Más puentes y menos murallas
Desde hace algunos años y de forma insistente, integrantes de algunas ONG llaman con otro nombre a una de las plazas más tradicionales de la ciudad de Asunción.
Lo hacen con la intención de colocarle una identificación que coincida con la agenda que persiguen sus organizaciones.
Así, cada vez que utilizan la histórica Plaza Italia para organizar sus actividades, se refieren a ella como “Explaza Italia”, para tratar de forzar a través del uso de un nuevo nombre su cambio de denominación, pasando por alto las razones históricas que llevaron a colocarle ese nombre.
En menos de ocho meses la emblemática Plaza Italia cumple un siglo bajo esa identidad, producto de una decisión municipal del 18 de mayo de 1922 de colocarle ese nombre para homenajear con gratitud a uno de los grupos migratorios más importantes para la reconstrucción del país, luego del genocidio de la Guerra de la Triple Alianza.
Pero, además, el barrio en el que está ubicada, es en el que históricamente se asentaron cientos de familias de inmigrantes directos y sus descendientes, personas de ascendencia italiana o italianos que habían emigrado a Paraguay con sus familias.
Defendieron causas nacionales como la soberanía en el Chaco, aportaron desde la arquitectura y la construcción al desarrollo urbanístico, contribuyeron culturalmente a la gastronomía, incidieron indudablemente en muchas de nuestras tradiciones y costumbres familiares; el aporte de este colectivo de inmigrantes se dio en diferentes áreas y formas, y de hecho hoy se estima que al menos un 10 por ciento de la población tiene algún ascendiente italiano.
De hecho, la historia de nuestro país, al igual que la de la gran mayoría de los Estados del mundo, es la historia de las migraciones.
La de personas que se ven obligadas a desplazarse por motivos económicos, políticos o sociales, para echar raíces en algún lugar diferente al que nacieron.
Salvo que hayamos nacido en medio de algún grupo indígena endogámico, la gran mayoría de nosotros en el país es producto de las migraciones.
Es lo que también pensábamos cuando el exintendente de Asunción, quien busca llegar nuevamente al cargo el próximo 10 de octubre, utilizaba en un acto proselitista una frase xenófoba para intentar descalificar a su adversario.
¿Mba’eteko peteî japonés outa ápe ñane retãme omanda gua’u? (¿Qué tal un japonés va a venir acá a nuestro país a mandar?), le dijo Óscar “Nenecho” Rodríguez a sus adherentes en una seccional colorada.
El exabrupto, que además fue una torpeza política por asociar a su rival a la imagen de un pueblo caracterizado como laborioso y desarrollado, generó inmediatamente diversas reacciones de repudio que obligaron al candidato a salir a pedir disculpas públicamente.
Bien por el gesto de disculpas, aunque también pudo estar cargado de cálculo electoral, pero que sobre todo deja flotando la duda sobre lo que realmente piensa un actor político, planteando también la inquietud de que si apela en un momento a ese tipo de ideas es porque piensa que van a tener éxito en el electorado al que se dirige.
La xenofobia, esa que ha sido también históricamente utilizada junto al racismo por los malos líderes de la historia para generar guerras y enemigos ficticios para distraer a sus pueblos de sus problemas internos.
Por eso debemos tender puentes y no murallas con otros pueblos, reafirmándonos colectivamente en lo que somos, con nuestra cultura e identidad propias, pero aprovechando lo mejor que los otros tienen para darnos.
Solo es cuestión de ver que aquellos pueblos que han aprovechado lo mejor de sus inmigrantes han seguido el camino del desarrollo y la prosperidad.