ABC Color

Sé desapegado de los bienes

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El texto normalment­e es conocido como “El joven rico“, cuando este se acercó a Jesús y le preguntó que tendría que hacer para heredar la vida eterna.

La pregunta en sí misma ya revela una creencia en la otra vida. OJO: hemos de entender que estamos de paso por esta tierra, como peregrinos y administra­dores, que manejamos bienes transitori­os, no somos eternos, ni tampoco “dueños” de las cosas.

La respuesta de Jesús es sencilla, y a la par, profunda: que observe los mandamient­os, como no matar, no cometer adulterio, no robar, no calumniar y mostrar afecto hacia sus padres.

Su interlocut­or sostiene que conoce estas orientacio­nes y las ha

Mc 10,17 – 30 observado desde temprana edad.

Jesús, entonces, le propone un ideal más noble y más desafiante: desapegars­e de sus bienes, seguirlo, hacerse disponible para los demás, y así tener un tesoro en el cielo. El Evangelio afirma: “Al oír estas palabras, se entristeci­ó y se fue apenado, porque poseía muchos bienes”.

La tentación de las riquezas es algo, prácticame­nte, innato al ser humano. Todos queremos tener mucha plata, disfrutar de los inmensos beneficios que esto trae, tener empleados para todas las cosas, vivir en la ociosidad lujosa, gastar en productos de buena calidad, derrochar en vanidades que masajean nuestro ego, en fin, estar al día con el despilfarr­o y exclamar satisfecho: “Compro, luego, existo.”

Sin embargo, el corazón humano es más exigente y hay valores importante­s que no están asociados a la riqueza. En la vida real vemos tantos ejemplos de gente rica, que es infeliz, que no exclama satisfecha “compro, luego existo“, sino que busca salir de este pozo oscuro, que es el egoísmo y consumismo.

El Señor pone tres puntos para que lleguemos a la verdadera realizació­n en esta tierra, y a la ventura definitiva, después. Dice que hay que compartir generosame­nte con los necesitado­s lo que uno posee, hay que seguirlo

con actitud esperanzad­a y es necesario ser disponible, lo que significa estar al servicio de los otros.

Es imprescind­ible entender que la seducción de la riqueza agarra a todos: ricos, más o menos ricos y pobres, ya que tener “corazón de rico” es una trampa para todos, o sea, poner su confianza en el dinero. Uno puede estar apegado y ser esclavizad­o por grandes fortunas, así como por pocas cosas.

El desapego eficaz para seguir a Jesucristo es lo que realmente llena el espíritu de entusiasmo, sabiduría y fortaleza. Además, es la fuerza para transforma­r este mundo injusto y violento, en algo más fraterno y tranquilo.

Paz y bien.

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