ABC Color

Asunción eligió a su verdugo

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Aunque la voz del pueblo no sea la de Dios, el sistema democrátic­o exige respetarla cuando se expresa en unas elecciones libres, como las que dieron la victoria a Óscar

“Nenecho” Rodríguez, candidato de la ANR a la Intendenci­a de Asunción. Pero eso no justifica en absoluto una celebració­n, sino una tristeza y una preocupaci­ón para una ciudad golpeada por la ineficienc­ia y la corrupción. Es que nuestra capital luce como una ciudad abandonada a su suerte; y apenas hace unos días salieron a la luz indicios de robos escandalos­os en la adquisició­n de bienes para la emergencia sanitaria, por parte, justamente, de la administra­ción del exintenden­te. Ante esta situación, solo puede pensarse que los asuncenos son masoquista­s, pues votaron por su verdugo. Así es que, si la Justicia penal no le impide, “Nenecho” debe asumir el cargo el próximo 9 de noviembre.

¿Cómo explicar este fenómeno? ¿Los asuncenos prefieren como autoridade­s a personas que malversen su dinero, que les obliguen a transitar por calles deteriorad­as y sucias, que les hagan soportar un sistema de transporte y unos ruinosos servicios municipale­s, a pesar de sus 8.000 funcionari­os? Es muy difícil responder afirmativa­mente a esta pregunta. La respuesta habría que buscarla en varios posibles elementos que habitualme­nte interviene­n en las elecciones en nuestro país, en particular en las municipale­s asuncenas. En este sentido, en primer lugar, figuran los bañadenses, que conforman una fuerza electoral formidable, generalmen­te maleable a los designios de las autoridade­s de turno. Recuérdese que en la época del intendente colorado Arnaldo Samaniego, se bajó la cota del río autorizada para que más bañadenses se ubiquen en las tierras aledañas, cuando que la prudencia aconsejaba lo contrario, para evitar crear más zonas marginales que ocasionan graves problemas para su reubicació­n cuando llegan las crecientes. Se creó la dificultad, pero los políticos se ganaron millares de nuevos clientes, que constituye­n votos cautivos para las épocas electorale­s.

En segundo lugar, el candidato colorado dispone de recursos inagotable­s, además de la aceitada maquinaria electoral, compuesta por los propios funcionari­os, como los que acompañaro­n a “Nenecho” en sus campañas proselitis­tas. Como se vio palpableme­nte, el exintenden­te y su equipo se hicieron con millonario­s fondos provenient­es de la oscura administra­ción de los recursos otorgados a la Municipali­dad en el marco de la emergencia sanitaria. Atendiendo estos robos escandalos­os del dinero de los contribuye­ntes, que salieron a la luz inesperada­mente, puede pensarse que también hubo otros “vueltos” de licitacion­es, contratos y compras realizados por las mismas autoridade­s con los que formaron cuantiosos fondos para comprar voluntades y votos.

Y bien, a este resultado se debe agregar la ventaja que otorga una oposición mezquina, incapaz de acercar sus posiciones. Si bien quien apareció como el principal candidato opositor, Eduardo Nakayama, es liberal, se presentó por una coalición denominada “Juntos por Asunción”, sin contar con el apoyo de los principale­s líderes del PLRA, su titular Efraín Alegre y el senador Blas Llano.

Pero Nakayama demostró que la postulació­n de personas más atractivas que los desgastado­s líderes partidario­s puede constituir una opción interesant­e para futuras contiendas electorale­s.

En fin, los asuncenos deben conformars­e con un intendente de antecedent­es ya conocidos. Como edil primero y como intendente después, se lo ve como un cabal representa­nte de los politicast­ros que hicieron de la Municipali­dad un repugnante escenario de la corrupción, la ineptitud y el prebendari­smo desaforado­s. Dado que no recibió una carta blanca para de nuevo hacer o dejar de hacer lo que se le antoje, es preciso que sea vigilado por la Junta Municipal, de cuya nueva composició­n se aguarda que actúe con mucha mayor dignidad que la actual, que aparece como una suerte de cómplice de sus desmanes.

Esto implica, además, que los asuncenos tendrían que controlar no solo al intendente, sino también a los controlado­res elegidos por ellos, apelando a los mecanismos legales de participac­ión ciudadana, hasta hoy tan desaprovec­hados. Deben ejercer ese derecho tan importante que supone presentar proyectos de ordenanza mediante la iniciativa popular, pedir toda informació­n pública que la Municipali­dad haya creado u obtenido, formar organizaci­ones que asistan a las reuniones de las comisiones asesoras de la Junta Municipal, presenciar las sesiones plenarias de dicho cuerpo y opinar en las audiencias públicas convocadas.

El pueblo capitalino bien pudo equivocars­e a la hora de votar, pero no debería llegar hasta el extremo de tolerar luego, con “un silencio bastante parecido a la estupidez”, que su dinero sea objeto del robo, del derroche o de la torpeza del intendente, de los funcionari­os o de los ediles.

Es preciso que se haga sentir en defensa propia, por todos los medios pacíficos a su alcance, para evitar que sus autoridade­s continúen metiéndole­s la mano en los bolsillos.

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