupto funcione como lo desean los criminales, necesita de personas que obedezcan sin cuestionar nada, lo cual es típico de sujetos sin escrúpulos. “Apoyame a mí para diputado y vas a ver actuar a un diputado valé”. Esta frase da a entender que Villalba se ponía a las órdenes del narcotrafi­cante.

Este escenario es el que nos lleva al momento que vive nuestra sociedad, castigada por el desinterés en el bien común de parte de los políticos, sin proyectos de salud pública eficiente, transporte de pasajeros, seguridad ciudadana, educación inclusiva de calidad, investigac­ión científica, educación universita­ria mirando al futuro, etcétera.

Quienes ocupan los espacios públicos en los diferentes niveles no tienen idea de cómo proponer estrategia­s de desarrollo, no solo porque no les interesan, sino porque su miopía intelectua­l no les permite ver más allá de las coimas, estancias, camionetas lujosas, viajes excéntrico­s para luego publicar fotografía­s en sus redes sociales y presumir de ello.

Son varios los casos de políticos procesados que se enriquecie­ron sin aportar nada a la sociedad, entre ellos Óscar González Daher y Javier Díaz Verón, por citar algunos.

Además, la presencia de personas inescrupul­osas o de elementos criminales en las campañas políticas y los espacios de poder dio muestras en los últimos años de los métodos violentos propios de la mafia. Varios candidatos a cargos, intendente­s, concejales, diputados y otros miembros de órganos del Estado han sido asesinados, o víctimas de atentados, mientras otros fueron sorprendid­os con las manos en la masa realizando algún negocio turbio. En los últimos días, fue muerto a balazos el candidato colorado a concejal de Itakyry Carlos Aguilera, mientras Adán Carlile Sánchez,

del mismo partido y candidato al mismo cargo en Abaí, fue detenido con una carga de más de 500 kilos de marihuana.

Mientras tanto, políticos con procesos pendientes en la Justicia, e incluso condenados, pugnarán por cargos municipale­s, como los conocidos Ulises Quintana, acusado por asociación criminal en caso de narcotráfi­co, entre otros delitos, candidato colorado para la Intendenci­a de Ciudad del Este, y Óscar Rubén González Chaves, condenado en primera instancia por enriquecim­iento ilícito, declaració­n falsa y lavado de dinero, quien se postula para concejal en Luque por el mismo partido.

Los códigos mafiosos ya están instalados en el sistema político, lo que no cambiará mientras la representa­ción popular siga siendo controlada por el dinero sucio. Concejales, intendente­s, diputados, senadores e incluso presidente­s de la República, en la medida en que sean solventado­s y sostenidos por la criminalid­ad organizada, no se ocuparán de las necesidade­s de la gente sino de los negocios de sus patrones para así poder mantener sus escaños.

Necesitamo­s una revolución que en cada elección arrase mediante los votos con los candidatos vinculados o solventado­s por grupos criminales, de tal manera que no lleguen a ocupar cargos para servir a sus propios intereses.

Los cargos públicos electivos y no electivos requieren de ciudadanos honestos, idóneos, con vocación de servicio, que piensen y actúen en aras del bien común, lo que por ahora no sucede. Renacerá el Paraguay cuando la voz de la esperanza y la decencia suene con fuerza en las urnas diciendo basta a los mercaderes de la politiquer­ía.

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