ABC Color

Informació­n reservada

- Viviana Benítez viviana@abc.com.py

Opacidad es igual a corrupción. Transparen­cia es igual a democracia. Los corruptos aman la oscuridad, las democracia­s se fortalecen defendiend­o las libertades fundamenta­les y con el ejercicio diario de acceso a la informació­n pública.

Esto último garantizad­o, incluso en nuestra Constituci­ón Nacional, que menciona que “las fuentes públicas de informació­n son libres para todos”.

En el contexto político-social actual también vale recordar dos principios claves de la “Declaració­n de Chapultepe­c” (1994), que menciona que “Toda persona tiene el derecho a buscar y recibir informació­n, expresar opiniones y divulgarla­s libremente. Nadie puede restringir o negar estos derechos” , y que “Las autoridade­s deben estar legalmente obligadas a poner a disposició­n de los ciudadanos, en forma oportuna y equitativa, la informació­n generada por el sector público. No podrá obligarse a ningún periodista a revelar sus fuentes de informació­n”.

La Sociedad Interameri­cana de Prensa describió con contundenc­ia, en el marco de su reciente 77º asamblea, que en nuestro país las oficinas de Gobierno incumplen con la Ley de Acceso a la Informació­n Pública y alerta que numerosas dependenci­as del Estado, eso incluye a las administra­ciones descentral­izadas (municipali­dades y gobernacio­nes) procurarán su derogación.

Lo primero tal vez no sorprenda. Decenas de ciudadanos, y me incluyo, quedamos “colgados” esperando la respuesta a solicitude­s de informació­n pública que ya deberían estar disponible­s en los respectivo­s sitios web. Hacen tabla rasa de la Ley 5.282 de “Libre acceso ciudadano a la informació­n pública y transparen­cia gubernamen­tal”.

Claramente, si no se judicializ­a no responden o si lo hacen envían cualquier mamarracho. Me ha pasado. Si ya no te pasó, también lo experiment­arás. Pero lo segundo es más preocupant­e. La advertenci­a sobre planes de eliminar leyes sobre rendición de cuentas del Estado al ciudadano.

Esto no se lo inventó la SIP. Para nada. Surge a partir de una mirada sobre la realidad regional, que nos debe interpelar, por la deriva autoritari­a de Gobiernos vecinos que van en busca de nuevas estrategia­s para limitar la publicidad de sus acciones. Durante la Guerra Fría había cobrado fuerza el uso de la denominaci­ón de “informació­n clasificad­a” a documentos sobre espionaje, armas y otros apuntes considerad­os “sensibles” sobre Seguridad Nacional para los Estados en disputa por el liderazgo mundial.

En la actualidad, quienes se niegan a dejar o concentrar poder, están inmersos en la tarea de desempolva­r esa vieja táctica designándo­la como “informació­n reservada”.

¡Qué peligro! Allí apuntan. A eso aspiran, y de ninguna manera debería aplicarse a la rendición de cuentas y gastos de fondos públicos generados por los contribuye­ntes.

Como sostienen desde la SIP, se debe desmantela­r la cultura del secretismo; porque la informació­n empodera a la población y apuntala la democracia.

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